Los aciertos y fracasos de la reforma de 1986 pesan sobre el intento de 2013
Los aciertos y fracasos de la reforma de las leyes de inmigraci¨®n de Estados Unidos en 1986, que abri¨® las puertas a la ciudadan¨ªa para m¨¢s de 3 millones de indocumentados, influyen en el actual debate que en estas semanas est¨¢ alcanzando su momento culminante.
Cuando el presidente Ronald Reagan promulg¨® hace 27 a?os la Ley de Reforma y Control de Inmigraci¨®n (IRCA por su sigla en ingl¨¦s), EE.UU. estaba a mitad de camino de la que ser¨ªa una d¨¦cada de flujo inmigratorio sin par desde comienzos del siglo XX.
Al tradicional ¨¦xodo de mexicanos hacia el norte por la frontera sur de EE.UU. se le sumaban, entonces, los cientos de miles de hondure?os, guatemaltecos, salvadore?os y nicarag¨¹enses que hu¨ªan de guerras en sus pa¨ªses, y sudamericanos que escapaban de dictaduras militares en los suyos.
Tanto los partidarios ahora de una reforma integral que conduzca a la legalizaci¨®n de los indocumentados, como quienes se oponen a una amnist¨ªa para millones de personas que han violado las leyes, coinciden en que los resultados de la legalizaci¨®n de 1986 fueron positivos.
M¨¢s de un mill¨®n de peones rurales -los trabajadores migrantes que recogen las cosechas- solicitaron su legalizaci¨®n bajo IRCA y en su mayor¨ªa, al igual que la mayor parte de los otros indocumentados de entonces, han prosperado, han abandonado los trabajos b¨¢sicos, han establecido familias y negocios.
Sus hijos, nacidos en Estados Unidos, est¨¢n asimilados y se incorporan a la clase media.
As¨ª por ejemplo, mientras que casi dos tercios de los peones rurales actuales en EE.UU. son inmigrantes indocumentados, los que legalizaron su situaci¨®n en 1986 son apenas entre el 12 y el 15 por ciento de la fuerza laboral rural.
IRCA "fue importante porque fue la primera vez que el Congreso intent¨® hacer algo para resolver la inmigraci¨®n ilegal", dijo al diario The Chicago Tribune, Doris Messner, quien fuera directora del Servicio de Inmigraci¨®n y Naturalizaci¨®n en el gobierno del presidente Bill Clinton.
"El error estuvo en que fue una medida puntual, que se enfoc¨® en los indocumentados sin una pol¨ªtica clara ya sea para controlar o para procesar la inmigraci¨®n futura", a?adi¨®.
Y en esto, curiosamente, tambi¨¦n coinciden partidarios y adversarios de una legalizaci¨®n masiva de indocumentados en 2013: el gobierno de Estados Unidos no aplic¨® un control m¨¢s estricto del ingreso de extranjeros, ni los recursos para impedir que la demanda de mano de obra siguiera empleando a indocumentados.
La bonanza econ¨®mica de la era de Clinton, la m¨¢s prolongada en tiempos de paz en EE.UU., y luego la bonanza del sector inmobiliario, que aprovech¨® la labor de millones de obreros en la construcci¨®n, atrajeron a m¨¢s inmigrantes.
Muchos de ellos, por millones, cruzaron la frontera sur de EE.UU. a riesgo de su vida y su salud, y otros millones ingresaron legalmente como estudiantes o turistas y se quedaron sin permiso.
De ah¨ª que en el debate de 2013 pesen las dos lecciones: algo puede hacerse para abrir una senda a la legalizaci¨®n, y eventualmente naturalizaci¨®n, de millones de inmigrantes. Pero algo debe hacerse -antes, despu¨¦s o simult¨¢neamente- para impedir otra marejada de indocumentados.
El senador republicano de Kentucky, Rand Paul, ha sugerido que se deje a un lado la ret¨®rica "amnist¨ªa" que enfurece a los adversarios de la reforma, y coloca a la defensiva a quienes la promueven.
"Nadie deportar¨¢ a 11 millones de personas, eso lo sabemos", seg¨²n Paul. "De modo que lo que tenemos es una amnist¨ªa de hecho. Esa gente est¨¢ aqu¨ª, se queda aqu¨ª".
El problema es sacar de las sombras a esos millones de indocumentados, muchos de los cuales han vivido por d¨¦cadas en EE.UU., e incorporarlos al mercado laboral legal, a los pagos de impuestos y la recepci¨®n de beneficios.
El proyecto de ley que ahora discute el Senado -y que sigue sujeto a modificaciones- permitir¨ªa que la mayor¨ªa de los indocumentados regularice su situaci¨®n tras el pago de impuestos y una verificaci¨®n de antecedentes criminales.
Pero las propuestas que salgan del Senado, donde los dem¨®cratas tienen mayor¨ªa, encontrar¨¢n un territorio menos propicio cuando crucen la frontera hacia la C¨¢mara de Representantes, con una mayor¨ªa republicana cada vez m¨¢s susceptible a las arengas de su minor¨ªa del Tea Party.
Por Jorge A. Ba?ales
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