Eurodesencanto
La crisis ya no es solo econ¨®mica, sino tambi¨¦n pol¨ªtica, social y de identidad. El proyecto de uni¨®n nacido de la posguerra languidece
¡°Europa es una pesada carga que nuestros padres nos ataron a los tobillos por culpa de nuestros abuelos¡±. Un joven estudiante alem¨¢n pasea todo ese tormento a sus espaldas en el Instituto Universitario Europeo, en Florencia. A mil kil¨®metros de all¨ª, en un peque?o restaurante pr¨®ximo a la Comisi¨®n Europea de la capital¨ªsima Bruselas, un alto funcionario de un pa¨ªs del Sur sentencia que la UE ¡°ya es, o deber¨ªa ser, una organizaci¨®n internacional como la OCDE o el Fondo Monetario Internacional; ni m¨¢s ni menos¡±.
Ese eurobur¨®crata y el universitario no se conocen, y sin embargo comparten una sensaci¨®n que recorre el continente de arriba abajo, como una larga cicatriz. El eurodesencanto, convertido en algunos lugares en un irritante euroescepticismo ¡ªel de los movimientos nacionalpopulistas que tienen el viento a favor en varios pa¨ªses¡ª, es la pen¨²ltima estaci¨®n de esta crisis que ya no es solo econ¨®mica, sino tambi¨¦n pol¨ªtica y social, de identidad y de modelo; una crisis invasiva, cancer¨ªgena, omnipresente. Para combatirla, Europa se mueve, pero solo cuando tiene el agua al cuello y siempre arrastrando penosamente los pies. Europa, en fin, tiene gripado el motor, el relato compartido que sostuvo durante tres generaciones el proyecto de posguerra de la integraci¨®n europea. Ha perdido el hilo. Y tiene dif¨ªcil recuperarlo porque su gen¨¦tica es controvertida y sus dudas sobre s¨ª misma cada vez mayores.
¡°Ya no se puede convencer a los j¨®venes de que la UE es imprescindible para evitar otra guerra. Hay una generaci¨®n para la que eso ya no vale. Necesitamos nuevas razones¡±, ha dicho esta semana el ministro de Hacienda alem¨¢n, Wolfgang Sch?uble. Durante un tiempo, el recuerdo de la guerra total fue un impulso determinante para construir Europa; despu¨¦s, la econom¨ªa y la moneda fueron el hilo del que tir¨® la pol¨ªtica para coser las costuras de la Uni¨®n. Al cabo, uni¨®n monetaria y moneda ¨²nica exigen una enorme confianza mutua: nadie vende nada a cambio de un billete si no conf¨ªa de veras en ese pedazo de papel.
Esa imprescindible confianza se ha desmoronado.
Europa se mueve, pero solo lo hace con el agua al cuello y arrastrando los pies
Una idea de Europa se est¨¢ apagando. Antes y despu¨¦s de la introducci¨®n del euro la UE fue un foco de atracci¨®n para muchos pa¨ªses que ve¨ªan en Europa un modelo atractivo, el de la econom¨ªa social de mercado, el del Estado de bienestar, el de valores como la prosperidad y la modernidad. La crisis econ¨®mica es ahora la crisis de esos valores. ¡°Y coincide con la emergencia de los t¨®picos m¨¢s baratos, con esa guerra dial¨¦ctica entre un Norte supuestamente trabajador y ahorrador, y un Sur vago y despilfarrador. Sin l¨ªderes pol¨ªticos capaces de construir otro discurso, y con Alemania tratando de imponer su modelo, la legitimidad del proyecto europeo se convierte en un envoltorio de cristal, fr¨¢gil y vulnerable¡±, asegura Josep Borrell, expresidente del Parlamento Europeo.
El optimismo de hace 10 a?os choca con la desmoralizaci¨®n actual, que es hija de esta crisis marcada por la desilusi¨®n y el miedo, la ausencia de un liderazgo fuerte, una toma de decisiones diab¨®licamente ineficaz. Todo eso deja ¡°la sensaci¨®n de haber pasado del cielo al infierno sin pasar por el purgatorio¡±, resume una fuente comunitaria. En realidad ese purgatorio existe: Grecia y sus m¨¢s de dos a?os de martirio. La crisis griega, convertida despu¨¦s en crisis existencial del euro, es la constataci¨®n de que la econom¨ªa determina en ¨²ltima instancia todo lo dem¨¢s. Y la enfermedad econ¨®mica europea es en realidad un cuadro cl¨ªnico en el que hay varias dolencias que se retroalimentan: da?os en el sistema circulatorio (la banca); da?os en el sistema nervioso (la toma de decisiones, entre Bruselas y el directorio Merkozy); da?os causados por el colesterol (exceso de grasa en la deuda p¨²blica y, sobre todo, privada), y ¨²ltimamente anemia (estancamiento o camino de la recesi¨®n en todo el continente). A eso hay que sumarle esa dolencia asintom¨¢tica, la p¨¦rdida del esp¨ªritu europe¨ªsta, y los efectos secundarios del tratamiento equivocado contra esos males, como consecuencia de un diagn¨®stico m¨¢s que discutible.
