Bancos centrales ante el laberinto
Hay que combinar la audacia del BCE y la cordura y la coherencia de los socios europeos
La pol¨ªtica econ¨®mica europea bien parece estos d¨ªas un laberinto de opiniones encontradas sobre c¨®mo establecer una receta a medio camino entre disciplina y apoyo a los pa¨ªses con mayores dificultades ¡ªahora, fundamentalmente, a Chipre y Portugal¡ª y, en general, sobre c¨®mo salir de la crisis y tomar el camino de la recuperaci¨®n econ¨®mica con los importantes lastres de deuda y ajuste pendientes. El estancamiento es considerable, ante la evidencia manifiesta de divisi¨®n y falta de iniciativas en una direcci¨®n fruct¨ªfera. De hecho, la forma de instrumentar y/o enmendar rescates sigue siendo la prueba m¨¢s clara de esa falta de definici¨®n. Cunde una cierta desesperaci¨®n por las dificultades para salir de este laberinto que es la econom¨ªa europea.
?Como en otras ocasiones en momentos de estancamiento pol¨ªtico e institucional ¡ªy de desaz¨®n y desapego social¡ª, muchos ven en el Banco Central Europeo (BCE) la principal referencia para dirigir la salida del laberinto, el D¨¦dalo que debe marcar el camino para evitar ser atrapados por el Minotauro. Evidentemente, como se trata de una responsabilidad que excede su mandato, los primeros mensajes de prudencia los pone la propia autoridad monetaria. Entre otras cosas porque Mario Draghi, su presidente, debe saber bien la enorme dificultad de asumir ese liderazgo y que no existen milagros ni salidas r¨¢pidas para un buen n¨²mero de pa¨ªses. Lo que s¨ª es conveniente es que haya salidas claras que, aun de forma lenta, avancen en una direcci¨®n firme, de resultados palpables que adem¨¢s puedan hacer a la sociedad no solo part¨ªcipe, sino tambi¨¦n c¨®mplice del cambio.
Se mira mucho al BCE porque ha cundido la idea de que la expansi¨®n cuantitativa de la Reserva Federal (Fed) en EE UU es una referencia a la que Europa deber¨ªa acercarse cuanto antes y que el BCE deber¨ªa liderar. Bien es cierto que las acciones de la Fed han sido m¨¢s contundentes y que, en cierto modo, han despejado muchas de las dudas que se hab¨ªan generado. Sin embargo, EE UU sigue en su propio laberinto porque no hay soluci¨®n monetaria si no va acompa?ada de la suficiente coherencia fiscal, y parece que no solo el Presupuesto, sino la propia capacidad de acci¨®n para establecer reformas suficientemente ambiciosas, se hallan secuestrados en la econom¨ªa norteamericana. En este contexto, la expansi¨®n cuantitativa desarrollada en EE UU es un experimento sin precedentes, probablemente con pocas alternativas y adem¨¢s un experimento en marcha. Los temerosos ven en la inflaci¨®n y la deuda acumulada las alas de cera de ?caro de la expansi¨®n cuantitativa y piensan que tarde o temprano esas alas se derretir¨¢n. Est¨¢ por ver porque, de momento, la estrategia de pol¨ªtica monetaria en EE UU parece haber producido bastantes m¨¢s beneficios que perjuicios.
Una cuesti¨®n distinta es que la pol¨ªtica monetaria de la Fed pueda ser exportable a Europa. De partida, los ambientes institucionales son muy distintos, y los equilibrios precisos para tomar decisiones contundentes son mucho m¨¢s complejos en Fr¨¢ncfort que en Washington en la mayor parte de las ocasiones. El juego de expectativas es distinto. Esto explica, precisamente, que tan solo una promesa como el programa OMT (Outright Monetary Transactions) de compra de deuda, algo contingente y no materializado, haya tra¨ªdo m¨¢s estabilidad a los mercados que casi ninguna otra acci¨®n m¨¢s o menos coordinada de los Gobiernos europeos. Lo que deber¨ªamos aprender de ello es que el poder estabilizador de cualquier acuerdo de apoyo y solidaridad entre los Estados europeos es muy potente.
La figura de Draghi se ha erigido como el principal exponente de ese poder contingente. En EE UU hacen falta acciones en tiempo real. En Europa nos conformamos con el potencial de las promesas. Pero ese potencial no es infinito, hacen falta otros pasos muy importantes. Desgraciadamente, el m¨¢s necesario, la uni¨®n bancaria europea, parece alejarse, ya que poco a poco se constata que su implantaci¨®n se retrasar¨¢. Ahora surgen algunas ideas atractivas, como que el BCE arbitre mecanismos de financiaci¨®n directos o indirectos para apoyar a las pymes. Es cierto que este apoyo vendr¨ªa muy bien a pa¨ªses como Espa?a, aunque no deja de ser complicado estimular el cr¨¦dito y la financiaci¨®n en un pa¨ªs que ya parte de un elevado nivel de endeudamiento privado. Adem¨¢s, cualquiera de estas iniciativas debe estar situada dentro del mandato del BCE y contar con los apoyos pol¨ªticos europeos para ello, cuestiones nada f¨¢ciles. Lo que s¨ª que parece preciso es que el marco en el que se inserte cualquier est¨ªmulo ¡ªmonetario o no¡ª sea uno razonable en cuanto a las exigencias de consolidaci¨®n fiscal. Renegociar los plazos para cumplir con los objetivos de d¨¦ficit no solo es razonable, sino que deber¨ªa ser una prioridad.
Por supuesto, esa renegociaci¨®n de plazos debe ser compatible con un aumento de la credibilidad de nuestro pa¨ªs en el cumplimiento de los objetivos del d¨¦ficit fiscal que se fijen. Las dos cosas deben ir aparejadas para que no se nos asfixie fiscalmente en el corto plazo, pero a la vez no se disparen el d¨¦ficit y la deuda p¨²blica a niveles insostenibles en el medio plazo. Por tanto, para salir del laberinto hay que combinar la audacia ¡ªpara lo que el BCE seguir¨¢ siendo fundamental¡ª con la cordura, para lo que se precisa la mayor de las coherencias por parte de los socios europeos, incluida Espa?a.
Santiago Carb¨® Valverde es catedr¨¢tico de Econom¨ªa y Finanzas de la Bangor Business School (Reino Unido) e investigador de Funcas.
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