Cambridge contra Cambridge
El fracaso del pensamiento ¨²nico en la Gran Recesi¨®n ha alumbrado una generaci¨®n de economistas heterodoxos. Solo les une la cr¨ªtica al neoliberalismo y a la escuela neocl¨¢sica
En lo m¨¢s hondo de la crisis econ¨®mica, en el a?o 2009, Paul Krugman, con la libertad intelectual que le daba el Premio Nobel de Econom¨ªa, se invent¨® una divisi¨®n de su profesi¨®n y habl¨® de los ¡°economistas de agua salada¡± (m¨¢s keynesianos) y los ¡°economistas de agua dulce¡± (los neocl¨¢sicos). Hasta antes de la quiebra de Lehman Brothers ambos grupos hab¨ªan firmado una falsa paz basada, sobre todo, en la confluencia de opiniones que salvaban a los mercados de sus fallos. Eran los a?os de la Gran Moderaci¨®n, en los que las cosas iban b¨¢sicamente bien. La recesi¨®n que lleg¨® termin¨® con esa paz postiza, durante la cual las fricciones entre ambos grupos de economistas hab¨ªan permanecido dormidas sin que se hubiera producido ninguna convergencia real entre sus posiciones. Fue entonces cuando Alan Greenspan, que hab¨ªa sido presidente de la Reserva Federal y era denominado ¡°el maestro¡± por unos y otros, admiti¨® encontrarse en un estado de ¡°conmoci¨®n e incredulidad¡± porque ¡°todo el edificio intelectual se hab¨ªa hundido¡±.
Un lustro despu¨¦s, aquella distinci¨®n krugmanita ha pasado de moda y es dif¨ªcil encontrar economistas que defiendan a campo abierto la teor¨ªa econ¨®mica que ha llevado al fracaso del pensamiento ¨²nico neoliberal y a la gesti¨®n de la crisis econ¨®mica m¨¢s larga y profunda desde los a?os treinta del siglo pasado. El historiador del pensamiento econ¨®mico de la Universidad norteamericana de Notre Dame Philip Mirowski se sorprende de que, a pesar de ese fracaso evidente, los neoliberales (los economistas ¡°de agua dulce¡±) parecen haber eludido toda responsabilidad por propiciar las condiciones para que se materializase la crisis: ninguno de esos profesionales ¡°fue despedido por incompetente. Los economistas no han sido expulsados de sus puestos en el Gobierno. Ning¨²n departamento de Econom¨ªa ha sido clausurado, ni por sus errores ni como medida de ahorro de costes¡± (Nunca dejes que una crisis te gane la partida, ediciones Deusto).
Ahora hay una verdadera avalancha de economistas heterodoxos de muy diferentes escuelas. Lo ¨²nico que les une es la cr¨ªtica al neoliberalismo y a la escuela neocl¨¢sica, y un cierto neokeynesianismo. En el libro citado, Mirowski centra geogr¨¢ficamente esas cr¨ªticas: sin duda la II Guerra Mundial habr¨ªa tenido lugar sin Martin Heidegger, Carl Schmitt u otros intelectuales nazis, pero no est¨¢ tan claro que hubiera ocurrido la crisis econ¨®mica sin la escuela neocl¨¢sica de Chicago. Chicago ha sido el padrino intelectual de la autorregulaci¨®n que ha llevado a tantos abusos.
Dentro de unos meses llegar¨¢ a Espa?a la obra can¨®nica del economista neokeynesiano australiano Steve Keen (Debuking Economics, traducida Desenmascarando la econom¨ªa, Capit¨¢n Swing). Keen se autodefine dentro de la ¡°tradici¨®n cient¨ªfica de Marx-Schumpeter-Keynes-Joan Robinson- Piero Sraffa-Hyman Minsky¡±. Lo peculiar de este economista es que ha atizado a otros autores pretendidamente keynesianos como Krugman, por ser neocl¨¢sicos camuflados: ¡°El establishment neocl¨¢sico (s¨ª, Paul, eres parte de ese establishment) ha ignorado toda la investigaci¨®n de los economistas no neocl¨¢sicos como yo por d¨¦cadas. As¨ª que es bueno ver cierto compromiso en lugar de una ignorancia deliberada o, m¨¢s probablemente ciega, a otros an¨¢lisis alternativos¡±.
Lo ¨²nico que les une es la cr¨ªtica al neoliberalismo y a la escuela neocl¨¢sica, y un cierto neokeynesianismo
Esta pol¨¦mica recuerda a otra de hace medio siglo, que fue conocida como Cambridge contra Cambridge y que enfrent¨® a los disc¨ªpulos directos de Keynes en el Cambridge brit¨¢nico (Robinson, Sraffa, Kaldor,¡) con los del Cambridge de Massachusetts, en EE?UU (Paul Samuelson, Robert Solow¡). Los norteamericanos llegar¨ªan al premio Nobel; los brit¨¢nicos, no. Joan Robinson calific¨® a los primeros como ¡°keynesianos bastardos¡±.
