Los ¨²ltimos del parqu¨¦
La Bolsa de Madrid cierra el acceso a peque?os inversores para acoger m¨¢s eventos Una veintena de jubilados que asiste desde hace d¨¦cadas intenta resistir
Del caj¨®n del viejo bur¨® sale una corbata azul claro que Mariano Guerra, jubilado, en su d¨ªa comerciante con dos zapater¨ªas en Legan¨¦s y Fuenlabrada, se anuda al cuello bajo la americana de espiga. En su puesto de siempre en la Bolsa de Madrid sigue parte de la parafernalia de los buenos tiempos: el ordenador conectado a Internet y el logo del broker que un d¨ªa estuvo all¨ª: BNP Paribas. Pero el griter¨ªo de compras y ventas hace una d¨¦cada que se apag¨® y en el parqu¨¦ solo queda el murmullo de un grupo de amigos. Es mi¨¦rcoles, y el IBEX sube un 0,3% alejado de la monta?a rusa que fue la crisis de Grecia. Cuentan los que llevan d¨¦cadas viniendo que ¡°hay papel de Acerinox y Gamesa¡± para quien tenga liquidez.
A Mariano ¡°el bicho de la Bolsa¡± se lo meti¨® su cu?ado dentista en 1969, cuando lo mand¨® al parqu¨¦ a consultar la evoluci¨®n de su peque?a cartera. Empez¨® a acudir cuando le dejaban tiempo sus dos comercios, y se qued¨®. Su primer pelotazo lleg¨® con acciones del Banco Hispano. Sac¨® 17.000 pesetas de las de 1970. En los ¨²ltimos 45 a?os ha ganado, perdido y visto de cerca la amenaza del embargo: en los 80, cuando compr¨® acciones a cr¨¦dito que dejaron de cotizar. Si el cu?ado dentista le meti¨® el gusanillo, el otro, banquero, lo sac¨® del l¨ªo. Ahora introduce su clave en el ordenador de mesa atento al tintineo de los cuatro paneles gigantescos. ¡°Un papel seguro es Iberdrola¡±, dice. ¡°Una empresa sana, con cash flow¡±.
Mariano es uno de los ¨²ltimos del parqu¨¦. Con Jos¨¦ Luis, Fernando, Miguel o Roberto integra un peque?o grupo de accionistas que lleva d¨¦cadas acudiendo cada ma?ana a la Bolsa. Siguen all¨ª, junto a una veintena de compa?eros, a pesar de que se han acabado las subastas f¨ªsicas y de que el negocio se dirige a trav¨¦s de ordenadores desde 1989, cuando se interconectaron las cuatro bolsas espa?olas.
¡°Para el peque?o accionista esto es una maravilla¡±, defiende Mariano, que de vez en cuando apuntala sus tesis con los anglicismos cl¨¢sicos del sector. Vive de la pensi¨®n y todos sus ahorros est¨¢n en Bolsa. ¡°No concibo que no est¨¦ lleno, este es el mejor sitio para invertir. De un vistazo tienes todas las bolsas europeas. Mira, el Dax baja 42 puntos, la gente est¨¢ recogiendo beneficios, pero es moment¨¢neo¡±.
Este ¨²ltimo corro de la Bolsa de Madrid, el de los jubilados, se disolver¨¢ en agosto. El 1 de septiembre el grupo de peque?os accionistas ¡ªla mayor¨ªa pensionistas, todos hombres¡ª que acude cada ma?ana, ya no podr¨¢ entrar. La prohibici¨®n la remiti¨® la empresa Bolsas y Mercados Espa?oles que gestiona el edificio ¡ªpropiedad de Patrimonio Nacional (Ministerio de Econom¨ªa)¡ª a los brokers que cursaban invitaciones a dos docenas de clientes. El formalismo de la carta invoca razones de seguridad, pero tiene m¨¢s que ver con una nueva f¨®rmula para explotar la sede: el parqu¨¦, hu¨¦rfano de actividad desde hace m¨¢s de un lustro, acoger¨¢ cada vez m¨¢s juntas de accionistas, presentaciones, banquetes y hasta teatro con 450 espectadores, seg¨²n anuncia su p¨¢gina web, que no detalla precios.
