?bola y desigualdad
La crisis del virus del ?bola nos recuerda, una vez m¨¢s, del lado negativo de la globalizaci¨®n. No s¨®lo las cosas buenas ¡ªcomo por ejemplo los principios de justicia social e igualdad de g¨¦nero¡ª cruzan las fronteras con m¨¢s facilidad que nunca antes, tambi¨¦n lo hacen las influencias malignas, tales como los problemas ambientales y las enfermedades.
Esta crisis tambi¨¦n nos recuerda de la importancia que tienen el gobierno y la sociedad civil. No nos dirigimos hacia al sector privado para controlar la propagaci¨®n de una enfermedad como el ?bola. En cambio, s¨ª nos dirigimos hacia las instituciones ¡ªpor ejemplo, hacia los Centros para el Control y Prevenci¨®n de Enfermedades (CDC) en Estados Unidos, la Organizaci¨®n Mundial de la Salud (OMS), y M¨¦dicos sin Fronteras, el notable grupo de m¨¦dicos y enfermeras que arriesgan sus vidas para salvar las de otros en los pa¨ªses pobres de todo el mundo.
Incluso los fan¨¢ticos derechistas que quieren desmantelar las instituciones gubernamentales recurren a ellas cuando se enfrenta a una crisis como la causada por el ¨¦bola. Puede que los gobiernos no hagan un trabajo perfecto en el abordaje de este tipo de crisis, pero una de las razones por las que no funcionaron como nosotros esperar¨ªamos es que no hemos proporcionado los fondos suficientes a los organismos competentes a nivel nacional y mundial.
El episodio del ¨¦bola entra?a a¨²n m¨¢s lecciones. Una de las razones por las que la enfermedad se extendi¨® tan r¨¢pidamente en Liberia y Sierra Leona es que ambos son pa¨ªses asolados por la guerra, donde una gran proporci¨®n de la poblaci¨®n est¨¢ desnutrida y el sistema de atenci¨®n de la salud se ha visto devastado.
Por otra parte, en lo que se refiere al desarrollo de vacunas, el ¨¢mbito en el cual el sector privado s¨ª desempe?a un papel esencial, dicho sector tiene pocos incentivos para dedicar recursos a las enfermedades que afligen a los pobres del mundo o a los pa¨ªses sin recursos. S¨®lo cuando los pa¨ªses desarrollados se ven amenazados es que existe un impulso suficiente para invertir en vacunas para hacer frente a enfermedades como el ¨¦bola.
Lo anterior no se expresa principalmente como una cr¨ªtica al sector privado; al fin de cuentas, las empresas farmac¨¦uticas no se dedican a la actividad empresarial empujadas por la bondad dentro de sus corazones, y no hay dinero que ganar en la prevenci¨®n y curaci¨®n de las enfermedades de los pobres. En cambio, lo que la crisis del ¨¦bola cuestiona es nuestra dependencia del sector privado para que haga las cosas que los gobiernos llevan a cabo mejor. De hecho, parece ser que con m¨¢s financiaci¨®n p¨²blica, una vacuna contra el ¨¦bola podr¨ªa ya haberse desarrollado hace a?os.
La fe ciega de EE UU en el sector privado lleva a que sus ciudadanos tengan mala salud
Los fracasos de Estados Unidos en este sentido han llamado especialmente la atenci¨®n ¡ªtanto es as¨ª que algunos pa¨ªses africanos est¨¢n tratando a los visitantes de EE UU con precauciones especiales. Pero eso s¨®lo es el eco de un problema m¨¢s fundamental: el sistema de salud de Estados Unidos, que en su gran mayor¨ªa es privado, est¨¢ fracasando.
Es cierto que en el extremo superior, EE UU es la sede de algunos de los hospitales, universidades de investigaci¨®n y centros m¨¦dicos avanzados que son l¨ªderes a nivel mundial. Pero, a pesar de que EE UU gasta m¨¢s un porcentaje mayor de su PIB en asistencia m¨¦dica que cualquier otro pa¨ªs, sus resultados de salud son realmente decepcionantes.
Al nacer, la esperanza de vida masculina en EE UU es la peor entre los 17 pa¨ªses con mayores ingresos del mundo ¡ªcasi cuatro a?os m¨¢s corta que la de Suiza, Australia y Jap¨®n. Y, dentro de dicho grupo, EE UU ocupa el segundo peor puesto en cuanto a expectativa de vida para las mujeres, m¨¢s de cinco a?os por debajo del mismo ¨ªndice en Jap¨®n.
