El precio de la desigualdad
Estados Unidos ya no puede considerarse la tierra de oportunidades que alguna vez fue
A los estadounidenses les gusta pensar en su pa¨ªs como una tierra de oportunidades, opini¨®n que otros en buena medida comparten. Pero aunque es f¨¢cil pensar ejemplos de estadounidenses que subieron a la cima por sus propios medios, lo que en verdad cuenta son las estad¨ªsticas: ?hasta qu¨¦ punto las oportunidades que tendr¨¢ una persona a lo largo de su vida dependen de los ingresos y la educaci¨®n de sus padres?
En la actualidad, estas cifras muestran que el sue?o americano es un mito. Hoy hay menos igualdad de oportunidades en Estados Unidos que en Europa (y de hecho, menos que en cualquier pa¨ªs industrial avanzado del que tengamos datos). Esta es una de las razones por las que EE UU tiene el nivel de desigualdad m¨¢s alto de cualquiera de los pa¨ªses avanzados. Y la distancia que lo separa de los dem¨¢s no deja de crecer. Durante la "recuperaci¨®n" de 2009 y 2010, el 1% de los estadounidenses con mayores ingresos se qued¨® con el 93% del aumento de la renta. Otros indicadores de desigualdad (como la riqueza, la salud y la expectativa de vida) son tan malos o incluso peores. Hay una clara tendencia a la concentraci¨®n de ingresos y riqueza en la cima, al vaciamiento de las capas medias y a un aumento de la pobreza en el fondo.
Ser¨ªa distinto si los altos ingresos de los que est¨¢n arriba se debieran a que contribuyeron m¨¢s a la sociedad. Pero la Gran Recesi¨®n demostr¨® que no es as¨ª: hasta los banqueros que dejaron la econom¨ªa mundial y sus propias empresas al borde de la ruina recibieron jugosas bonificaciones.
Parte de la riqueza de los financieros proviene de la explotaci¨®n de los pobres por medio de pr¨¦stamos predatorios y pr¨¢cticas abusivas con el uso de tarjetas de cr¨¦dito
Si examinamos m¨¢s de cerca la cima de la pir¨¢mide, encontraremos all¨ª sobreabundancia de buscadores de rentas: hay quienes obtuvieron su riqueza ejerciendo el monopolio del poder; otros son directores ejecutivos que aprovecharon deficiencias de las estructuras de gobierno corporativas para quedarse con una cuota excesiva de la ganancia de las empresas, y hay todav¨ªa otros que usaron sus conexiones pol¨ªticas para sacar partido de la generosidad del Estado, ya sea cobr¨¢ndole demasiado por lo que compra (medicamentos) o pag¨¢ndole demasiado poco por lo que vende (permisos para explotaci¨®n de minerales).
Asimismo, parte de la riqueza de los financieros proviene de la explotaci¨®n de los pobres por medio de pr¨¦stamos predatorios y pr¨¢cticas abusivas con el uso de tarjetas de cr¨¦dito. En estos casos, los que est¨¢n arriba se enriquecen directamente de los bolsillos de los que est¨¢n abajo.
Tal vez no ser¨ªa tan malo si hubiera aunque sea un grano de verdad en la teor¨ªa del derrame: la peculiar idea de que enriquecer a los de arriba redunda en beneficio de todos. Pero hoy la mayor¨ªa de los estadounidenses se encuentran peor (con menos ingresos reales ajustados por la inflaci¨®n) que una d¨¦cada y media atr¨¢s, en 1997. Todos los beneficios del crecimiento fluyeron hacia la cima.
Los estadounidenses se encuentran peor (con menos ingresos reales ajustados por la inflaci¨®n) que una d¨¦cada y media atr¨¢s, en 1997
Los defensores de la desigualdad estadounidense argumentan que los pobres y los que est¨¢n en el medio no tienen por qu¨¦ quejarse: puede ser que la porci¨®n de torta con la que se est¨¢n quedando sea menor que antes, pero gracias a los aportes de los ricos y superricos, la torta est¨¢ creciendo tanto que en realidad el tama?o de la tajada es mayor. Pero una vez m¨¢s los datos contradicen de plano este supuesto. De hecho, EE UU creci¨® mucho m¨¢s r¨¢pido durante las d¨¦cadas que siguieron a la II Guerra Mundial, cuando el crecimiento era conjunto, que despu¨¦s de 1980, cuando comenz¨® a ser divergente.
