?Por qu¨¦ no hay inflaci¨®n?
Es posible que seamos demasiado pesimistas sobre el potencial de crecimiento de la econom¨ªa
Desde que los bancos centrales iniciaron los programas de expansi¨®n cuantitativa para contrarrestar los efectos de la crisis, hace ya siete largos a?os, las alarmas anunciando la inminente llegada de la inflaci¨®n se han sucedido. Los monetaristas clamaban, despavoridos, que el r¨¢pido aumento del balance de los bancos centrales iba a generar r¨¢pida y alta inflaci¨®n que requerir¨ªa r¨¢pidas subidas de tipos de inter¨¦s, y por tanto el remedio iba a ser peor que la enfermedad. Los aficionados a las reglas de Taylor ¨Clas reglas desarrolladas por el profesor John Taylor en los a?os 1990 que describen el tipo de inter¨¦s como una funci¨®n del tipo de inter¨¦s de equilibrio, el output gap, y el diferencial de inflaci¨®n con respecto al objetivo¨C lamentaban constantemente que dichas reglas indicaban que los tipos de inter¨¦s estaban demasiado bajos. En ambos casos las alertas ten¨ªan un marcado acento republicano (en EE UU) o germ¨¢nico (en Europa).
El colapso de los precios de las materias primas han ayudado, sin duda, a contener la inflaci¨®n y llevarla a territorio transitoriamente negativo. Pero la realidad es que la tendencia subyacente de la inflaci¨®n es muy baja en todas partes, y es as¨ª desde hace a?os. En EE UU el deflactor subyacente del consumo se sit¨²a en el 1,2% en tasa interanual; en Reino Unido y Europa la inflaci¨®n subyacente esta en el 0,9%, y en Jap¨®n en el 0,3%. Este fen¨®meno no es privativo de los pa¨ªses situados en el epicentro de la crisis. Todos los bancos centrales del mundo desarrollado que subieron tipos a partir del 2010 los han tenido que bajar, algunos de manera bastante agresiva. Los pron¨®sticos de aumento de la inflaci¨®n han errado de manera clamorosa hasta la fecha.
Las causas que est¨¢n conteniendo la inflaci¨®n son variadas y, con casi toda seguridad, generaran muchos a?os de investigaci¨®n doctoral para afinar los diagn¨®sticos. Por un lado est¨¢ la fragilidad de las expectativas de inflaci¨®n y de la confianza en que los bancos centrales sean capaces de restaurar la estabilidad de precios. El debate, a veces muy agitado y, por desgracia, politizado, sobre la conveniencia de usar las mal llamadas ¡°pol¨ªticas no convencionales¡± ¨Cmal llamadas, porque tanto las bajadas de tipos de inter¨¦s como las compras de bonos son maneras equivalentes y complementarias de alcanzar el mismo objetivo, una estructura de tipos de inter¨¦s y de precios de los activos que genere crecimiento equilibrado e inflaci¨®n al objetivo¨C han creado innecesaria timidez en el uso de las mismas por parte de los bancos centrales, y desconfianza entre el p¨²blico y los inversores sobre la efectividad de las mismas.
Esta desconfianza ha afectado mucho m¨¢s a la inversi¨®n real (que tiene horizontes de varios a?os) que a la financiera (que tiene horizontes m¨¢s cortos), contribuyendo as¨ª al aumento de la desigualdad. El resultando ha sido la estabilizaci¨®n de las expectativas de inflaci¨®n a medio plazo por debajo del objetivo, generando presi¨®n a la baja sobre la inflaci¨®n. El temor de que las compras de bonos generar¨ªa riesgo moral entre los gobiernos y un aumento descontrolado de los d¨¦ficits fiscales se ha probado infundado. Quiz¨¢s el deseo de anular la acusaci¨®n de riesgo moral haya generado un exceso de celo fiscal en algunos pa¨ªses, como EE UU o Gran Breta?a, impidiendo una recuperaci¨®n mas boyante.
Por otro lado, los cambios en el mercado laboral inducidos por la combinaci¨®n de una crisis profunda que ha facilitado la incorporaci¨®n del r¨¢pido avance tecnol¨®gico y las reformas estructurales (sanitaria en EE UU, laborales en Europa), parecen haber aumentado la capacidad de crear empleo sin generar inflaci¨®n de salarios. Las nuevas tecnolog¨ªas que permiten una gesti¨®n mucho m¨¢s activa de las horas de trabajo ¨Cen muchas actividades del sector servicios en EEUU y en Gran Breta?a se comunica a los empleados con escasa antelaci¨®n cuantas horas van a trabajar (y por tanto cu¨¢nto dinero van a ingresar) ese d¨ªa o semana¨C han trasladado el impacto de las fluctuaciones de corto plazo de la demanda a los trabajadores, aumentado la incertidumbre sobre los ingresos y debilitando su capacidad de negociaci¨®n salarial.
El aumento de los empleos a tiempo parcial genera un efecto composici¨®n que limita el aumento de los salarios para un nivel dado de desempleo. Esta es la experiencia japonesa de las ¨²ltimas d¨¦cadas, se est¨¢ viendo ahora en EE UU, y probablemente se ver¨¢ en Europa. En Espa?a, el an¨¢lisis de Jos¨¦ Ignacio Conde Ruiz y sus coautores en el blog Nada es gratis muestra que aproximadamente el 30% de los trabajadores que en 2007 ten¨ªan un contrato indefinido tienen ahora un contrato temporal, son aut¨®nomos o desempleados. El salario nominal mediano de los que han permanecido en la misma empresa con el mismo contrato indefinido ha aumentado un 14% desde 2007. Sin embargo, el salario nominal mediano para los que siguen con contrato indefinido pero han cambiado de empresa ha ca¨ªdo el 17%, y m¨¢s del 40% para los que han pasado de contrato indefinido a temporal.
Adem¨¢s, es posible que seamos demasiado pesimistas sobre el potencial de crecimiento de la econom¨ªa. La expansi¨®n tecnol¨®gica que est¨¢ penetrando todos los sectores econ¨®micos no se est¨¢ traduciendo en mejoras de las medidas de productividad. Es posible que no sepamos medir su impacto y que infravaloremos la ca¨ªda del deflactor del PIB, y por tanto el crecimiento real. ?C¨®mo se cuantifica el valor de un servicio que de repente pasa a ser gratis a cambio de informaci¨®n del usuario que se monetizar¨¢ en el futuro? ?C¨®mo se mide la mejora de servicios que ofrecen las m¨²ltiples aplicaciones que ofrece cada nueva versi¨®n del I-Phone? Si un software ofrece cada vez m¨¢s y mejores servicios al mismo precio, ?ha ca¨ªdo el precio?
El drama de la crisis, y el endurecimiento de la regulaci¨®n financiera han aumentado la aversi¨®n al riesgo de consumidores, empresarios, y financieros. La combinaci¨®n de una pol¨ªtica econ¨®mica no suficientemente expansiva, un mercado laboral m¨¢s flexible, y una expansi¨®n tecnol¨®gica infravalorada implica un output gap mayor de lo que estamos midiendo. Esta es una explicaci¨®n plausible de la ausencia de inflaci¨®n. Es posible que en EE UU se est¨¦ llegando al momento en el que la inflaci¨®n pueda empezar a normalizarse (en Europa faltan muchos a?os para llegar a ese punto). Pero tras m¨¢s de un lustro con la inflaci¨®n por debajo del objetivo, lo prudente ser¨¢ errar por el lado de permitir que el crecimiento se acelere.
?ngel Ubide es senior fellow del Peterson Institute for International Economics. @angelubide
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