El recuperador
EL RECUPERADOR es un sorprendente artefacto m¨¢s o menos del tama?o de una cama no muy grande, cerrado por una carlinga flexible. Las carlingas flexibles se inventaron en la Segunda Guerra Mundial, para poder girar las ametralladoras en los bombarderos.
Carlinga es una palabra muy curiosa.
Lo bueno de inventar un artefacto sorprendente es que s¨®lo tiene que reunir dos condiciones, la de artefacto y la de sorprendente.
A los bombarderos los llamaban fortalezas flotantes.
A la cama con carlinga de Zacar¨ªas lo llaman los inventores finlandeses con nombres alemanes EL RECUPERADOR, pero ¨¦l est¨¢ decidido a cambiarle el nombre. A los aviones en la guerra les ponen nombre de mujer, Dios sabe por qu¨¦, a los barcos no, porque dicen que trae mala suerte.
"Al cerrar la carlinga de su nave, se revisti¨® de la solemnidad de los aviadores"
El padre de Zacar¨ªas siempre dec¨ªa que los hombres malos acaban aceptando grandes responsabilidades que les superan. Zacar¨ªas hab¨ªa aceptado de buen grado la responsabilidad de salvar el universo.
Zacar¨ªas llam¨® Zacar¨ªas a su RECUPERADOR, en honor a su padre. Lo escribi¨® con una tiza en el fuselaje. Como su padre no se llamaba Zacar¨ªas, la gente pens¨® que era un eg¨®latra o que no ten¨ªa novia. Est¨¢ por ver que ambas cosas no sean ciertas.
Fuselaje es una palabra que tendr¨¢ que caer, pero que por ahora vuela.
A su manera, Zacar¨ªas sent¨ªa la gratitud de una chiquilla que ahora tiene un lazo de raso cuando antes no ten¨ªa nada.
Tales sensaciones las han tenido tambi¨¦n los monos que viajan en el tiempo y hasta la gente que simplemente recuerda.
Y hablando de recordar, mientras se alejaba, record¨® algunos rostros que no echar¨ªa de menos. Al cerrar por fin la carlinga de su nave, se revisti¨® de la solemnidad de los aviadores, m¨¢s a¨²n, de la solemnidad de los pioneros. A esto se le llama en aviaci¨®n el efecto carlinga, y es muy com¨²n. Tambi¨¦n sucede que bajo el mar la gente tiende a desarrollar tendencias homosexuales. Esto est¨¢ m¨¢s que probado y hasta han construido artefactos para celebrar tales tendencias (por lo dem¨¢s inocentes), se llaman submarinos.
Now, o sea ahora, es mejor dejar claro que este tr¨¢fico temporal tiene que tener su orden y su porqu¨¦, porque si no para qu¨¦. Y los d¨ªas de saber ya se han agotado y ahora son los d¨ªas de hacer los que cuentan y hacer lo que se dice hacer, se hace lo que ya se ha hecho. Y de nada sirve mandar a nadie a un tiempo que no es el suyo porque as¨ª s¨®lo se consigue robarle tiempo a otros que ya nos robaron bastante tiempo en su d¨ªa, sin ni siquiera conocernos. Los Zacar¨ªas e Irenes de ahora no son los monos del pasado, estos Zacar¨ªas e Irenes vuelven para recuperar su propio tiempo, el que ellos han perdido. No son monos anacr¨®nicos, son gente de bien. Esto se podr¨ªa explicar mejor con una met¨¢fora o una f¨¢bula, pero un cient¨ªfico muy importante ha descubierto recientemente que las met¨¢foras y las f¨¢bulas son una p¨¦rdida de tiempo. Y tiempo, la verdad es que no sobra. Espero que al menos esto haya quedado bien claro.
Los internautas se interesaron mucho por la aventura de Zacar¨ªas en el tiempo, pero Zacar¨ªas no les prest¨® atenci¨®n alguna. Los internautas son astronautas sin escafandra, es decir, gente vulgar y corriente que nunca pisar¨¢ la Luna.
Para quienes sientan una especial debilidad por la suerte de los animales, o los internautas, habr¨ªa que decir que los monos que viajaban en el tiempo, para atr¨¢s o para delante, fueron enterrados con la pompa que requieren los monos. Los tiraron a una zanja y no fue nadie al entierro. Tampoco se ha visto nunca a un mono llorando en el entierro de un hombre, as¨ª que estamos iguales. El viaje de Zacar¨ªas no mecer¨ªa mayor consideraci¨®n, si no fuera porque estos Zacar¨ªas y estas Irenes tienen la extra?a obligaci¨®n de recuperar el tiempo que ahora nos falta. Mi nombre tambi¨¦n es Zacar¨ªas y el suyo tambi¨¦n es Irene, as¨ª que un poquito de atenci¨®n no es mucho pedir, incluso ahora que el tiempo no sobra y la vida por fin se encoge. Las primeras arrugas de un rostro siempre pasan desapercibidas y en seguida ya es tarde. Algo se esconde entre nosotros como el metal en la mina, como la radiaci¨®n bajo el agua. El que viaja en el tiempo da muchas cosas por sentadas que a los dem¨¢s a¨²n inquietan. Tambi¨¦n los pasajeros se marean en los barcos mientras el capit¨¢n sonr¨ªe. Y por la misma raz¨®n, cuando sonr¨ªen los pasajeros, el capit¨¢n no concilia el sue?o.
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