"No agradezco al m¨¦dico estar vivo"
Paralizado del cuello a los pies, Tony Nicklinson exige el derecho a elegir el momento de su muerte - Pide a la justicia que le permita el suicidio asistido
Tony Nicklinson ten¨ªa 50 a?os y una vida hiperactiva en 2005: ingeniero civil, disfrutaba de su trabajo para grandes constructoras en Malasia, en Hong Kong, en los Emiratos; sent¨ªa tal pasi¨®n por el rugby que fue vicepresidente de la asociaci¨®n de rugby del golfo P¨¦rsico; no era rico, pero ten¨ªa un alto nivel de vida, y ya pensaba en su jubilaci¨®n, que imaginaba en Sud¨¢frica junto a su mujer, Jane, y sus dos hijas. Era, como le define Jane, "el alma de todas las fiestas", polemista y conversador infatigable.
Todo eso se evapor¨® cuando un problema de coraz¨®n que nunca le hab¨ªan detectado le provoc¨® estando en Atenas un derrame cerebral que le dej¨® paral¨ªtico del cuello para abajo. No puede hablar, le alimentan con papillas, sufre como una humillaci¨®n depender para casi todo de sus cuidadores. Pero puede pensar. El derrame le dej¨® intacto el intelecto, lo que multiplica de forma insoportable la esclavitud de vivir atrapado en un cuerpo inerme: "?Estoy agradecido a los m¨¦dicos porque he sobrevivido? No. Ellos no tienen que vivir con las consecuencias. Si volviera al pasado dejar¨ªa que la naturaleza siguiera su curso y no pedir¨ªa ayuda".
Ingeniero y amante del rugby, tuvo un derrame cerebral en 2005, con 50 a?os
Cree que la ley hurta la opci¨®n de escoger no vivir a los discapacitados
Los avances tecnol¨®gicos no solo le ataron a la vida: tambi¨¦n le permiten manejar un ordenador con los p¨¢rpados. Puede escribir. Y manejar la televisi¨®n. Encender y apagar la luz de su habitaci¨®n. O pedir ayuda cuando el no poder rascarse la oreja es insoportable.
Cuando comprendi¨® que aquello no cambiar¨ªa, que "solo pod¨ªa ir a peor", se dio dos a?os de reflexi¨®n sobre su futuro. En 2007 orden¨® que le retiraran toda la medicaci¨®n y que no le trataran si empeoraba. Y empez¨® a luchar para tener el derecho a suicidarse. No hoy, quiz¨¢s tampoco ma?ana, pero seguramente pronto. Pero no se puede suicidar sin la ayuda de alguien. Y la ley brit¨¢nica proh¨ªbe esa ayuda. Tony Nicklinson no quiere matarse, quiere saber que podr¨¢ morir cuando ¨¦l quiera. Cree que la ley discrimina a los discapacitados f¨ªsicos al no dejarles hacer algo que los dem¨¢s s¨ª pueden: elegir, libre y conscientemente, dejar de vivir.
Ha llevado su caso a los tribunales y el Tribunal Superior de Justicia ha empezado a estudiarlo hace poco m¨¢s de una semana. El Gobierno, sin embargo, dice que esas cosas dependen del Parlamento, no de un juez. "Los pol¨ªticos son unos cobardes", interviene ¨¦l.
Tony y Jane viven en una casita luminosa y agradable en Melksham, un pueblo de Wiltshire, 170 kil¨®metros al oeste de Londres. "No s¨¦ por qu¨¦ vivimos aqu¨ª, la verdad", explica Jane con una mirada indefinible, mezcla de coraje, cansancio, amor, incomprensi¨®n, resignaci¨®n, inconformismo. "Cuando volvimos de Atenas tuvimos que ir a un hospital en Kent porque all¨ª viv¨ªamos antes de ir al extranjero. Pero ya no conoc¨ªamos a nadie. Nos trasladamos aqu¨ª. Mi madre vive en Andover, a una hora. Tengo un hermano en Dorset. Una hermana en Cornualles. Ten¨ªa sentido venir. Me gusta Bath. Trabaj¨¦ all¨ª hace muchos a?os y est¨¢ cerca. Pero no ten¨ªamos verdaderas ra¨ªces en Reino Unido y pod¨ªamos haber ido a cualquier lado".
Se conocieron en Dub¨¢i, donde ella trabajaba de enfermera, en 1984, en una cita a ciegas organizada por su mejor amiga. Llevan 26 a?os juntos. Jane habla por Tony, pero es obvio que sabe cu¨¢les ser¨ªan sus palabras si pudiera hablar. Llevan a?os d¨¢ndole la vuelta a la misma idea, que ¨¦l ha desarrollado en multitud de escritos que pone a disposici¨®n del periodista: respuestas a cuestionarios period¨ªsticos o de gente que le escribe, coloquios en los que ha intervenido, debates con grupos provida o de quienes defienden una muerte digna para los enfermos terminales pero no para gente como ¨¦l, que puede vivir much¨ªsimos a?os pero en condiciones que considera insoportables.
Solo habla Jane, pero Tony sigue la conversaci¨®n. A veces r¨ªe. A veces parece llorar. ?O es un gemido de impotencia por no poder hablar, una explosi¨®n de emociones cuando la conversaci¨®n gira en torno a los buenos tiempos, a sus hijas, al rugby?
