¡°Los bancos solo quiebran cuando emprenden malas inversiones¡±
"La gente mayor a¨²n distingue un poco entre bancos y cajas, pero la mayor¨ªa opera por Internet"
Josep Vilarasau, presidente de honor de La Caixa, es quien la relanz¨®, entre 1976 y 2003. Acaba de publicar sus Memorias (RBA). Son una ins¨®lita combinaci¨®n, para un banquero, de humildad, autocr¨ªtica, seguridad y despliegue de poder.
Pregunta. Tendr¨¢ una sensaci¨®n agridulce. La Caixa figura en todos los podios. El sector que capitaneaba, las cajas de ahorros, pr¨¢cticamente ha desaparecido.
Respuesta. No s¨¦ si era as¨ª, yo no lo ve¨ªa as¨ª. Hab¨ªa cajas muy importantes que nos hac¨ªan la competencia. Nunca ¨¦ramos la primera entidad en ninguna provincia ni regi¨®n, salvo en Catalu?a. Ni siquiera lo ¨¦ramos en Baleares. Quienes marcaban precio eran las cajas locales.
P. Mandaban ustedes mucho. En el hist¨®rico decreto Fuentes Quintana de 1977 sobre ¨®rganos y funciones de las cajas, en la ley catalana, en cualquier movida siempre impon¨ªan sus criterios.
R. Si usted quiere decir mandar¡ quiz¨¢.
P. La entidad y tambi¨¦n usted personalmente. Cambiaba leyes y estatutos a su conveniencia.
R. Si se refiere al cambio de estatutos, ocurr¨ªa que muchas cajas ten¨ªan entre dos y cuatro directores generales. En Catalu?a, la ley dispon¨ªa que el director general dispondr¨ªa de un voto en el Consejo. Era raro que un no miembro del Consejo tuviera voto, pero, ya puestos, yo pretend¨ªa que los dos directores generales lo tuvieran. El entonces consejero de Econom¨ªa, Artur Mas, dec¨ªa que ¨¦l me lo impidi¨®, pero el presidente era Jordi Pujol.
P. Refund¨® la entidad, pero era usted bastante dictador.
R. No crea. Escuchaba mucho y a menudo cambiaba de criterio de resultas de ello. F¨ªjese en el cap¨ªtulo en el que explico c¨®mo cambiamos la imagen de la caja, incorporando la estrella de Joan Mir¨®. El jefe de la consultora norteamericana que nos ayud¨® desde 1979, Claude Alverson, dijo despu¨¦s que lo que m¨¢s le sorprendi¨® de trabajar con nosotros es que la gente tuviera tanta libertad y que no tuviese miedo a contradecirme. Un d¨ªa de septiembre de 2000, en una reuni¨®n del equipo directivo en Puigcerd¨¤, propuse crear un banco. Todos estaban de acuerdo menos uno. No lo hicimos. No me costaba aceptar criterios distintos.
P. Ahora las cajas han desaparecido o perdido su funci¨®n tradicional, la obra social, y su car¨¢cter de entidades de capital social.
¡°No fui dictador. Escuchaba mucho y a menudo cambiaba de criterio¡±
R. Miremos a Italia: las cajas han creado bancos. Pero quedan muchas fundaciones con el nombre de la caja de ahorros originaria, que ostenta un porcentaje de su capital. El banco reparte dividendo, y su parte en el mismo va a la obra social. Las fundaciones continuar¨¢n haciendo obra social. Pasar¨¢ probablemente como en la famosa petrolera. Paul Getty cre¨® la Getty Oil. Como no tuvo descendencia, cre¨® la Fundaci¨®n Getty. Esta, como propietaria del 100% de la petrolera, cobraba todos los dividendos. Un d¨ªa, Texaco quiso comprar Getty Oil a la fundaci¨®n a cambio de acciones de Texaco asegurando que la cuota de dividendos que le corresponder¨ªa a la fundaci¨®n duplicar¨ªa el actual rendimiento. Hoy la fundaci¨®n contin¨²a. Bajar¨¢n los porcentajes de capital de los nuevos bancos en manos de las fundaciones, pero podr¨¢n seguir teniendo su vida propia. Todo depender¨¢ del criterio de los patronos.
P. Tambi¨¦n pierden su funci¨®n de dar servicio, incluir a las clases populares en el sistema bancario.
R. Eso ya es historia. La gente mayor a¨²n distingue un poco entre bancos y cajas, pero la mayor¨ªa opera por Internet. Esa funci¨®n era muy importante en una ¨¦poca, la de Francesc Moragas [el fundador de La Caixa en 1904], en la que el mundo bancario era un misterio, en la que abrir una oficina en un pueblecito era una aventura. Los bancos no quer¨ªan tener como clientes a la gente modesta, no les era rentable. La expansi¨®n de las cajas se produjo porque estas recogieron a esa clientela de menestrales y gente humilde que ascendieron en la escala social y se convirtieron en clases medias.