La campana que anunci¨® toda la vida el inicio de las cotizaciones, las gigantescas pantallas digitales repletas de n¨²meros y gr¨¢ficos y hasta el reloj Andoaga de tres esferas que med¨ªa los 10 minutos de cada subasta, hace mucho que son atrezzo de un inmenso plat¨® ¡ªcon cinco sets de televisiones¡ª en una sala donde no pasa nada. El plan de Bolsas y Mercados Espa?oles, un gigante que factura 380 millones de euros anuales, es rentabilizar su historia, sacarle partido como escenario de actos p¨²blicos.
Hace seis a?os que la Bolsa de Madrid no tiene actividad. La ¨²ltima puja de viva voz fue el 9 de julio de 2009 y casi no reuni¨® corredores. Pero Mariano y compa?¨ªa siguieron acudiendo cada ma?ana. Hacen sus peque?as compras, comentan la jugada, discuten y luego salen a tomar una ca?a. 956 metros cuadrados, Internet, aire acondicionado y la majestuosidad de uno de los edificios m¨¢s singulares de Madrid les sal¨ªa por 12 euros anuales con la invitaci¨®n del broker. En mayo, cuando no recibieron la carta de siempre para renovar el pase, se olieron lo peor.
El grupo de Mariano est¨¢ indignado con la decisi¨®n de Bolsa de Madrid de vetarles el acceso, pero tambi¨¦n con c¨®mo se les ha tratado. Se ha publicado que los echan por viejos, por dar una imagen que no acompa?a a los nuevos tiempos. Les han llamado abuelos sin nada que hacer. ¡°La prensa deber¨ªa ser m¨¢s educada¡±, pide ¨¦l. ¡°Dicen que damos mala imagen. Pero qu¨¦ mala imagen, ?si venimos hechos unos caballeros!¡±.
En los despachos de la empresa solo se habla a condici¨®n de no utilizar nombres, solo ¡°fuentes de...¡±. La direcci¨®n niega que sea un problema est¨¦tico. ¡°Si fuesen j¨®venes de 20 a?os, tendr¨ªamos el mismo problema. En el edificio se van a celebrar cada vez m¨¢s actos, presentaciones. Hasta ahora avis¨¢bamos del cierre con tres d¨ªas de antelaci¨®n cuando iba a haber un evento. Pero cada vez se organizan con m¨¢s premura. El edificio ya no tiene la misma funci¨®n de antes. Ocho millones de personas tienen acciones y aqu¨ª vienen veinte o veinticinco¡±.
Jos¨¦ Luis P¨¦rez Iglesias es otro habitual. Tambi¨¦n jubilado, sus compa?eros lo veneran por su pasado como primer ejecutivo de Burger King en Europa. ¡°?l fue el que trajo la primera hamburgueser¨ªa a Espa?a¡±, insisten sus amigos a la prensa. ¡°Como director de empresa que he sido entiendo la decisi¨®n, pero nos ha perjudicado a todos. Nos podr¨ªan haber habilitado un despachito en el edificio para seguir viniendo¡±, dice el exdirectivo, que maneja ¡ªcomo el resto del grupo¡ª una cantidad modesta: 50.000 euros en acciones, euro arriba, euro abajo.
¡°Puede ser legal pero no ¨¦tico, esto es un edificio p¨²blico y tenemos derecho a estar¡±, interviene mucho m¨¢s beligerante, Gonzalo, profesor de matem¨¢ticas retirado que empez¨® a venir en 1971. Como accionista de Bolsas y Mercados Espa?oles, promete ir a la junta a reprochar al consejo esta decisi¨®n ¡°injusta¡±.
Los ¨²ltimos del parqu¨¦ lo han intentado todo: han ido incluso al defensor del accionista. Sin ¨¦xito. El grupo es todo nostalgia. Fernando Mart¨ªnez, que debut¨® en los corros en 1985, exhibe el carn¨¦ de cuando entrar costaba 500 pesetas al mes, hace 30 a?os. Javier, de 67, tambi¨¦n pensionista, se acuerda de amigos que se tiraron por la ventana o se ahorcaron en la Casa de Campo ¡°tras malas inversiones. O mala suerte¡±. La mayor¨ªa asume mal que su tiempo en el edificio de la Bolsa ha pasado. El mayor, Ildefonso, 89 a?os, recepcionista de hotel jubilado, se agarra a su acreditaci¨®n y clama: ¡°Si fu¨¦ramos 200 personas no nos echar¨ªan, pero somos cuatro gatos. Y cuatro gatos mayores¡±.
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