Esto no deber¨ªa sorprender a quien comprenda cu¨¢l es el origen de la desigualdad. La b¨²squeda de rentas distorsiona la econom¨ªa. Por supuesto que las fuerzas del mercado tambi¨¦n influyen, pero los mercados dependen de la pol¨ªtica, y en EE UU, con su sistema cuasicorrupto de financiaci¨®n de campa?as y el ir y venir de personas que un d¨ªa ocupan un cargo p¨²blico y al otro est¨¢n en una empresa privada, y viceversa, la pol¨ªtica depende del dinero.
Por ejemplo, cuando la legislaci¨®n de quiebra privilegia los derivados financieros por encima de todo, pero no permite la extinci¨®n de las deudas estudiantiles (por m¨¢s deficiente que haya sido la educaci¨®n recibida por los deudores), es una legislaci¨®n que enriquece a los banqueros y empobrece a muchos de los que est¨¢n abajo. Y en un pa¨ªs donde el dinero puede m¨¢s que la democracia, no es de extra?ar la frecuencia con que se aprueban esas leyes.
La desigualdad en EE UU est¨¢ corroyendo sus valores y su identidad
Pero el aumento de la desigualdad no es inevitable. Hay econom¨ªas de mercado a las que les est¨¢ yendo mejor, tanto en t¨¦rminos de crecimiento del PIB como de elevaci¨®n de los niveles de vida de la mayor¨ªa de sus ciudadanos. Algunas incluso est¨¢n reduciendo las desigualdades.
Estados Unidos paga un alto precio por seguir yendo en la otra direcci¨®n. La desigualdad reduce el crecimiento y la eficiencia. La falta de oportunidades implica que el activo m¨¢s valioso con que cuenta la econom¨ªa (su gente) no se emplea a pleno. Muchos de los que est¨¢n en el fondo, o incluso en el medio, no pueden concretar todo su potencial, porque los ricos, que necesitan pocos servicios p¨²blicos y temen que un Gobierno fuerte redistribuya los ingresos, usan su influencia pol¨ªtica para reducir impuestos y recortar el gasto p¨²blico. Esto lleva a una subinversi¨®n en infraestructura, educaci¨®n y tecnolog¨ªa, que frena los motores del crecimiento.
La Gran Recesi¨®n agrav¨® la desigualdad, provocando recortes en gastos sociales b¨¢sicos y un alto nivel de desempleo que presiona sobre los salarios a la baja. Por a?adidura, tanto la Comisi¨®n de Expertos de Naciones Unidas sobre las reformas del sistema monetario y financiero internacional, que investiga las causas de la Gran Recesi¨®n, como el Fondo Monetario han advertido que la desigualdad conduce a inestabilidad econ¨®mica.
Pero, lo que es m¨¢s importante, la desigualdad en EE UU est¨¢ corroyendo sus valores y su identidad. Cuando llega a semejantes extremos, no es sorprendente que sus efectos se manifiesten en todas las decisiones p¨²blicas, desde la pol¨ªtica monetaria hasta la asignaci¨®n del presupuesto. Estados Unidos se ha convertido en un pa¨ªs que en vez de ¡°justicia para todos¡± ofrece favoritismo para los ricos y justicia para los que puedan pag¨¢rsela: esto qued¨® demostrado durante la crisis de las ejecuciones hipotecarias, cuando los grandes bancos creyeron que, adem¨¢s de demasiado grandes para quebrar, eran demasiado grandes para hacerse responsables. Estados Unidos ya no puede considerarse la tierra de oportunidades que alguna vez fue. Pero no tenemos por qu¨¦ resignarnos a esto: todav¨ªa no es demasiado tarde para restaurar el sue?o americano.
Joseph E. Stiglitz, premio Nobel, es profesor de Econom¨ªa en la Universidad de Columbia. Su ¨²ltimo libro es El precio de la desigualdad: c¨®mo la divisi¨®n actual de la sociedad pone en riesgo nuestro futuro.
? Project Syndicate, 2012.
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