P. O sea, que La Caixa triunf¨® y el sector que lideraba fracas¨®.
R. Eso es al mismo tiempo verdadero y falso. Nosotros nos introdujimos en inversi¨®n en cartera industrial para sustituir lo que hab¨ªa funcionado estupendamente en tiempos de mi predecesor, Enrique Lu?o. Lu?o dirig¨ªa una caja sana porque hab¨ªa invertido en activos muy sanos, pero carec¨ªa de todo inter¨¦s por expansionarse. Invert¨ªa en deuda p¨²blica y en obligaciones superseguras. Con sus rendimientos financiaba la obra ben¨¦fica. Construy¨® miles de pisos de alquileres baj¨ªsimos, inferiores a los del mercado, para la gente del pueblo; lleg¨® a tener un parque de viviendas equivalente al de la ciudad de Tarragona. Todo hay que decirlo: para tener contentos a los consejeros, destinaba menos de un 5% de las mejores viviendas a sus recomendados. Estos inmuebles eran un activo que no se depreciaba. Era una ¨¦poca de inflaci¨®n muy alta. Necesit¨¢bamos que una parte del activo no se depreciara, como los inmuebles, pero que fuera l¨ªquida. Ten¨ªamos algunas acciones de compa?¨ªas robustas y seguras. Seguimos comprando, autopistas, petrolera, gasista¡
P. Algunos les imitaron en la inversi¨®n de cartera y en la expansi¨®n geogr¨¢fica y se arruinaron.
R. No por la expansi¨®n geogr¨¢fica. Nadie quiebra por abrir oficinas, pero s¨ª por la mala inversi¨®n. Algunos, a veces, imitaron mal. Nosotros creamos una compa?¨ªa de seguros dentro del balance y otros lo hicieron sin necesitarlo. La clave es tener un buen activo, y defenderlo, incluso frente a la autoridad. Ten¨ªamos un bill¨®n y pico de pesetas en plusval¨ªas t¨¢citas. El gobernador del Banco de Espa?a Mariano Rubio me recrimin¨® en su despacho tantas plusval¨ªas t¨¢citas. Me dijo que si yo me iba, el siguiente pod¨ªa pul¨ªrselas, y el Banco de Espa?a no se enterar¨ªa hasta a?os m¨¢s tarde de que La Caixa iba hacia la ruina. Pero nadie va a la ruina si sus activos son buenos. Y al rev¨¦s, si el activo es malo, siempre acabas en la ruina. Tambi¨¦n me conmin¨® a dar m¨¢s cr¨¦dito, pero, dado el momento, no me pareci¨® conveniente y no le hice caso. Otros le siguieron y cuando tuvieron dificultades a causa de un cambio r¨¢pido en el tipo de inter¨¦s acudieron a ¨¦l. Les dijo que cada uno era responsable de c¨®mo empleaba su libertad. Era muy brusco, algo d¨¦spota, pero muy riguroso. Muchos no le quer¨ªan, pero fue un excelente gobernador.
P. Hoy suena curioso eso del activo s¨®lido, cuando su principal activo eran las hipotecas.
¡°Las cajas crecieron porque su clientela de gente humilde subi¨® a clase media¡±
R. La hipoteca fue segura en t¨¦rminos generales. Pero cometimos errores. Eran hipotecas seguras en el caso de efectuarse sobre primera vivienda, porque la familia hipotecada remov¨ªa Roma con Santiago antes de impagarlas. Pero no tanto en la vivienda estacional. En la crisis de 1992 ten¨ªamos un oc¨¦ano de pisos. El tiempo y la inflaci¨®n ayudaron a que los fu¨¦ramos liquidando.
P. Dispusieron de tiempo.
R. La inflaci¨®n contribuy¨® mucho. M¨¢s dinero equival¨ªa a menos. Las deudas, por tanto, tambi¨¦n se reduc¨ªan relativamente. El deudor ten¨ªa que devolver la misma cantidad nominal, pero su valor se habr¨ªa depreciado, devolv¨ªa menos en t¨¦rminos de poder adquisitivo. Pero la inflaci¨®n era tambi¨¦n horrorosa para la gente pobre, las jubilaciones rend¨ªan menos, y, como se suele decir, era y es un impuesto a los pobres, desde cuando en la Edad Media los monarcas limaban las monedas de oro y con el oro limado fund¨ªan nuevas monedas. En todo el mundo siempre han sido los pobres quienes pagan el pato. Parece que siempre ha sido, y quiz¨¢ ser¨¢, as¨ª.
