El final del ¡®m¨¦todo Monnet¡¯
Sin planes de choque contra el paro, la desafecci¨®n que reflejan las urnas ser¨¢ mayor
En qu¨¦ momento la ¡°crisis del capitalismo global¡± pas¨® a ser la ¡°crisis del euro¡±? Este mes han hecho cuatro a?os del primer rescate a Grecia, la intervenci¨®n inicial a un pa¨ªs europeo que luego tendr¨ªa secuelas de distinto signo en Irlanda, Portugal, Espa?a y Chipre. Repasemos las hemerotecas: entonces no pasaba por la imaginaci¨®n de nadie que un miembro de la eurozona tuviera que pedir ayuda al Fondo Monetario Internacional (FMI), especializado en pol¨¦micos y crueles salvamentos a pa¨ªses del Tercer Mundo, al Banco Central Europeo (BCE) y a la Comisi¨®n Europea. ?Fue ese el momento inicial de la crisis del euro?
Desde entonces, el proyecto europeo se ha caracterizado por las pol¨ªticas de austeridad. En su excelente libro Austeridad. Historia de una idea peligrosa (Cr¨ªtica), el profesor de Econom¨ªa de la Universidad de Brown, Mark Blyth, define este concepto como ¡°una forma de deflaci¨®n voluntaria por la cual la econom¨ªa entra en un proceso de ajuste basado en la reducci¨®n de los salarios, el descenso de los precios y un menor gasto p¨²blico, todo enfocado a una meta: la de lograr la recuperaci¨®n de los ¨ªndices de competitividad, algo cuya mejor y m¨¢s pronta consecuci¨®n exige (supuestamente) el recorte de los presupuestos del Estado y la disminuci¨®n de la deuda y el d¨¦ficit¡±. Seg¨²n quienes abogan por esta terapia, su adopci¨®n sabr¨¢ generar una mayor ¡°confianza empresarial¡±, dado que los Gobiernos habr¨¢n dejado de copar el mercado inversor al absorber todo el capital disponible mediante la emisi¨®n de deuda, as¨ª como de incrementar la deuda nacional, ya de por s¨ª ¡°excesivamente grande¡±.
La austeridad no es un proceso neutral desde el punto de vista distributivo de los sacrificios que exige. La pol¨ªtica de austeridad ha liquidado el llamado m¨¦todo Monnet, que resume Sami Na?r en El desenga?o europeo (Galaxia Gutenberg). Jean Monnet, padre de la UE junto a personajes tan europe¨ªstas como Robert Schuman, Konrad Adenauer o Alcide de Gasperi, entend¨ªa que el ¨²nico modo que permit¨ªa avanzar entre tantas diferencias como las que manifestaban los distintos pa¨ªses era un acuerdo sobre la orientaci¨®n econ¨®mica, pol¨ªtica y social de la zona, y de ning¨²n modo una opini¨®n hegem¨®nica (como la que impone hoy Alemania). Y teorizaba tres pasos complementarios: construir un mercado europeo, avanzar en la supranacionalidad y ¡ªcon igual jerarqu¨ªa¡ª la solidaridad de hecho entre pa¨ªses y ciudadanos.
Es esta tercera pata europea la que ha demolido y fracturado la pol¨ªtica de la austeridad autoritaria, la austeridad impuesta independientemente de las condiciones de cada pa¨ªs y de cada grupo social. Veamos lo sucedido en Espa?a, a la luz de los ¨²ltimos datos conocidos: de los 26 millones de parados europeos, casi seis de ellos son espa?oles. Pues bien, m¨¢s del 20% de estos ¨²ltimos (1,27 millones de personas) lleva desempleado m¨¢s de tres a?os, habiendo crecido este colectivo un 22% en tan s¨®lo un a?o. Ello plantea dos tipos de problemas concatenados: el m¨¢s inquietante, el que los parados de muy largo plazo han agotado en su inmensa mayor¨ªa el seguro de desempleo o los subsidios adicionales, lo que les hace aumentar el colectivo vinculado con la pobreza y la exclusi¨®n. El segundo efecto es la hist¨¦resis, la inempleabilidad; cuanto mayor tiempo permanece una persona fuera del mercado de trabajo, m¨¢s obsoleto le convierte para los que tienen que contratarlo. Otra cifra reciente, proporcionada tambi¨¦n por el Instituto Nacional de Estad¨ªstica (INE), es el n¨²mero de desanimados que han dejado de buscar trabajo porque creen que no van a encontrarlo: 483.000 personas, un 21% m¨¢s que en el a?o 2011. Este n¨²mero ser¨ªa sin duda mayor si incluyera a quienes el des¨¢nimo les ha llevado a abandonar el pa¨ªs y volver a sus lugares de origen o, sencillamente, a emigrar, como hicieron sus abuelos.
Las pol¨ªticas activas de empleo son de competencia nacional, no comunitaria. El que haya o no programas de choque para paliar estos problemas depende del Gobierno de Rajoy, pero necesita de la exigencia, complicidad y financiaci¨®n europea. Si no ocurre as¨ª, la desafecci¨®n ciudadana manifestada estos d¨ªas en las urnas ser¨¢ a¨²n mayor en el futuro inmediato. Y el leitmotiv de las ¨¦lites bienpensantes (¡°?Europa, Europa, Europa!¡±) devendr¨¢ s¨®lo una suerte de europe¨ªsmo beato.
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