Definir la prosperidad a la baja
El informe sobre empleo publicado el pasado 5 de julio no ha sido malo. Pero teniendo en cuenta lo deprimida que sigue estando nuestra econom¨ªa, lo cierto es que deber¨ªamos estar creando m¨¢s de 300.000 puestos de trabajo al mes, no menos de 200.000. Como se?ala el Instituto de Pol¨ªtica Econ¨®mica, necesitar¨ªamos m¨¢s de cinco a?os de crecimiento del empleo a este ritmo para volver al nivel de paro que predominaba antes de la Gran Recesi¨®n. La recuperaci¨®n total parece estar todav¨ªa muy lejos. Y empieza a preocuparme la posibilidad de que nunca llegue.
H¨¢ganse una pregunta dif¨ªcil: ?qu¨¦ es exactamente lo que nos llevar¨ªa de nuevo al pleno empleo?
Est¨¢ claro que no podemos contar con la pol¨ªtica fiscal. Puede que la cuadrilla de la austeridad haya sufrido una derrota aplastante en el debate intelectual, pero el est¨ªmulo econ¨®mico sigue siendo una expresi¨®n fea y no es probable que haya ning¨²n programa espec¨ªfico de creaci¨®n de empleo en breve, o en alg¨²n otro momento.
Unas medidas monetarias en¨¦rgicas por parte de la Reserva Federal, algo parecido a lo que el Banco de Jap¨®n est¨¢ intentando ahora, podr¨ªan servir. Pero lejos de volverse m¨¢s en¨¦rgica, la Reserva habla de ¡°aflojar¡± sus esfuerzos. Este comentario ya ha causado verdadero da?o; seguir¨¦ con esto en un momento.
Aun as¨ª, aunque no queramos ni vayamos a tener una pol¨ªtica de creaci¨®n de empleo, ?no podemos contar con la capacidad de recuperaci¨®n natural del sector privado? Puede que no.
Es cierto que, despu¨¦s de una crisis prolongada, el sector privado suele encontrar razones para empezar a gastar dinero otra vez. La inversi¨®n en equipos y programas inform¨¢ticos ya est¨¢ muy por encima de los niveles de antes de la recesi¨®n, fundamentalmente porque la tecnolog¨ªa sigue avanzando y las empresas deben gastar dinero en actualizarse. Tras seis a?os durante los que apenas se construyeron casas nuevas en Estados Unidos, el sector de la vivienda intenta volver a la actividad. De modo que s¨ª, la econom¨ªa muestra signos de recuperaci¨®n.
No puedo evitar recordar que la ¨²ltima vez que estuvimos en una situaci¨®n como esta, lo que finalmente sucedi¨® fue la II Guerra Mundial
Pero ese proceso de recuperaci¨®n no llegar¨¢ muy lejos si los responsables pol¨ªticos lo pisotean, especialmente si suben los tipos de inter¨¦s. Esta no es una inquietud trivial. Es famosa la declaraci¨®n de un presidente de la Reserva Federal que dijo que su trabajo consist¨ªa en llevarse el cuenco del ponche justo cuando la fiesta empezaba a animarse de verdad; por desgracia, la historia nos ofrece muchos ejemplos de bancos centrales que retiran el cuenco del ponche antes de que la fiesta haya empezado siquiera.
Y los mercados financieros est¨¢n, de hecho, apostando por que la Reserva Federal vaya a ofrecernos otro ejemplo de ello. Los tipos de inter¨¦s a largo plazo, que reflejan principalmente las expectativas sobre los futuros tipos de inter¨¦s a corto plazo, se dispararon despu¨¦s del reciente informe sobre empleo (un informe que, insisto, era aceptable, como mucho).
Puede que el sector inmobiliario est¨¦ intentando recuperarse, pero ahora esa recuperaci¨®n tiene que enfrentarse a unos costes de financiaci¨®n que est¨¢n aumentando dr¨¢sticamente: los tipos de inter¨¦s de las hipotecas a 30 a?os son un tercio m¨¢s caros desde que la Reserva Federal empez¨® a hablar de relajar sus esfuerzos hace unos dos meses.
?A qu¨¦ se debe esto? Uno de los motivos es que la Reserva se ve sometida a una presi¨®n constante por parte de los halcones monetarios, que siempre quieren restricci¨®n en el cr¨¦dito y tipos de inter¨¦s m¨¢s altos. Estos halcones llevaban a?os advirti¨¦ndonos de que el aumento descontrolado de la inflaci¨®n estaba a la vuelta de la esquina. Se equivocaban, por supuesto, pero, en vez de cambiar de postura, se han limitado a inventar nuevos motivos ¡ªla estabilidad financiera o lo que sea¡ª para defender los tipos altos. A estas alturas est¨¢ claro que la actitud de los halcones monetarios es una forma de puritanismo, en el sentido al que hac¨ªa referencia H. L. Mencken: ¡°El inquietante temor de que alguien, en alg¨²n lugar, pueda ser feliz¡±. Pero sigue siendo peligrosamente influyente.
Por desgracia, tambi¨¦n hay un elemento t¨¦cnico que juega a favor de los prejuicios de los halcones monetarios. Las t¨¦cnicas estad¨ªsticas que los responsables pol¨ªticos suelen emplear para calcular la ¡°capacidad¡± de la econom¨ªa ¡ªel m¨¢ximo nivel de producci¨®n y empleo que puede alcanzar sin sobrecalentamiento inflacionario¡ª resulta que tienen un gran fallo: interpretan cualquier depresi¨®n econ¨®mica prolongada como una disminuci¨®n de la capacidad, as¨ª que los halcones pueden apoyarse en las tablas y hojas de c¨¢lculo que supuestamente muestran que no hay mucho margen de crecimiento.
En resumen, hay un riesgo real de que las malas pol¨ªticas asfixien la todav¨ªa insuficiente recuperaci¨®n.
?Pero terminar¨¢ el electorado por exigir m¨¢s? Bueno, es ah¨ª donde soy especialmente pesimista.
Se podr¨ªa pensar que una econom¨ªa persistentemente pobre ¡ªuna econom¨ªa en la que millones de personas que podr¨ªan y deber¨ªan estar trabajando de forma productiva est¨¢n en paro, y en muchos casos llevan much¨ªsimo tiempo sin trabajar¡ª acabar¨ªa desatando la indignaci¨®n ciudadana. Pero las pruebas que nos ofrecen las ciencias pol¨ªticas en relaci¨®n con la econom¨ªa y las elecciones no dejan lugar a dudas: lo que importa es el ritmo del cambio, no el grado.
Dig¨¢moslo as¨ª: si el desempleo sube del 6% al 7% durante un a?o de elecciones, quien est¨¦ ocupando el cargo probablemente las perder¨¢. Pero si el paro se mantiene invariable en el 8% durante todo el mandato, el o la titular del cargo probablemente conservar¨¢ el poder. Y esto significa que hay una presi¨®n pol¨ªtica considerablemente escasa para que se acabe con esta depresi¨®n continua, aunque de baja magnitud.
Supongo que alg¨²n d¨ªa suceder¨¢ algo que por fin nos devuelva al pleno empleo. Pero no puedo evitar recordar que la ¨²ltima vez que estuvimos en una situaci¨®n como esta, lo que finalmente sucedi¨® fue la II Guerra Mundial.
Paul Krugman es profesor de Econom¨ªa de Princeton y premio Nobel de 2008.
? New York Times Service 2013
Traducci¨®n de News Clips.
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