Mandira, el "quilombo" sostenible de las ostras
M¨¢s de un siglo despu¨¦s del fin de la esclavitud en Brasil, las comunidades de descendientes de esclavos negros, conocidas como "quilombos", afrontan su presente a trav¨¦s de la implantaci¨®n de negocios sostenibles, como el cultivo de ostras, mientras contin¨²an evocando su pasado con tradiciones.
Situado a 250 kil¨®metros del interior de Sao Paulo y protegido por un salvaje lienzo mata atl¨¢ntica, se levanta el "quilombo" Mandira, un santuario de libertad en el que desde hace 146 a?os viven nueve generaciones afrodescendientes de la misma familia.
Dedicado tradicionalmente al cultivo de arroz, palmito y madera, la comunidad, fundada en el siglo XIX por el hijo bastardo de un terrateniente y su esclava, se vio obligada d¨¦cadas atr¨¢s a buscar nuevas fuentes de supervivencia debido a la p¨¦rdida progresiva de sus tierras.
Los "quilombos" o palenques, que en portugu¨¦s significa "lugar escondido", son comunidades remotas donde se refugiaban los esclavos sublevados que consegu¨ªan huir del yugo de sus amos, tanto portugueses como brasile?os, y donde hoy conviven de forma sustentable, alejados de las garras de grandes urbes como Sao Paulo.
Fuente inagotable de recursos, los habitantes de Mandira se dedican desde hace tres d¨¦cadas al cultivo de ostras como forma de sustento de la comunidad: una ardua y minuciosa labor que combinan con el turismo ecol¨®gico y los trabajos de costura.
En medio del bosque tropical, la labor se centra en la captura y cultivo de ostras en los manglares ubicados entre la desembocadura del R¨ªo Ribeira de Iguap¨¦ y el Oc¨¦ano Atl¨¢ntico, cuya marea, a 10 kil¨®metros de distancia, marca la jornada de los recolectores.
Cuando baja el nivel del manglar, los vecinos de Mandira salen con sus barcazas, la mayor¨ªa sin remo, a colectar las ostras; las mujeres cosen en un peque?o taller y otras preparan la comida, la mayor¨ªa de d¨ªas basada en arroz, fr¨ªjol y pescado.
La temperatura cercana a los 35 grados de este febrero en la costa sur del estado de Sao Paulo, unida a la humedad casi total que emana del manglar, pone a los recolectores de ostras frente a jornadas laborales de alta exigencia f¨ªsica.
Tras la recogida, las ostras son enviadas a la Cooperativa Cooperostra, formada por veinte asociados miembros de la comunidad, encargados de limpiar y distribuir personalmente el marisco a los diferentes bares y restaurantes de las principales ciudades de Sao Paulo.
"La ostra es nuestra principal fuente de ingreso, aunque tambi¨¦n estamos centrados en el turismo sustentable. Recolectamos las ostras, las dejamos en los viveros para que engorden y luego puedan ser comercializadas", explic¨® a Efe Chico Mandira, sobrino del l¨ªder de la comunidad, Federico Mandira, impulsor de la actividad en la zona.
Los "quilombolas" -miembros de la comunidad- obtienen un beneficio de entre 3 y 5 reales (entre 1,2 y 2 d¨®lares aproximadamente) por la venta de doce ostras, mientras que su precio varia entre los 30 y 150 reales (entre unos 12,47 y 62 d¨®lares) dependiendo del restaurante en el que se vayan a comer.
M¨¢s all¨¢ del cultivo de las ostras, los Mandira tambi¨¦n trabajan por la preservaci¨®n de la memoria hist¨®rica de sus antepasados y por mantener viva la contribuci¨®n que la poblaci¨®n negra realiz¨® a Brasil, al punto de ser, los afrodescendientes, mayor¨ªa en el pa¨ªs, seg¨²n el censo de 2010.
"En mi documento dicen que soy mulato, pero yo me considero negro, y eso se lo transmito a mi familia", coment¨® Chico, padre de siete hijos, cinco los cuales viven en la aldea y se dedican al cultivo de ostras.
El estado de Sao Paulo cuenta 28 "quilombos" reconocidos en los que viven cerca de 1.300 familias, la mayor¨ªa de ellas herederas de los esclavos que durante tres siglos fueron traficados desde ?frica hasta Brasil, que aboli¨® la esclavitud en 1888.
Pero tambi¨¦n se funden con otras olas migratorias, como el mestizaje que la ¨¦poca de la colonizaci¨®n portuguesa trajo a Brasil y que la inmigraci¨®n de diferentes pa¨ªses de Europa y Asia reforz¨® con el paso de los a?os.
"Los Mandira se pueden casar con blancos, indios, hasta hay un japon¨¦s. Lo que s¨ª que es verdad es que si alguien quiere vivir aqu¨ª se tiene que casar con alguna persona de la comunidad", advirti¨® Chico.
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