Contra la 'suerte' de la Rep¨²blica
Un libro revisa el papel de Casares Quiroga antes y despu¨¦s del 18 de julio
"En las actas del Colegio de Abogados y en cuantos libros figure el nombre repugnante de Casares Quiroga deber¨¢ procederse asimismo a borrarlo, en forma que las generaciones futuras no encuentren m¨¢s vestigio suyo que su ficha antropom¨¦trica de forajido". Corrigiendo las faltas, en el dictado del gobernador civil de A Coru?a, Jos¨¦ Mar¨ªa Arellano, del "segundo a?o triunfal, 26 de noviembre de 1937", comenzaba la mala suerte historiogr¨¢fica de Santiago Casares Quiroga (A Coru?a, 1884-Par¨ªs, 1950), jefe de Gobierno de la Rep¨²blica bajo la presidencia de Manuel Aza?a.
Dimite del cargo el 18 de julio de 1936 y poco antes del final de la guerra se exilia en Francia. Esther Casares, la hija mayor, casada con un capit¨¢n de Infanter¨ªa, y su nieta Cuca fueron rehenes de Franco en A Coru?a hasta 1955, cinco a?os despu¨¦s de su muerte en Par¨ªs.
"No puedo armar al pueblo porque ?a qui¨¦nes van a ir esas armas?", se defend¨ªa
Un diputado aza?ista lo tild¨® de "el mayor caso de persecuci¨®n a un pol¨ªtico"
Recientemente publicado, tras dos a?os de trabajo, Santiago Casares Quiroga. La forja de un l¨ªder (Eneida, editores Emilio Grand¨ªo y J. Rodero) intenta arrojar luz sobre "el caso m¨¢s grande de odio y persecuci¨®n a un pol¨ªtico y a su familia", en palabras de Alfredo Somoza, el que fuera diputado de Izquierda Republicana por A Coru?a. De ese cap¨ªtulo -Los Casares: una familia perseguida- se ocupa el historiador Carlos Fern¨¢ndez, autor en 2000 de Casares Quiroga: una pasi¨®n republicana. La mayor biograf¨ªa de un pol¨ªtico que no dej¨® memorias, fuera del diagrama de flujo que constituye todav¨ªa la voz de Mar¨ªa Casares en Residente privilegiada.
En el libro de la hija que atraves¨® con ¨¦l los Pirineos -para convertirse en ciudadana francesa y sustento dram¨¢tico de Cocteau, Bresson y, sobre todo, Camus-, se sugiere la dificultad de dar voz a un hombre de salud quebradiza, ausente de s¨ª mismo: "Es como cuando, bas¨¢ndose en diferentes informes, se consigue trazar detalle por detalle la imagen robot de un bandido perseguido: terminado el retrato aparece una cara, pero el hombre no est¨¢ ah¨ª".
Las im¨¢genes de lo posible, con todo, aportan prolijos an¨¢lisis sobre las claves de su ascenso dentro del poder local coru?¨¦s (?scar Ares), su relaci¨®n con el obrerismo cuando le toc¨® garantizar el orden p¨²blico (Eliseo Fern¨¢ndez y Mirta N¨²?ez), la cuesti¨®n familiar y el exilio (Esther Varela Casares, Mar¨ªa Lopo e Isabel G¨®mez), dif¨ªcil de seguir por su alejamiento de la vida p¨²blica, las biograf¨ªas paralelas "a distancia aproximada" de Casares Quiroga y el centrista fonsagradino Manuel Portela Valladares (su alter ego durante los primeros a?os de la Rep¨²blica en Galicia), el rumbo de la memoria documental de Casares Quiroga o su papel durante el 18 de julio. Esta ¨²ltima revisi¨®n corre a cargo de Emilio Grand¨ªo, que tambi¨¦n se ocupa de lo que pudo ser el casarismo. Desde la Organizaci¨®n Republicana Gallega Aut¨®noma (ORGA), que fund¨® con Vilar Ponte en 1929 -cuando se celebra el plebiscito del Estatuto, el 28 de junio del 36, ¨¦l era jefe de Gobierno-, hasta desembocar con Marcelino Domingo y su amigo y valedor Aza?a, federalista de Espa?a ser¨¢ federal o no ser¨¢, en Izquierda Republicana.
"Novedades son casi todas", conviene Grand¨ªo, particularmente interesado en desmenuzar los gestos y los hechos de Casares Quiroga durante el fin de semana del 17 al 19 de julio de 1936. Las cr¨ªticas al excesivo personalismo del abogado coru?¨¦s, su supuesta desidia -la tuberculosis le libr¨® de enfrentarse como gobernante a la masacre de anarquistas en Casas Viejas (1933)- y la historia de su inmediata dimisi¨®n tras ser consciente de la dimensi¨®n de la asonada, duran tres cuartos de siglo.
Ninguno de estos adjetivos cuadra, por ejemplo, con la actitud que mantuvo cuatro a?os antes, en la intentona golpista del general Sanjurjo. Fue el ¨²nico miembro de aquel gabinete ministerial contrario a la indulgencia con el militar, con la diferencia de que la sanjurjada fracas¨®. "En la decisi¨®n de no publicar sus opiniones, como s¨ª hicieron muchos de sus compa?eros, influye sin duda la retenci¨®n de su hija y nieta en A Coru?a", resume Grand¨ªo. Sigue habiendo quien lo atribuye a la magnitud de sus errores.
El m¨¢s repetido, no armar al pueblo. En el libro de expresivo t¨ªtulo, adjunta Grand¨ªo algunas explicaciones -interpuestas- de Casares. Estas son extra¨ªdas de las memorias de Juan Sime¨®n Vidarte, vicesecretario general del PSOE entre 1932 y 1939: "Yo no puedo dar ¨®rdenes de que se arme al pueblo. Es muy sencillo eso de repartir armas. Me bastar¨ªa llamar ahora a los gobernadores y decir que las entreguen, ya que en todos los gobiernos civiles las hay en abundancia, pero, ?a qui¨¦nes van a ir a parar esas armas?, ?qu¨¦ uso se va a hacer de ellas? [...] ?Es que puede usted asegurarse que toda Espa?a no se va a convertir en lo que fue Asturias en el mes de octubre? Creo que ya les dije a ustedes que el Gobierno cuenta con medios para dominar la sublevaci¨®n sin necesidad de hacer locuras ni de que arda el pa¨ªs; seguiremos hablando".
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