Europa se ha recetado a s¨ª misma austeridad en vena, prescrita por Berl¨ªn e inyectada v¨ªa Bruselas. Los mandarines del euro creen que el primer problema, la gran causa de la crisis, es fiscal. No solo en Grecia: en toda Europa. Y como tal, pretenden acabar con ella a base de recortes. No est¨¢ claro, nada claro, que eso sea as¨ª: Paul Krugman, Joseph Stiglitz y compa?¨ªa son los m¨¢s beligerantes contra ese diagn¨®stico y la consiguiente cura; hasta el FMI, que sol¨ªa estar justo al otro lado del tablero ideol¨®gico, ha alertado contra los excesos a la hora de declinar el verbo recortar.
La confianza entre los socios de la moneda ¨²nica se ha desmoronado
Los efectos secundarios de la austeridad son conocidos. A la corta, sobre todo si se aplica en todas partes a la vez y en un entorno de excesivo endeudamiento de todos los agentes ¡ªEstados, bancos, empresas y ciudadanos¡ª, el resultado es m¨¢s debilidad econ¨®mica, que se acaba trasladando a la banca (v¨ªa morosidad) y a la deuda p¨²blica (m¨¢s dudas acerca de la capacidad de pago de los pa¨ªses: sin crecer es imposible pagar). En fin: hay quien compara los recortes con las sangr¨ªas de los matasanos del medievo.
El desaf¨ªo es considerable: salvando las distancias, el continente ¡°corre el riesgo de romperse por tercera vez en un siglo¡±, esta vez sin tanques ni aviones, con los mercados financieros como ¨²nica artiller¨ªa, explica con un punto catastrofista ¡ªtan de moda ¨²ltimamente¡ª Edwin Truman, del Peterson Institute. El coste de esa ruptura del euro, a pesar de las Casandras, es tan elevado que lo m¨¢s probable es que no se produzca. Siempre con lentitud y siembre a golpes, Europa ha ido avanzando en la direcci¨®n correcta (regulaci¨®n financiera, pasos adelante en la uni¨®n econ¨®mica) y ha conseguido cosas impensables hace dos a?os. El camino es largo y oscuro: los argentinos saben que a veces la luz al final del t¨²nel enga?a y no es m¨¢s que un tren de mercanc¨ªas que se dirige hacia nosotros a toda velocidad. En ese trayecto hay media decena de estaciones fundamentales.
La banca. Pr¨®logo y ep¨ªlogo de la crisis. El prefacio de la versi¨®n europea de la Gran Recesi¨®n contiene toda la historia, como las primeras frases de las grandes novelas. En el principio fue la crisis financiera. Por diversas causas: porque algunas entidades metieron las zarpas en las hipotecas basura de EE UU (la banca alemana), por las burbujas inmobiliarias (Irlanda, Espa?a y de nuevo Alemania, cuyos bancos financiaron esas burbujas en la periferia), o porque las entidades estaban hasta las cejas de deuda p¨²blica europea, el que hace dos a?os era uno de los activos m¨¢s seguros del mundo, y cuyo deterioro ni Bruselas ni el t¨¢ndem Berl¨ªn-Par¨ªs son capaces de detener. Es dif¨ªcil parar ese c¨ªrculo vicioso entre crisis bancaria y crisis de deuda soberana porque el an¨¢lisis sigue basado en la premisa equivocada: que esta es una crisis causada por el exceso de deuda p¨²blica. Falso, salvo en el caso griego. Espa?a e Irlanda ten¨ªan super¨¢vits fiscales (frente al d¨¦ficit alem¨¢n) antes de los problemas.