En distintas proporciones, los famos¨ªsimos Thomas Piketty y Yanis Varoufakis tambi¨¦n son economistas heterodoxos. El franc¨¦s, por haber conseguido con su libro El capital en el siglo XXI (Fondo de Cultura Econ¨®mica) lo que ninguno de sus colegas antes (ni siquiera Joseph Stiglitz en El precio de la desigualdad, editorial Taurus): introducir la desigualdad en el centro de la pol¨ªtica econ¨®mica tras largas d¨¦cadas de ser orillada por el pensamiento ortodoxo que la consideraba una caracter¨ªstica natural del capitalismo. En colaboraci¨®n con otros j¨®venes colegas como Emmanuel Saez o Gabriel Zucman (La riqueza oculta de las naciones, editorial Pasado y Presente), Piketty ha llevado sus argumentos de la econom¨ªa a la pol¨ªtica: concentraciones extremas de renta y riqueza como las que se dan en nuestras sociedades amenazan la democracia. Guste o no, las tesis de un cient¨ªfico social franc¨¦s no hab¨ªan influido tanto en el mundo anglosaj¨®n desde La democracia en Am¨¦rica, de Tocqeville.
Antes de ser nombrado ministro de Finanzas griego por Alexis Tsipras, Yanis Varoufakis ejerc¨ªa como misionero contra la austeridad autoritaria que Europa impon¨ªa a la Europa del Sur. Junto a otros dos colegas, el brit¨¢nico Stuart Holland y el estadounidense James Galbraith (hijo del gran John Kenneth Galbraith), Varoufakis presentaba una y otra vez por todo el mundo una modesta proposici¨®n para revolver la crisis de la eurozona, una especie de manifiesto que se encuentra en la Red. Pero su principal aportaci¨®n intelectual al debate es el libro El Minotauro global (Capit¨¢n Swing), en el que hace un s¨ªmil entre ese monstruo con cuerpo de hombre y cabeza de toro, y la crisis econ¨®mica: igual que los griegos manten¨ªan un flujo constante de atributos al Minotauro, as¨ª el resto del mundo envi¨® cantidades incre¨ªbles de capital a EE?UU. Este motor, que impuls¨® la econom¨ªa global durante casi tres d¨¦cadas, es el que grip¨® en el a?o 2007.
Uno de los libros m¨¢s vendidos en 2014, y que ha resultado de referencia en muchos lugares (incluso en la Alemania socialdem¨®crata) es Austeridad. Historia de una idea peligrosa (editorial Cr¨ªtica) del profesor de Econom¨ªa Pol¨ªtica Internacional de la Universidad de Brown, Mark Blyth. ?ste combate la tesis dominante en Europa hasta hace poco tiempo de la ¡°austeridad expansiva¡±, aquella que se extendi¨® como un reguero de p¨®lvora y que dec¨ªa algo tan peculiar como que recortar el gasto en tiempos recesivos supone una mayor producci¨®n. Su simplismo recordaba en algo la curva de Laffer (recortar los impuestos aumenta la recaudaci¨®n fiscal), que aplicada por Reagan llev¨® a EE?UU al mayor d¨¦ficit p¨²blico de su historia.
El repaso a los economistas heterodoxos m¨¢s conocidos no puede olvidar al coreano Ha-Joon Chang, de la Universidad de Cambridge, premio Wassily Leontief por ampliar la frontera del pensamiento econ¨®mico y bien conocido en Espa?a a trav¨¦s de sus libros (Retirar la escalera, editorial Catarata; o 23 cosas que no te cuentan sobre el capitalismo, editorial Debate). En menos de un mes estar¨¢ en librer¨ªas su ¨²ltimo texto Econom¨ªa: manual de usuario (Debate). En ¨¦l, como en los anteriores, Ha-Joon Chang desarrolla la tesis de que la gente no vio llegar la Gran Recesi¨®n porque no pregunt¨® qu¨¦ era lo que nos ocultaban: la cultura de las burbujas.
Antes de ser nombrado ministro, Yanis Varoufakis ejerc¨ªa como misionero contra la austeridad autoritaria de Europa
Francia es un pa¨ªs que no s¨®lo ha cedido a Piketty en esta coyuntura. De este pa¨ªs surge el Manifiesto de los Economistas aterrados y los textos centrales de dos investigadores del Centre National de la Recherche Scientifique (CNRS), G¨¦rard Dum¨¦nil y Dominique L¨¦vy (La crisis del neoliberalismo, editorial Lengua de Trapo, y La gran bifurcaci¨®n, FUHEM Social y La Catarata), muy recomendables.
Heterodoxos u ortodoxos, los economistas han de tener la calidad suficiente para interpretar lo que est¨¢ ocurriendo y corregir sus fallos. En la maravillosa necrol¨®gica que Keynes hace de su maestro Alfred Marshall, define la profesi¨®n de economista de un modo envidiable: ¡°El gran economista debe poseer una rara combinaci¨®n de dotes (¡) Debe ser matem¨¢tico, historiador, estadista y fil¨®sofo (en cierto grado). Debe comprender los s¨ªmbolos y hablar con palabras corrientes. Debe contemplar lo particular en t¨¦rminos de lo general y tocar lo abstracto y lo concreto con el mismo vuelo de pensamiento. Debe estudiar el presente a la luz del pasado y con vistas al futuro. Ninguna parte de la naturaleza del hombre o de sus instituciones debe quedar por completo fuera de su consideraci¨®n. Debe ser simult¨¢neamente desinteresado y utilitario: tan fuera de la realidad y tan incorruptible como un artista y, sin embargo, en algunas ocasiones tan cerca de la tierra como el pol¨ªtico¡±.
Por cierto, Keynes tambi¨¦n va a ser reeditado.
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