Cualquier tiempo futuro ser¨¢ peor
No tienes el derecho de despreciar el presente
Charles Baudelaire
Para el fil¨®sofo al que preocupa el presente, la cuesti¨®n de la actualidad de los textos constituye un asunto absolutamente fundamental. ?Es el mundo todav¨ªa como se le representaba en aquella descripci¨®n que tanta fortuna hizo en su momento? ?Funciona a¨²n lo real de acuerdo con los mecanismos que le atribu¨ªa aquella teor¨ªa, durante tanto tiempo casi un¨¢nimemente aceptada? ?Conservan todo su sentido las expectativas y anhelos a los que hasta hace no tanto bastaba con apelar para alcanzar la movilizaci¨®n generalizada de las gentes?
Probablemente una de las l¨ªneas de demarcaci¨®n m¨¢s claras entre generaciones pase por la forma en que se responde a preguntas como las anteriores. Para los m¨¢s j¨®venes, va de suyo (represente casi una obviedad) la respuesta negativa a las mismas. Nada tiene de extra?o, por lo dem¨¢s, semejante respuesta: de hecho, constituye casi un rasgo caracter¨ªstico de nuestro mundo un cierto adanismo hist¨®rico-pol¨ªtico. Los medios de comunicaci¨®n no hacen m¨¢s que reiterarlo a cada poco, anunciando novedades en todas las esferas de lo real (novedades que, por cierto, caducan a id¨¦ntica velocidad a la que son publicitadas). Todo, a cada instante, comienza de nuevo y, sobre semejante trasfondo, aludir a procesos que se remonten m¨¢s all¨¢ de unos meses en el tiempo equivale a remontarse a un lejan¨ªsimo cuaternario superior con el que se da por descontado que los habitantes de hoy nada tienen que ver.
Quiz¨¢ no tengamos otro lugar en el que colocarnos para pensar en lo que ahora hay que el pasado
Los de mayor edad, por el contrario, tienden a recelar de tan acelerada caducidad, de tan vertiginosa obsolescencia, y son m¨¢s bien proclives a interpretar ¨¦stas en clave de enga?o social m¨¢s o menos organizado, de banalizaci¨®n orquestada del mundo que esconde, tras su aparente superficialidad, un orden duro e implacable, en el que los intereses m¨¢s poderosos (y de los m¨¢s poderosos) van adapt¨¢ndose a las diferentes circunstancias, apareciendo bajo diferentes rostros, o incluso desapareciendo sin m¨¢s, de acuerdo con la propia conveniencia.
De poco sirvi¨®, por lo visto, que se nos advirtiera hace ya tiempo que la mal llamada sociedad de consumo era en realidad sociedad de producci¨®n (a cuyo servicio el consumo se pon¨ªa por completo)... y, deber¨ªamos a?adir ahora, de especulaci¨®n. La advertencia cay¨® en saco roto, hasta el punto de que podr¨ªa decirse que permanecemos todav¨ªa en gran medida prisioneros del enga?o, tendiendo a conceder poco valor a cualesquiera discursos m¨¢s o menos globales (tanto menos cuanto mayor ambici¨®n explicativa y/o voluntad transformadora poseen), y considerando, en tiempos de desatada posmodernidad, que hasta la teor¨ªa m¨¢s s¨®lida se desvanece en el aire. Como si, a fin de cuentas, las ideas no fueran otra cosa que ef¨ªmeros recubrimientos de las mercanc¨ªas, cuyo ser se agota en ser consumidas y cuyo valor se volatiliza casi tan r¨¢pidamente como el valor de la deuda soberana de determinados pa¨ªses cuando as¨ª lo determinan los mercados.
Pero una cosa es que el solo pensamiento no baste para transformar lo existente y otra, bien distinta, que no d¨¦ cuenta del signo de lo que nos est¨¢ pasando. Un texto, cualquier texto, tiene que medirse con lo real, no con nuestros prejuicios respecto a ¨¦l. Yendo a lo que aqu¨ª interesa: ?puede un libro como el de Hannah Arendt referido al pie, escrito antes de la revoluci¨®n de los claveles, del fin del eurocomunismo, del ascenso al poder del ayatol¨¢ Jomeini, de la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn, del inicio de una ¨¦poca de terrorismo global, del aumento exponencial de los procesos migratorios o del estallido de la primera gran crisis econ¨®mica de la era de la globalizaci¨®n (por se?alar tan s¨®lo algunos hitos de la historia reciente) ser de utilidad para entender lo que ahora pasa?
Mejor que aportar argumentos a favor de la vigencia de lo pensado en un determinado momento del pasado ser¨¢ invitar al lector a pasar al interior del libro. Porque, en el fondo, no otro es el test que le corresponde soportar a cualquier texto, el test de la lectura. Es en la distancia que separa el papel (o el lector de e-book) de unos ojos interesados, esto es, en la experiencia de la lectura, donde se mide el valor de lo que en otro momento y en otro lugar fue escrito por alguien.
Ahora bien, para que esa medida sea justa conviene que el lector corra sus riesgos. De otra manera, estar¨¢ incumpliendo el prop¨®sito cr¨ªtico que se le supone (y que ¨¦l mismo, con toda seguridad, gusta de atribuirse). Como dijera la propia Hannah Arendt en otro lugar, el genuino pensamiento es el que discurre sin barandillas, lo que en este caso significa sin predisposiciones ni ventajismos. Y ventajismo es suponer, de partida y sin justificaci¨®n alguna, que lo escrito en una fecha es imposible que sirva para lo ocurrido despu¨¦s, dando por descontado que esto ¨²ltimo es irreductible a cualquier cosa anterior. C¨®rrase el riesgo de cuestionar tal convencimiento, h¨¢gase como si no se supiera cu¨¢ndo fue escrito lo que se est¨¢ leyendo y v¨¢yase luego a ver si el mundo se parece a lo que, hace un tiempo, alguien vio y dej¨® escrito, confiando en que pudiera resultar de utilidad para lectores futuros.
Tal vez el ejercicio depare alguna sorpresa. Como la de constatar que el mundo en el que habitamos contin¨²a, frente a tantas proclamas interesadas, pareci¨¦ndose mucho al mundo que heredamos. E incluso m¨¢s (sorpresas): es posible que las transformaciones ocurridas desde entonces, lejos de haberlo transformado en la direcci¨®n que anhel¨¢bamos, hayan ido reforzando sus trazos m¨¢s oscuros. Quiz¨¢ no tengamos otro lugar en el que colocarnos para pensar en lo que ahora hay que el pasado, cuando todav¨ªa exist¨ªan incertidumbres, perplejidades y estupores. Cuando se viv¨ªa en el convencimiento de que la partida estaba por jugar. No como hoy, que la damos por jugada y -ay- perdida. Obviamente, no existe forma humana de garantizar de qu¨¦ lado est¨¢ la verdad. Lo que s¨ª queda claro es de qu¨¦ lado est¨¢ ese rayito de esperanza que (nos gustar¨ªa creer que) todav¨ªa arroja una d¨¦bil luz sobre la sombr¨ªa realidad en la que estamos inmersos.
Sobre la viol¨¨ncia. Hannah Arendt. Edici¨®n y pr¨®logo de Fina Birul¨¦s. Institut Catal¨¤ Internacional per la Pau / Angle Editorial. Barcelona, 2011. 142 p¨¢ginas. 17 euros.
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