P. Puede compensarse por v¨ªa impositiva. El impuesto sobre las transacciones financieras est¨¢ avanzando en la UE.
R. Ning¨²n rico pagar¨¢ nada. Se ir¨¢n a otros pa¨ªses, incluso a las mismas entidades con las que trabajan, pero a las sucursales en otros pa¨ªses. Se ir¨¢n a Singapur, adonde sea. No hay remedio, porque los ricos, por muy ricos que sean, por muy aparatosos que aparezcan, son pocos y, aunque cada uno pague mucho, aportan muy poco a Hacienda. La principal fuente de recaudaci¨®n es siempre el impuesto sobre la renta de la gente normal, que no tiene ganas, tiempo ni conocimientos para llevar sus 20.000 euritos ahorrados a otro sitio. Esta gente es la verdadera riqueza de una naci¨®n.
P. Tras aquella crisis cambiaron la operativa inmobiliaria.
R. La experiencia lo aconsej¨®. A partir de entonces solo conced¨ªamos hipotecas con cierta facilidad a la primera vivienda. Para la segunda residencia pasamos a exigir garant¨ªas personales, porque estaba claro que eran m¨¢s arriesgadas. Y si la d¨¢bamos a un edificio, nada de ventas a testaferros, nada de subrogaciones autom¨¢ticas. Fijamos la norma de que nos enviasen al comprador final y nosotros decidir¨ªamos caso a caso si conced¨ªamos la subrogaci¨®n.
P. Su estrategia se resum¨ªa en m¨¢s de todo: m¨¢s oficinas, m¨¢s dep¨®sitos, m¨¢s cr¨¦ditos¡
R. S¨ª, pero siempre di a la red un lema: nadie ser¨¢ castigado por no dar un cr¨¦dito. Los malos cr¨¦ditos son los que acaban con las entidades buenas. Los cajeros, los banqueros han de ser como cazadores: si ven una pieza buena, a por ella; pero si no est¨¢n seguros, mejor dejarla correr. Por eso jam¨¢s fij¨¦ a las oficinas objetivos concretos de concesi¨®n de cr¨¦ditos. Como me dec¨ªa con iron¨ªa Epifanio Ridruejo, ¡°solo hay que conceder un cr¨¦dito cuando es absolutamente imposible denegarlo¡±. Ning¨²n banco ha quebrado jam¨¢s por tener demasiadas oficinas o demasiado personal, o por tener demasiado caro el pasivo. Todos los que han quebrado, han quebrado porque ten¨ªan un mal activo. Siempre repito un aforismo chino de El arte de la guerra, de Sunzi: ¡°Los buenos generales se colocan en situaci¨®n de que sea imposible su derrota¡±.
P. Pese a tanta prudencia, tambi¨¦n les creci¨® la morosidad.
R. Nosotros d¨¢bamos cr¨¦dito para un piso o un edificio al menos con la garant¨ªa del edificio, pero no fue as¨ª para otras entidades. En estos casos ocurri¨® lo siguiente. Un promotor se acercaba a una entidad financiera jact¨¢ndose de que en su ¨²ltima operaci¨®n hab¨ªa ganado un 45%, mientras que la entidad que le hab¨ªa dado el cr¨¦dito para financiarla, solo el 10%. Le propon¨ªa asociarse para la siguiente, con un 20% o un 30% de la propiedad, financiaci¨®n aparte. Si la entidad aceptaba, era su perdici¨®n, porque se ve¨ªa obligada, para no perder, a seguir financi¨¢ndola aunque la situaci¨®n empeorase y aunque solo tuviese un 20%. Porque el cr¨¦dito ya no era para una vivienda o un edificio, era para una promotora. Y ah¨ª se perd¨ªa el control: con ese cr¨¦dito, ?pagaba la obra?, ?pagaba otra deuda?, ?tapaba alg¨²n agujero?, ?lo repart¨ªa? Ese fue el desastre, el cr¨¦dito a los promotores. M¨¢s exactamente, la participaci¨®n en las promociones vinculada al cr¨¦dito concedido a los promotores. Nunca lo hice, solo compr¨¦ el 100% de Inmobiliaria Colonial, que m¨¢s tarde se vendi¨® con una plusval¨ªa remarcable.
P. Tuvo a su favor sus amistades en los ministerios econ¨®micos y el Banco de Espa?a.
R. Estuve casi 20 a?os en Madrid, en Hacienda, en Campsa, en Telef¨®nica, desempe?ando puestos en los que ten¨ªas que ver a todo el mundo. Tuve mucha suerte al principio, al recalar en la secretar¨ªa t¨¦cnica de Hacienda, con Ant¨®n Barrera, con Mariano Rubio, con Paco Ord¨®?ez, con Miguel Mart¨ªn, con ?ngel Madro?ero. Estaban todos. Una monta?a de estupendos profesionales.