El optimismo
En fin, el pr¨®logo de la Gran Recesi¨®n fue la crisis financiera; el ep¨ªlogo probablemente tambi¨¦n lo ser¨¢. Al cabo, ah¨ª, en los balances de los bancos, siguen larvados los excesos de todos los agentes econ¨®micos, que durante a?os minusvaloraron los riesgos asociados a una econom¨ªa cada vez m¨¢s financiera: es decir, m¨¢s arriesgada y m¨¢s dif¨ªcil de controlar. Luego vino todo lo dem¨¢s. Purgar esos excesos durar¨¢ a?os.
La deuda p¨²blica y el poder de las historias. Todo se arregla con historias¡±, dice Luis Landero en uno de sus libros. Todo se arregla, o todo se va al garete con ellas. En el caso de Europa, el problema de la deuda es variopinto: el storytelling del caso de Grecia es muy distinto del de Portugal e Irlanda o el de Espa?a e Italia. Pero Grecia, apenas el 2% del PIB europeo, es una especie de arquetipo de ese drama en cap¨ªtulos que es la crisis europea y de los merados financieros.
Una manada de b¨²falos corre lo que corre el b¨²falo m¨¢s d¨¦bil; si los lobos ven que pueden atacar a ese b¨²falo, la veda est¨¢ abierta para el siguiente (Portugal), para todos los dem¨¢s. Eso es, poco m¨¢s o menos, lo que ocurre en Europa. Grecia tiene un problema de solvencia. La deuda ya se le ha ido de las manos. Lleva cuatro a?os de recesi¨®n, el paro crece a toda velocidad, el dinero huye de all¨ª, los bancos sobreviven solo por la respiraci¨®n asistida del BCE. Los mercados (los lobos) observan c¨®mo Europa es incapaz de lidiar con el problema griego, han olido sangre y atacan por ah¨ª. Al primer rescate le sigui¨® un segundo plan de ayuda, y en Alemania se habla ya de un tercero: ni siquiera los 130.000 millones de euros del programa aprobado recientemente, que incluye la participaci¨®n de la banca en la reestructuraci¨®n de la deuda griega, eliminan los riesgos de que la soluci¨®n al problema se siga tejiendo y destejiendo una y otra vez, como el mito de Pen¨¦lope.
El pr¨®logo de la Gran Recesi¨®n fue financiero; el ep¨ªlogo tambi¨¦n lo ser¨¢
Frente a las soluciones extremas (solidaridad total o dejar caer a Atenas), la UE prefiere una soluci¨®n intermedia. Hay buenas razones tras esa decisi¨®n: pol¨ªticas (Grecia enga?¨® a sus socios y su salvamento crea una especie de dilema moral en pa¨ªses como Alemania), ideol¨®gicas (no hay rescate sino cr¨¦ditos, aunque al menos ahora en buenas condiciones, pero la financiaci¨®n no llega si Grecia no hace lo que se le ordena: un consenso de Berl¨ªn basado en austeridad y recortes). Incluso hay buenas razones econ¨®micas: un salvamento en toda regla provocar¨ªa que otros pa¨ªses, como Portugal o Irlanda, quisieran lo mismo; lo contrario, dejar caer a Grecia, podr¨ªa provocar un efecto contagio jupiterino: un momento Lehman. Los analistas consideran que Europa se ha rearmado y que est¨¢ mejor preparada que hace unos meses para contener ese hurac¨¢n. Pero cuidado. Como dec¨ªa el liberal Rudi Dornbusch, ¡°los desequilibrios, en econom¨ªa siempre duran m¨¢s de lo que se espera y siempre se corrigen de forma m¨¢s brusca de lo previsto¡±.
La econom¨ªa en declive. Espa?a como piedra de toque. A una crisis provocada por un excesivo endeudamiento privado que acaba convirti¨¦ndose en p¨²blico los Gobiernos responden con pol¨ªticas de austeridad: el resultado es una peligrosa recesi¨®n. Esa es la historia reciente de Europa, pero as¨ª sucedi¨® tambi¨¦n en Jap¨®n en los noventa y ese pa¨ªs lleva 20 a?os en hibernaci¨®n. El mismo debate tuvo un tal John Keynes con el Tesoro brit¨¢nico en los a?os treinta del siglo pasado. La historia no se repite, pero vaya si rima: la econom¨ªa europea se recuper¨® del batacazo de Lehman Brothers v¨ªa est¨ªmulos, pero en ese momento empez¨® el miedo en el mercado de deuda, Alemania decret¨® recortes y el PIB europeo se contrajo el 0,3% en 2011. Italia, Holanda, B¨¦lgica, Grecia y Portugal ya est¨¢n en recesi¨®n; Espa?a e Irlanda, rozando el larguero. Y Espa?a vuelve a ser la frontera del euro: los analistas afirman que si Bruselas insiste en la senda de reducci¨®n del d¨¦ficit que ha impuesto (en Espa?a, del 8,5% de 2011 al 4,4% este a?o: 40.000 millones), la segunda Gran Contracci¨®n ¡ªcomo la denominan Kenneth Rogoff y Carmen Reinhart¡ª no har¨¢ m¨¢s que agravarse.