Otros indicadores de salud son igualmente decepcionantes, ya que se tienen datos que indican que los resultados de salud de los estadounidenses son m¨¢s deficientes a lo largo de sus vidas. Y, por lo menos durante tres d¨¦cadas, las cosas han ido empeorando.
Muchos factores contribuyen al rezago de la salud en Estados Unidos, y son factores que brindan tambi¨¦n lecciones relevantes para otros pa¨ªses. Para empezar, el acceso a la atenci¨®n m¨¦dica s¨ª es importante. Al ser EE UU uno entre los pocos pa¨ªses avanzados que no reconoce que el acceso a la atenci¨®n m¨¦dica es un derecho humano b¨¢sico, y como es un pa¨ªs que, en comparaci¨®n con otros, depende m¨¢s del sector privado, el que muchos estadounidenses no obtengan los medicamentos que necesitan no causa sorpresa. A pesar de que la Ley de Protecci¨®n al Paciente y Cuidado de Salud Asequible (Obamacare) ha mejorado las cosas, la cobertura del seguro de salud sigue siendo d¨¦bil, y casi la mitad de los 50 estados de Estados Unidos se niega a ampliar Medicaid, el programa de financiaci¨®n de la atenci¨®n de salud para los pobres de EE UU.
Adem¨¢s, Estados Unidos tiene una de las tasas m¨¢s altas de pobreza infantil entre los pa¨ªses avanzados (la diferencia era a¨²n mayor antes de que las pol¨ªticas de austeridad aumentasen dram¨¢ticamente la pobreza en varios pa¨ªses europeos), y la falta de nutrici¨®n y atenci¨®n de salud durante la infancia conlleva efectos de por vida. Paralelamente, las leyes sobre armas de fuego contribuyen a que EE UU tenga la mayor incidencia de muertes violentas entre los pa¨ªses avanzados, y la dependencia en el transporte v¨ªa autom¨®viles de este pa¨ªs sustenta una alta tasa de muertes en las carreteras.
Asimismo, la descomunal desigualdad en Estados Unidos es tambi¨¦n un factor cr¨ªtico que contribuye a su retraso en el ¨¢mbito de la salud, especialmente en combinaci¨®n con los factores mencionados anteriormente. Al haber m¨¢s pobreza en general y m¨¢s pobreza infantil en particular, m¨¢s personas que no tienen acceso a servicios de salud, vivienda digna y educaci¨®n, y m¨¢s personas en situaci¨®n de inseguridad alimentaria (quienes a menudo consumen alimentos baratos que favorecen la obesidad), no es de extra?ar que los resultados de salud de Estados Unidos sean malos.
Sin embargo, para las personas que tienen mayores ingresos y una mayor cobertura de seguro los resultados de salud son tambi¨¦n peores en Estados Unidos si los comparamos con los obtenidos en otros lugares. Tal vez esto tambi¨¦n se relacione con el hecho de que en EE UU existe una mayor desigualdad en comparaci¨®n con otros pa¨ªses avanzados. La salud, sabemos, est¨¢ relacionada con el estr¨¦s. Aquellos que luchan por subir la escalera del ¨¦xito saben las consecuencias del fracaso. En Estados Unidos los pelda?os de la escalera est¨¢n m¨¢s separados en comparaci¨®n con otros lugares, y la distancia desde la parte superior a la parte inferior es mayor. Eso significa m¨¢s ansiedad, lo que a su vez se traduce en una salud m¨¢s deficiente.
La buena salud es una bendici¨®n. Pero, la forma c¨®mo los pa¨ªses estructuran sus sistemas de atenci¨®n sanitaria ¡ªy sus sociedades¡ª marca una gran diferencia en t¨¦rminos de resultados. Estados Unidos y el mundo pagan un alto precio por su excesiva dependencia de las fuerzas del mercado y por brindar atenci¨®n insuficiente a valores m¨¢s amplios, como por ejemplo a la igualdad y la justicia social.
Traducido del ingl¨¦s por Roc¨ªo L. Barrientos.
Joseph E. Stiglitz, premio Nobel de Econom¨ªa, es profesor universitario en la Universidad de Columbia. Su libro m¨¢s reciente, en coautor¨ªa con Bruce Greenwald, es Creating a Learning Society: A New Approach to Growth, Development, and Social Progress.
? Project Syndicate, 2014.
www.project-syndicate.org
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