Ideas realmente malas
?No es toda esta obsesi¨®n por el d¨¦ficit una simple excusa para recortar las ayudas sociales?
Algo que hemos aprendido durante los a?os transcurridos desde el estallido de la crisis financiera es que las ideas seriamente malas ¡ªy con esto me refiero a esas ideas que apelan a los prejuicios de la Gente Muy Seria¡ª tienen un poder de permanencia sorprendente. Por muchas pruebas en contra que se presenten, por muy estrepitosa y frecuentemente que las predicciones basadas en esas ideas hayan fallado, las malas ideas siempre regresan. Y siguen siendo capaces de deformar la pol¨ªtica.
?Qu¨¦ hace que algo pueda calificarse de idea seriamente mala? En general, para parecer seria, debe recurrir a causas de gran envergadura para explicar los grandes acontecimientos; las cuestiones t¨¦cnicas, como los problemas que genera el hecho de compartir una moneda sin tener un presupuesto com¨²n, no dan la talla. Tambi¨¦n debe absolver a los intereses corporativos y a la gente rica de toda responsabilidad sobre lo que haya salido mal, y pedir que la gente corriente tome decisiones dif¨ªciles y haga sacrificios.
De modo que la verdadera historia del desastre econ¨®mico, que es que lo provoc¨® un sector financiero poco regulado que se hab¨ªa descontrolado y que lo perpetuaron unas pol¨ªticas de austeridad desatinadas, no sirve. La historia debe contener m¨¢s bien elementos como la escasez de trabajadores cualificados ¡ªno es que falten puestos de trabajo; tenemos una mano de obra poco adecuada para esta ¨¦poca de mundializaci¨®n y alta tecnolog¨ªa, etc¨¦tera ¡ª, aunque no haya absolutamente ninguna prueba de que dicha escasez est¨¦ obstaculizando la recuperaci¨®n.
Y el ejemplo perfecto de una idea seriamente mala es la determinaci¨®n, contra toda evidencia, de defender que el gasto p¨²blico que ayuda a los menos afortunados es una causa fundamental de nuestros problemas econ¨®micos. En Estados Unidos, me alegra decirlo, esta idea parece estar contra las cuerdas, al menos por ahora. En Gran Breta?a, sin embargo, sigue imponi¨¦ndose. En concreto, un factor importante del reciente triunfo electoral de los conservadores ha sido el modo en que los medios de comunicaci¨®n brit¨¢nicos les han dicho a los votantes, una y otra vez, que el gasto p¨²blico excesivo del Gobierno laborista fue el causante de la crisis financiera.
Apenas hay que esforzarse para demostrar que esa afirmaci¨®n es absurda por diversos motivos. Por un lado, la crisis financiera afect¨® a todo el mundo; ?acaso provoc¨® el supuesto despilfarro de Gordon Brown el estallido de las burbujas inmobiliarias de Florida y Espa?a? Por otra parte, todas estas acusaciones de irresponsabilidad constituyen un falseamiento de los hechos porque, en v¨ªsperas de la crisis, nadie opinaba que Gran Breta?a estuviese derrochando el dinero: la deuda era baja, desde un punto de vista hist¨®rico, y el d¨¦ficit, bastante peque?o. Para terminar, la supuestamente desastrosa situaci¨®n fiscal de Gran Breta?a jam¨¢s ha preocupado a los mercados, que han seguido dispuestos a comprar bonos brit¨¢nicos, aun cuando su rendimiento es bajo, en t¨¦rminos hist¨®ricos.
Sin embargo, esa es la historia, que se suele presentar no como una opini¨®n sino como un hecho. Y lo peor de todo es que los dirigentes brit¨¢nicos parecen creerse su propia propaganda. El mi¨¦rcoles, George Osborne, ministro de Hacienda y arquitecto de las pol¨ªticas de austeridad del Gobierno, anunciaba su intenci¨®n de implantar estas pol¨ªticas de forma permanente. Gran Breta?a, afirmaba, deber¨ªa tener una ley que exija al Gobierno mantener el super¨¢vit presupuestario ¡ªy que los ingresos actuales cubran todos los gastos, incluidos los de inversi¨®n¡ª siempre que la econom¨ªa est¨¦ creciendo.
Es una propuesta sorprendente, y lo digo en el peor sentido. No es que Osborne est¨¦ respondiendo de forma err¨®nea a los problemas de Gran Breta?a; es que est¨¢ respondiendo a un problema que Gran Breta?a no tiene, mientras hace caso omiso de los que s¨ª tiene y los agrava.
Porque Gran Breta?a no tiene un problema de deuda p¨²blica. S¨ª, la deuda aument¨® despu¨¦s de la crisis econ¨®mica, pero sigue sin ser alta desde un punto de vista hist¨®rico, y el coste de los pr¨¦stamos casi nunca ha sido tan bajo. De hecho, los tipos de inter¨¦s ajustados seg¨²n la inflaci¨®n son negativos, incluso en los pr¨¦stamos a muy largo plazo. En otras palabras: los inversores est¨¢n dispuestos a pagar al Gobierno brit¨¢nico para utilizar parte de su riqueza.
Mientras tanto, la econom¨ªa real de Gran Breta?a sigue aquejada de problemas. Es cierto que el empleo ha resistido sorprendentemente bien, pero esto se debe solo a una ca¨ªda de la productividad espectacular y sin precedentes: teniendo en cuenta la cualificaci¨®n de la mano de obra, la producci¨®n por persona y hora ha descendido alrededor de un 7 % desde principios de 2008.
Nadie sabe a ciencia cierta por qu¨¦ se ha producido este descenso ni c¨®mo invertir la tendencia pero, sin duda, la combinaci¨®n de una econom¨ªa todav¨ªa d¨¦bil, un desastroso comportamiento de la productividad y un coste negativo del pr¨¦stamo indica que ha llegado la hora de aumentar la inversi¨®n en cosas como las infraestructuras. (Los trenes de pasajeros brit¨¢nicos hacen que el servicio ferroviario estadounidense parezca bueno, y la congesti¨®n del tr¨¢fico es cada vez peor). Sin embargo, la propuesta de Osborne acabar¨ªa con cualquier iniciativa de ese tipo.
Pero Osborne parece muy serio y, si la historia sirve de gu¨ªa, el Partido Laborista no presentar¨¢ contraargumentos eficaces.
Ahora bien, algunos lectores probablemente est¨¦n pensando que conf¨ªo demasiado en la sinceridad de Osborne y otros como ¨¦l. ?No es toda esta obsesi¨®n por el d¨¦ficit una simple excusa para recortar las ayudas sociales? Estoy seguro de que, en parte, as¨ª es. Pero no creo que esa sea la ¨²nica explicaci¨®n. Yo dir¨ªa que las ideas seriamente malas tienen vida propia. Y controlan nuestro mundo.
Paul Krugman es premio Nobel de Econom¨ªa de 2008. Traducci¨®n de News Clips.
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