¡°Alemania impuso hace m¨¢s de 10 a?os un r¨¦gimen de contenci¨®n de los salarios y una flexibilizaci¨®n del mercado laboral casi violentos: eso explica su boom exportador y buena parte de los desequilibrios que emergieron en casi toda Europa. Contra eso, la ¨²nica respuesta de la UE es la austeridad generalizada. Trabajad y ahorrad como nosotros, parecen decir los alemanes. Sacrificaos: los mercados siempre tienen raz¨®n y han decretado deflaci¨®n para Espa?a, para todos. Pero los mercados no siempre tienen raz¨®n. Si se equivocaron durante a?os financiando a Grecia a los mismos tipos de Alemania, ?qu¨¦ garant¨ªas hay de que ahora est¨¦n acertando? ?Toda Europa debe ser como Alemania?¡±, se pregunta Paul de Grauwe, de la London School of Economics. De Grauwe es extremadamente cr¨ªtico con Berl¨ªn: ¡°El elemento clave que introduce el elemento alem¨¢n es represivo. Instala una visi¨®n muy negativa, la de una UE basada solamente en la disciplina. Con ese ¨²nico ingrediente, el proyecto europeo puede funcionar. La solidaridad permitir¨ªa aceptar esa disciplina, pero en Berl¨ªn esa es una palabra tab¨²¡±, concluye.
El caso espa?ol va a ser un examen definitivo de las nuevas reglas fiscales
El caso espa?ol va a suponer un examen definitivo para todas esas reglas aprobadas por la presi¨®n alemana a pesar de que la realidad desmiente una y otra vez que esa sea la salida. ¡°La ideolog¨ªa que est¨¢ detr¨¢s de los recortes es demencial: recortar 40.000 millones en un a?o para cumplir las reglas a rajatabla, como se le pide a Espa?a, es un suicidio. Si esas son las reglas, habr¨ªa que cambiarlas: son est¨²pidas. Es l¨®gico que el Gobierno de Rajoy trate de limitar los da?os. El problema fundamental es que el n¨²cleo directivo de Europa no asume que esa p¨ªldora sin anestesia es contraproducente¡±, sostiene Borrell.
Espa?a ha vuelto al centro de la diana. ¡°La Comisi¨®n est¨¢ elevando el tono con Madrid, en parte porque Madrid no ha hecho las cosas nada bien, aunque lo que pide Rajoy tiene toda la l¨®gica. Pero esto no va de l¨®gica: Bruselas tiene la ¨²ltima palabra sobre las metas de d¨¦ficit y de momento, aunque no haya sanci¨®n, es preocupante el estigma que eso puede suponer para la prima de riesgo y la financiaci¨®n exterior espa?ola¡±, dice una fuente diplom¨¢tica. ¡°Es un momento muy delicado porque Europa se juega la credibilidad de sus reglas, y puede que esas reglas sean absurdas, pero Espa?a se juega mucho m¨¢s¡±.
Eurobonos y el puente sobre el r¨ªo Kwai. El problema m¨¢s acuciante sigue siendo Grecia. Hay una especie de consenso entre los economistas: el ¨²ltimo plan de salvamento sirve para ganar tiempo, pero el problema sigue ah¨ª, latente. Si Europa pretende que Grecia sea un caso ¨²nico debe acelerar la construcci¨®n de un cortafuegos potente para evitar el contagio. Y para m¨¢s adelante, debe construir un mecanismo de solidaridad cre¨ªble, algo parecido a lo que permite que EEUU pague primas de riesgo como las de Alemania pese a tener un d¨¦ficit como el de Espa?a, una deuda como la de Italia y algunos Estados (California) con situaciones a la griega.
