Dinero y moralidad
?ltimamente, la desigualdad ha vuelto a ser tema de conversaci¨®n nacional. Ocupa Wall Street dio visibilidad al asunto, mientras que la Oficina de Presupuestos del Congreso proporcion¨® datos rigurosos sobre el aumento del desfase salarial. Y el mito de una sociedad sin clases ha quedado en evidencia: entre los pa¨ªses ricos, Estados Unidos sobresale como el lugar en el que la condici¨®n econ¨®mica y social tiene m¨¢s probabilidades de ser heredada.
As¨ª que ya sab¨ªamos lo que iba a pasar a rengl¨®n seguido. De repente, los conservadores nos est¨¢n diciendo que, en realidad, la cuesti¨®n no es el dinero; es un problema de moralidad. El estancamiento de los salarios y todo eso es lo de menos, el verdadero problema es el hundimiento de los valores familiares de la clase trabajadora, lo cual por alguna raz¨®n es culpa de los liberales.
?Pero de verdad que todo es una cuesti¨®n de moralidad? No, es fundamentalmente una cuesti¨®n de dinero.
Para ser justos, el nuevo libro en torno al cual gira el contraataque conservador, Coming Apart: The State of White America, 1960-2010 (Fragmentaci¨®n: la situaci¨®n del EE UU blanco, 1960-2010), de Charles Murray, en efecto pone de relieve algunas tendencias sorprendentes. Entre los estadounidenses blancos con un nivel de educaci¨®n secundaria o m¨¢s bajo, la tasa de matrimonios y la participaci¨®n de los hombres en la fuerza laboral han descendido, mientras que los nacimientos fuera del matrimonio han aumentado. Claramente, la sociedad trabajadora blanca ha cambiado en formas que no pintan nada bien.
EE UU es el pa¨ªs donde la condici¨®n econ¨®mica? tiene m¨¢s probabilidades de ser heredada
Pero la primera pregunta que uno debe hacerse es: ?verdaderamente est¨¢n las cosas tan mal en lo que a valores se refiere?
Por lo visto, Murray y otros conservadores tienden a dar por sentado que el declive de la familia tradicional tiene repercusiones terribles para la sociedad en su conjunto. Naturalmente, esta es una postura que viene de antiguo. Al leer a Murray, me puse a pensar en una diatriba anterior, el libro de 1996 de Gertrude Himmelfarb, The Demoralization of Society: From Victorian Virtues to Modern Values (La desmoralizaci¨®n de la sociedad: de las virtudes victorianas a los valores modernos), que hablaba m¨¢s o menos del mismo tema, afirmaba que nuestra sociedad se estaba viniendo abajo y predec¨ªa una desintegraci¨®n a¨²n mayor a medida que prosegu¨ªa el deterioro de las virtudes victorianas.
Pero lo cierto es que algunos indicadores de la disfunci¨®n social han mejorado dr¨¢sticamente, a pesar de que la familia tradicional sigue perdiendo terreno. Que yo sepa, Murray nunca menciona ni el descenso de los embarazos en adolescentes en todos los grupos raciales desde 1990, ni la disminuci¨®n en un 60% de los cr¨ªmenes violentos desde mediados de la d¨¦cada de 1990. ?Podr¨ªa ser que las familias tradicionales no sean tan cruciales para la cohesi¨®n social como pregonan?
Somos una sociedad en la que los hombres con pocos estudios tienen muy dif¨ªcil encontrar un empleo con un sueldo decente y seguro m¨¦dico
Aun as¨ª, est¨¢ claro que algo le est¨¢ sucediendo a la familia tradicional de clase trabajadora. La pregunta es qu¨¦. Y francamente, es sorprendente con qu¨¦ rapidez y con qu¨¦ alegr¨ªa rechazan los conservadores la respuesta aparentemente obvia: una reducci¨®n dr¨¢stica de las oportunidades de empleo al alcance de los hombres con un nivel de estudios bajo.
La mayor¨ªa de las cifras que vemos sobre las tendencias salariales en EE UU se centran en las familias m¨¢s que en los individuos, lo cual tiene sentido para determinados prop¨®sitos. Pero si observamos el modesto aumento en los salarios de los escalafones m¨¢s bajos de la distribuci¨®n de la renta, hay que fijarse en que este aumento en su totalidad ¡ªs¨ª, en su totalidad¡ª proviene de las mujeres, tanto porque hay m¨¢s mujeres entre los asalariados como porque los sueldos de las mujeres no est¨¢n tan por debajo de los de los hombres como sol¨ªan estar.
Sin embargo, para los hombres trabajadores con un bajo nivel de estudios, todo ha sido negativo. El salario base, ajustado a la inflaci¨®n, de los hombres que tienen terminado el bachiller han ca¨ªdo un 23% desde 1973. Por otro lado, las prestaciones del trabajador han ca¨ªdo en picado. En 1980, el 65% de los trabajadores con el bachillerato reci¨¦n terminado que trabajaban en el sector privado ten¨ªan seguro m¨¦dico, pero en 2009, el porcentaje hab¨ªa descendido hasta el 29%. De modo que nos hemos convertido en una sociedad en la que los hombres con pocos estudios tienen grandes dificultades para encontrar un empleo con un sueldo decente y buenas prestaciones. Pero, por alguna raz¨®n, se supone que tenemos que sorprendernos de que estos hombres tengan menos probabilidades de formar parte de la fuerza laboral o de casarse, y llegar a la conclusi¨®n de que ha debido de haber un misterioso cataclismo moral causado por los liberales pijos. Y Murray tambi¨¦n nos dice que los matrimonios de la clase trabajadora, si es que se producen, se han vuelto menos felices; por extra?o que parezca, los problemas de dinero hacen eso.
Y un pensamiento m¨¢s: el verdadero ganador en esta controversia es el distinguido soci¨®logo William Julius Wilson. All¨¢ por 1996, el mismo a?o en que Himmelfarb se lamentaba del hundimiento de nuestros valores morales, Wilson publicaba When Work Disppears: The New World of the Urban poor (Cuando el trabajo desaparece: el nuevo mundo de los pobres de ciudad), en el que sosten¨ªa que gran parte de los alborotos sociales entre los afroamericanos, generalmente atribuidos a un desplome de los valores. En verdad se deb¨ªan a la falta de trabajos manuales en las zonas urbanas. Si estaba en lo cierto, es de esperar que suceda algo parecido si otro grupo social ¡ªpor ejemplo, los blancos de clase trabajadora¡ª experimentaran una p¨¦rdida de oportunidades econ¨®micas comparable. Y as¨ª ha sido.
De modo que deber¨ªamos rechazar el intento de alejar la conversaci¨®n nacional del aumento de la desigualdad y centrarla en los defectos morales de los estadounidenses que se est¨¢n quedando rezagados. Los valores tradicionales no son tan esenciales como a los conservadores sociales les gustar¨ªa hacernos creer y, en cualquier caso, los cambios sociales que se est¨¢n produciendo en la clase trabajadora de EE UU son en su mayor¨ªa la consecuencia, no la causa, del dr¨¢stico alza de la desigualdad.
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