Egipto, entre islamistas y militares
Un a?o despu¨¦s del inicio de la revuelta contra Mubarak, el pa¨ªs inicia el camino sin retorno hacia la democracia - Dos fuerzas opuestas se disputan la hegemon¨ªa
Hace un a?o y un mes, la victoria del Partido Nacional Democr¨¢tico de Hosni Mubarak en unas elecciones parlamentarias ap¨¢ticas y ama?adas pareci¨® confirmar la at¨¢vica mansedumbre del pueblo egipcio. Hace un a?o, miles de egipcios salieron inesperadamente a las calles para arrebat¨¢rselas a la polic¨ªa y la plaza de Tahrir, en El Cairo, se convirti¨® en un s¨ªmbolo revolucionario. Ayer las multitudes volvieron a Tahrir, de forma pac¨ªfica, para celebrar la revoluci¨®n o para lamentar su rumbo. Egipto ha iniciado un camino sin retorno en el que dos fuerzas opuestas pero puntualmente aliadas, el Ej¨¦rcito y el islamismo pol¨ªtico, se disputar¨¢n la hegemon¨ªa.
Egipto es, un a?o despu¨¦s, un pa¨ªs m¨¢s pobre y desordenado, inmerso en protestas y en un conflicto de poderes entre la Junta militar y el Parlamento islamista. Resulta f¨¢cil criticar los resultados de la revoluci¨®n. Pero eso supone perder de vista cuestiones esenciales: Egipto es hoy un pa¨ªs m¨¢s libre y m¨¢s esperanzado. No es el pa¨ªs que so?aban los h¨¦roes de Tahrir, los j¨®venes de Facebook y todos los que se jugaron la vida, perdi¨¦ndola en m¨¢s de mil casos, para derribar la dictadura de Mubarak. Es solo un pa¨ªs que renace tras las primeras elecciones libres de su historia y se enfrenta a dificultades formidables.
No es el futuro que so?aban los h¨¦roes de Tahrir ni los j¨®venes de Facebook
Es un pa¨ªs que renace tras las primeras elecciones libres de su historia
En las elecciones celebradas durante los ¨²ltimos meses, el ¨ªmpetu progresista de Tahrir se ha visto aplastado por los partidos religiosos, conservadores y pol¨ªticamente ambiguos. Podr¨ªa pensarse que los dem¨®cratas laicos constituyen en Egipto una peque?a minor¨ªa, que asumi¨® la funci¨®n de detonar el cambio y luego qued¨® reducida a un papel testimonial. Probablemente no son tan minoritarios, ni el islamismo es tan fuerte como podr¨ªa pensarse por el resultado electoral.
"He hecho mis c¨¢lculos a la hora de votar y supongo que algo parecido habr¨¢n hecho muchos otros egipcios", comentaba Hassan, treinta?ero y musulm¨¢n practicante, unas semanas atr¨¢s. "En una situaci¨®n distinta no se me habr¨ªa ocurrido votar a un partido islamista, porque no quiero que en mi pa¨ªs rija la ley cor¨¢nica, ni que se oprima a las mujeres, ni que se discrimine a los cristianos", explic¨®. "Pero tenemos problemas urgentes y nos hace falta", sigui¨®, "un Gobierno m¨¢s o menos coherente, del que sepamos qu¨¦ se puede esperar, con valores que representen nuestra tradici¨®n y capaz de organizar un cambio paulatino, sin saltos en el vac¨ªo: por eso he votado a los Hermanos Musulmanes".
Tampoco conviene minusvalorar al Ej¨¦rcito ni suponer que la mayor¨ªa de los egipcios lo ven como enemigo. Aunque los militares fueron el pilar que sostuvo la dictadura de Mubarak, son tambi¨¦n uno de los pilares del Egipto moderno y representan, pese a la corrupci¨®n y la brutalidad de su c¨²pula, valores apreciados, como la independencia nacional y el constitucionalismo.
Los Hermanos Musulmanes egipcios aseguran que Turqu¨ªa es el modelo que aspiran a imitar. De una forma u otra, en el conjunto de los pa¨ªses ¨¢rabes se ha forjado un cierto consenso sobre la conveniencia de seguir el ejemplo turco. Cabe recordar que Turqu¨ªa ha gozado, por razones hist¨®ricas y estrat¨¦gicas, de una serie de patrocinios y garant¨ªas (ingres¨® en la OTAN en 1952, en 1962 fue uno de los pa¨ªses fundadores de la OCDE, desde 1995 cuenta con un acuerdo aduanero de la UE y mantiene relaciones econ¨®micas privilegiadas con Alemania) que no est¨¢n al alcance de sus imitadores. A¨²n as¨ª, Turqu¨ªa ha sufrido golpes de Estado en cadena (1960, 1971, 1980 y 1997) y vive bajo la fricci¨®n entre el autoritarismo laicista del Ej¨¦rcito, el conservadurismo islamista y el liberalismo prooccidental de sectores intelectuales y econ¨®micos.
Ese es el futuro que, en t¨¦rminos razonablemente optimistas, pueden esperar Egipto y sus vecinos. Por ahora, lo m¨¢s perceptible son las divisiones entre quienes reclaman seguir con la revoluci¨®n y quienes piden mayor estabilidad; la pobreza y los desequilibrios macroecon¨®micos, agudizados por la incertidumbre pol¨ªtica; la inseguridad y las protestas continuas. Esos son, sin embargo, los frutos prematuros de la libertad. Ni la ca¨ªda del turismo ha sido tan brutal como se tem¨ªa (mientras los hoteles de El Cairo languidecen, los del mar Rojo siguen llenos), ni se ha producido un desastre financiero (el valor de la moneda y la inflaci¨®n se mantienen dentro de m¨¢rgenes tolerables), ni el desorden pol¨ªtico ha desembocado en caos.
La Junta militar presidida por el general Mohamed Tantaui, que hered¨® el poder de Mubarak, se ha mostrado titubeante. El balance es ambiguo: ha organizado unas elecciones cre¨ªbles, pero ha reprimido con violencia las manifestaciones; ha permitido el enjuiciamiento de Mubarak y sus hijos, pero hace lo posible por evitar su condena; ha impulsado una reforma constitucional, pero sigue recurriendo a los tribunales castrenses para reprimir la contestaci¨®n; ha abolido el estado de excepci¨®n, pero s¨®lo parcialmente; ha tolerado una prensa m¨¢s libre, pero mantiene el aparato propagand¨ªstico de la dictadura.
Est¨¢ por ver el papel que desempe?ar¨¢ el Parlamento islamista, y hasta qu¨¦ punto ser¨¢ capaz de acotar el terreno del Ej¨¦rcito. El cambio apenas ha empezado. Lo que no debe olvidarse es que hace s¨®lo un a?o era impensable que miles de personas pudieran reunirse en Tahrir para gritar contra el Gobierno.
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