P. Para dirigir hoy en Espa?a un monstruo empresarial, ?hay que estar en Madrid?
R. No es imprescindible. Mire Inditex.
P. Me refiero a la banca y otras empresas sometidas a regulaci¨®n.
R. Una siderurgia no necesita estar en Madrid y bien relacionado. En los pa¨ªses europeos, la banca tiende a concentrarse en una ciudad. En EE UU, no todo, pero Nueva York es, sin duda, el centro.
P. Usted tuvo un gran problema, la emisi¨®n de primas ¨²nicas, un seguro que parec¨ªa un dep¨®sito o un dep¨®sito amparado en un seguro, que Hacienda desautoriz¨®. Fue una chapuza y acab¨® en una soluci¨®n chapucera.
R. Fue un error garrafal, pero sobre todo de la propia Inspecci¨®n, que descuid¨® la norma seg¨²n la cual si una inspecci¨®n se paraliza durante seis meses, hay que volver a empezarla. Varios tribunales auton¨®micos lo hab¨ªan dictaminado, pero la Inspecci¨®n cre¨ªa que ganar¨ªa en el Supremo.
P. ?Pactaron esa salida?
R. No, perdi¨® Hacienda por la imprudencia de la Inspecci¨®n.
P. ?Volver¨ªa a hacerlas?
R. No, no las volver¨ªa a hacer. Pero no porque no tuvi¨¦ramos raz¨®n. En todos los litigios que le han llegado por este asunto, el Supremo nos dio la raz¨®n: las primas eran un seguro, no un dep¨®sito. Pero con el paso del tiempo he llegado a la conclusi¨®n de que la Inspecci¨®n padec¨ªa una enfermedad incurable. Al inspector se le remunera parcialmente por el n¨²mero e importe de actas que levanta, no por las que se cobran. Si eso es as¨ª, constituir¨ªa un incentivo a multiplicar el n¨²mero e importe de actas que levanta, independientemente de su resultado real para Hacienda.
P. Entre 1966 y 1976 ostent¨® cargos empresariales o econ¨®micos en el r¨¦gimen de Franco. En el libro no se nota que hab¨ªa una dictadura.
R. Yo no lo notaba. Yo ten¨ªa m¨¢s o menos la misma forma de trabajar bajo Franco que despu¨¦s. Ant¨®n Barrera y Federico Silva me dejaban hacer, y si en alguna ocasi¨®n me pon¨ªan alg¨²n reparo o alg¨²n obst¨¢culo, no era por razones pol¨ªticas. De acuerdo, eran empresas franquistas, pero yo no lo notaba. Barrera, o P¨ªo Cabanillas, o Paco Ord¨®?ez hac¨ªan lo que pod¨ªan con Franco, aportaban si pod¨ªan aportar algo positivo a la econom¨ªa. Yo no era militante del franquismo, ni me asfixiaba ni me dejaba de asfixiar. Viv¨ªamos un poco dentro de una campana de cristal. Yo no me preocupaba. Estaba todo el d¨ªa entregado al trabajo. Cuando eres patr¨®n de barco, tratas de superar el temporal, la falta de fuel, cualquier obst¨¢culo, lo que pretendes es llegar a puerto. Yo estaba obsesionado por llegar, por engrandecer La Caixa.
P. A su cese/jubilaci¨®n como presidente ejecutivo de La Caixa en 2003 contribuy¨® mucho el actual presidente de la Generalitat, Artur Mas, entonces consejero de Econom¨ªa. Tem¨ªa que usted mandase m¨¢s en Catalu?a desde La Caixa que ¨¦l en la Generalitat.
R. Eso lo dice ¨¦l en un libro. Y dice que yo sal¨ª de su despacho echando pestes. No es as¨ª. No es mi estilo. Pero no he contestado. Yo me llev¨¦ bien con Jordi Pujol y, sin embargo, no hac¨ªa cosas que ¨¦l me ped¨ªa. Aunque no le gustase, no se ofend¨ªa, escuchaba y respetaba. Con Mas, la relaci¨®n es fr¨ªa.
P. ?Le inquieta la cuesti¨®n de la independencia de Catalu?a?
R. Si me preguntan c¨®mo la veo, respondo que no la veo. Si me preguntan qu¨¦ har¨ªa La Caixa en esa hip¨®tesis, recuerdo que la entidad tiene casi 7.000 oficinas, de las cuales 1.700 est¨¢n en Catalu?a. Y si me preguntan qu¨¦ le ocurrir¨ªa, contesto que La Caixa se cre¨® en 1904, con la monarqu¨ªa de Alfonso XIII; pas¨® por la dictadura de Primo de Rivera; luego por la Rep¨²blica; en la Guerra Civil tuvo tres direcciones generales, en Barcelona, Mallorca y en territorio de Franco; despu¨¦s vivi¨® bajo otra dictadura, muy larga; y al cabo, la monarqu¨ªa de Juan Carlos I y la actual libertad. A La Caixa no le pasar¨¢ nada.
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