La soluci¨®n son los eurobonos. Pero no es tan f¨¢cil: en econom¨ªa no hay comidas gratis. Si hay que mutualizar la deuda, no basta con una pol¨ªtica monetaria com¨²n; tambi¨¦n hay que armonizar las pol¨ªticas fiscales, y eso lleva su tiempo, y sobre todo exige un cambio del mobiliario sociopol¨ªtico en muchos lugares, con los viejos Estados-naci¨®n resisti¨¦ndose, como siempre, a ceder soberan¨ªa. Alemania se opone a los eurobonos porque argumenta (con muy buenas razones) que pasar¨¢ mucho tiempo antes de que llegue la deseada armonizaci¨®n fiscal.
Pero si los eurobonos son la otra orilla del r¨ªo, el Banco Central Europeo (BCE) tiene que ser el puente que permita a Europa llegar hasta ellos sin ahogarse. El BCE est¨¢ funcionando para los bancos: la barra libre de liquidez a tres a?os ha sido fundamental para evitar un accidente, para explicar el remanso de paz de las ¨²ltimas semanas. Pero el Eurobanco no pone el mismo ¨¦nfasis en salvar a los bancos que a los Estados. Ha comprado bonos, pero a rega?adientes por las resistencias de Berl¨ªn. Y ha tenido que idear una f¨®rmula imaginativa para que con ese dinero sean los bancos quienes compren la deuda europea y sorteen as¨ª el dogmatismo y la ortodoxia del Bundesbank, que aun as¨ª no ha ahorrado cr¨ªticas al BCE, probablemente la instituci¨®n que m¨¢s ha hecho porque el club del euro se sostenga en pie.
Posdemocracia, camisas de fuerza y otros monstruos. Las grandes crisis econ¨®micas son movimientos tect¨®nicos que aceleran el declive de unos imperios y la emergencia de otros. Y suelen acarrear terremotos pol¨ªticos, sociales, de todo tipo. La legitimidad democr¨¢tica es una de las grandes cr¨ªticas que ha recibido la UE desde siempre, y esa cr¨ªtica es hoy m¨¢s actual que nunca: la gran preocupaci¨®n de muchos europeos son los l¨ªmites externos, las camisas de fuerza que impone la Comisi¨®n Europea ¡ªcuyos comisarios no pasan por las urnas¡ª a los Gobiernos nacionales. Las secuelas en las relaciones entre econom¨ªa y democracia son uno de los motores del eurodesencanto: la pol¨ªtica se ha convertido en algo que los mercados (y algunos eur¨®cratas) ven como un riesgo potencial (La fragmentaci¨®n del poder europeo, J. I. Torreblanca).
Lo que algunos analistas llaman posdemocracia gana peso en Europa: el presidente del Consejo Europeo, el belga Herman Van Rompuy, ha advertido al Gobierno tecnocr¨¢tico de Italia que ¡°no tiene tiempo¡± de pensar en convocar elecciones. La Uni¨®n presiona tambi¨¦n para que Grecia retrase los comicios, y ha llegado hasta el extremo de obligar a todos los partidos a firmar un documento en el que se comprometen a no revocar los recortes si ganan las elecciones: sea cual sea el programa electoral con el que se presenten. La Comisi¨®n amenaza con sanciones a algunos pa¨ªses por no meter la tijera, pero no ser¨¢n los comisarios quienes se presenten a las elecciones si el recorte no sale como se esperaba. Todo ello es fruto de un estado de excepci¨®n permanente, en lo econ¨®mico y probablemente tambi¨¦n en lo pol¨ªtico, que no hace m¨¢s que alimentar ese mal posmoderno que es el eurodesencanto.
En su monumental Posguerra, Tony Judt hablaba de la ¡°respuesta hiperb¨®lica¡± europea hasta hace poco: ¡°Resulta comprensiblemente tentador narrar la historia de la inesperada recuperaci¨®n europea a partir de 1945 en clave autocomplaciente o incluso l¨ªrica. Al igual que muchos mitos, ese milagro encierra un m¨ªnimo elemento de verdad, pero deja fuera la mayor parte¡±. Con la crisis, el p¨¦ndulo ha cambiado y est¨¢ justo al otro lado: el pesimismo acerca de Europa, ese eurodesencanto, est¨¢ tan s¨®lidamente incrustado que va a costar mucho tiempo y esfuerzo despejarlo. Europa, la vieja utop¨ªa factible, corre el riesgo de parecer hoy un poco menos factible, incluso para quienes hicieron del europe¨ªsmo una segunda piel. Pero qui¨¦n sabe.?
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