Jane sabe enseguida cu¨¢ndo quiere intervenir ¨¦l. "Para comunicarse, Tony usa esto", dice, mostrando una tabla con el alfabeto dividido en varios grupos de letras. "Mira a las letras y colores para decirme lo que quiere decir", explica. Ella va repitiendo cada letra para confirmar a cu¨¢l se refiere y luego dice en voz alta la palabra resultante. "Tiene tambi¨¦n este ordenador que habla, pero se ha de preparar antes. Hay que programar las preguntas. Y para preguntas y respuestas es mejor que utilicemos esto".
"Mucha gente cree que Tony quiere morir ma?ana, pero no es eso lo que quiere. Sabe que llegar¨¢ el momento en que su vida se convierta en algo insoportable y que quiera acabar con eso. Pero no es algo inmediato. Quiere saber que, cuando llegue el momento, ser¨¢ capaz de hacerlo. Porque ahora no puede". ?l interviene en la conversaci¨®n: "Para el futuro", dice. "Quiere saber que en el futuro podr¨¢ acabar con su vida".
"Los m¨¦dicos dicen que no pueden hacer nada y, para m¨ª, los cuidados paliativos no significan nada", ha escrito ¨¦l en uno de sus textos. "Mis opciones son limitadas. Puedo seguir as¨ª hasta que muera (porque el Estado me dice que tiene que ser as¨ª: plan A). Puedo dejarme morir de hambre, una forma especialmente horrible de marcharse y angustiosa para mi familia. Puedo ir a Dignitas, pero no tengo las m¨¢s de 10.000 libras que costar¨ªa", a?ade.
"La gente no se da cuenta del valor de tener un plan B (la capacidad de decidir d¨®nde, cu¨¢ndo y c¨®mo morir). Sufro una constante y extrema angustia mental sabiendo que no tengo un plan (una v¨ªa de escape realista para el momento en que la vida se me haga insoportable, como seguro que ocurrir¨¢). La ley me ha fallado. La sociedad me ha fallado. Hay que cambiar la ley. Esa es la raz¨®n por la que le dar¨ªa la bienvenida a una enfermedad como el c¨¢ncer. ?D¨®nde est¨¢n los infartos cuando uno los necesita?", ironiza.
"Tony podr¨ªa estar discutiendo sobre esto durante horas, y pasa mucho tiempo pensando en ello. Tiene mucho tiempo para pensar", relata Jane. "Muchos se oponen porque hay que proteger a la gente vulnerable y todo eso. Pero nosotros nos referimos a alguien que no puede f¨ªsicamente quitarse la vida. A gente que tiene la mente intacta pero f¨ªsicamente no pueden hacerlo por s¨ª mismos. Y luego est¨¢ toda esa gente religiosa que dice que la vida es sagrada y bla, bla, bla. Tony es ateo. Y no acepta que le impongan las opiniones de la gente religiosa. ?Por qu¨¦ tienen que imponerle sus ideas?". Y usted, ?tambi¨¦n es atea? "Bah..., no estoy segura. Pero Tony lo es y nunca ha sido un secreto. No tiene fe en absoluto".
Tony necesita ayuda para morir porque alguien le ha de poner a su alcance una dosis letal, pero podr¨ªa ingerirla ¨¦l mismo. "Podr¨ªa ir a Dignitas, en Suiza, porque podr¨ªan prepararlo todo de manera que activara con la cabeza un interruptor que pusiera en marcha el mecanismo y administrarse a s¨ª mismo la dosis legal. Pero es muy caro. Y adem¨¢s dice que por qu¨¦ tiene que ir al extranjero cuando podr¨ªa estar en casa, acompa?ado de su familia, en su cama, en lugar de estar en un pol¨ªgono industrial", explica Jane.
Si ganaran el caso en los tribunales y llegara el d¨ªa en que quisiera quitarse la vida, ?qui¨¦n le ayudar¨ªa? "Lo ideal es que fuera un m¨¦dico, para que sea r¨¢pido y sin dolor. Pero en el peor de los casos, lo har¨¦ yo. Soy enfermera y s¨¦ c¨®mo encontrar una vena o una arteria. Para Tony, lo ideal ser¨ªa que yo le diera un sedante que le dejara dormido y que un doctor le inyectara la dosis fatal de manera que yo no tuviera que vivir con el pensamiento de que le he matado", dice. "Mi idea es que sea un m¨¦dico enfermo terminal", explica Tony por se?as. "?Que te d¨¦ lo que quieres? Eso es nuevo para m¨ª", replica ella. "Mi hermana siempre me dice que si ella se estuviera muriendo, que si el m¨¦dico le diera solo seis meses de vida, lo har¨ªa ella misma", explica Jane.
?Qu¨¦ piensan sus dos hijas? "Nos apoyan totalmente. Saben c¨®mo era la vida antes", responde ella, mientras ¨¦l expresa una intensa emoci¨®n con un gemido. "Saben que era muy alegre, el alma de todas las fiestas. Un aut¨¦ntico juerguista. Todo lo hac¨ªa a lo grande: el trabajo, la vida. El t¨ªpico jugador de rugby. Y ellas ven c¨®mo es ahora su vida".
Tony se pasa la ma?ana en el ordenador. "Est¨¢ escribiendo un libro de memorias", explica ella. Y ¨¦l se r¨ªe. "Es sobre su vida anterior. Ha viajado mucho, ha conocido a mucha gente interesante y divertida, y su escritura es muy entretenida", afirma. "A las cuatro, vienen a ponerle en el sill¨®n y ve televisi¨®n toda la tarde hasta que se va a la cama. Todo muy plano, muy aburrido", contin¨²a, y ¨¦l la interrumpe: "Es realmente muy excitante", ironiza. La tragedia no le ha matado el sentido del humor. O quiz¨¢s le ha agudizado el sarcasmo.
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