Las torpezas burs¨¢tiles de Pek¨ªn
El r¨¦gimen chino sigue suponiendo que puede dar ¨®rdenes a los mercados. Pero las cosas no funcionan as¨ª
China est¨¢ gobernada por un partido que se llama a s¨ª mismo comunista, pero su realidad econ¨®mica es un rapaz capitalismo de amiguetes. Y todo el mundo da por sentado que los dirigentes del pa¨ªs participan del enga?o y saben perfectamente que no pueden tomarse en serio su ocasional ret¨®rica socialista.
Sin embargo, sus tortuosas pol¨ªticas de los ¨²ltimos meses resultan preocupantes. ?Es posible que, despu¨¦s de todos estos a?os, Pek¨ªn siga sin comprender c¨®mo funciona esto del ¡°mercado¡±?
Les pongo en antecedentes: la econom¨ªa china sufre un tremendo desequilibrio, ya que el porcentaje del producto interior bruto dedicado al consumo es muy bajo y el dedicado a la inversi¨®n, muy alto. La situaci¨®n era sostenible mientras el pa¨ªs fuese capaz de mantener un crecimiento extremadamente r¨¢pido; pero, como resulta inevitable, el crecimiento se ralentiza a medida que China se queda sin excedente de mano de obra. En consecuencia, los rendimientos de las inversiones se reducen r¨¢pidamente.
La soluci¨®n es invertir menos y consumir m¨¢s. Pero para eso hacen falta reformas que distribuyan mejor los frutos del crecimiento y proporcionen una mayor seguridad a las familias. Y aunque China ha tomado algunas medidas en esa direcci¨®n, a¨²n le queda mucho camino por recorrer.
Mientras tanto, el problema radica en c¨®mo mantener el gasto durante esa transici¨®n. Y aqu¨ª es donde las cosas han tomado un cariz extra?o.
Al principio, el Gobierno chino sosten¨ªa en parte la econom¨ªa mediante el gasto en infraestructuras, que es el remedio habitual para la debilidad econ¨®mica. Pero tambi¨¦n lo hac¨ªa canalizando pr¨¦stamos baratos hacia empresas de propiedad estatal. Esto provoc¨® un aumento repentino de la deuda de dichas empresas, que el a?o pasado ya era tan alta como para generar preocupaci¨®n por la estabilidad financiera.
Acto seguido, China adopt¨® la pol¨ªtica oficial de incrementar el precio de las cotizaciones burs¨¢tiles, combinando una campa?a de propaganda de compra de acciones con unos requisitos flexibles en cuanto a los m¨¢rgenes, lo que facilitaba la adquisici¨®n de t¨ªtulos con dinero prestado. Puede que el objetivo fuese ayudar a las empresas de propiedad estatal, que pod¨ªan pagar sus deudas vendiendo acciones. Pero la consecuencia fue una burbuja evidente, que empez¨® a desinflarse a principios de este a?o.
La respuesta de las autoridades chinas fue curiosa, ya que retiraron todas las barreras para sostener el mercado: suspendieron la compraventa de muchas acciones, prohibieron la venta en corto, animaron a los grandes inversores a comprar e instruyeron a los estudiantes de Econom¨ªa reci¨¦n licenciados a entonar el eslogan: ¡°Haced que revivan las acciones, beneficiad al pueblo¡±.
Todo esto ha estabilizado el mercado de momento, pero a costa de vincular la credibilidad de China a su capacidad para evitar que los precios de las acciones sigan bajando. Y la econom¨ªa china sigue necesitando ayuda.
De modo que, esta semana, China ha decidido permitir que se reduzca el valor de su moneda, lo que tiene cierto sentido: aunque el yuan estaba claramente infravalorado hace cinco a?os, ahora est¨¢ considerablemente sobrevalorado. Pero las autoridades parecen haber imaginado que pod¨ªan controlar el descenso del yuan, rest¨¢ndole poco a poco un par de puntos porcentuales.
Parece que la previsible reacci¨®n del mercado les ha cogido completamente por sorpresa; es decir, la devaluaci¨®n inicial del yuan no fue m¨¢s que el principio, un indicio de las bajadas mucho mayores que se avecinaban. Los inversores han empezado a huir de China y los responsables pol¨ªticos han pasado bruscamente de fomentar la devaluaci¨®n de la moneda a poner todo su empe?o en mantener el valor del yuan.
Lo que tienen en com¨²n estos radicales vaivenes pol¨ªticos es que los l¨ªderes de China siguen suponiendo que pueden dar ¨®rdenes a los mercados y decirles qu¨¦ precios deben alcanzar. Pero las cosas no funcionan as¨ª.
Si los l¨ªderes chinos tienen tan poca idea de econom¨ªa como parece, la cosa no pinta bien para nadie
No pretendo decir que los Gobiernos nunca deban inmiscuirse en los mercados o incluso poner l¨ªmites a los precios. Hay, como ya he dicho alguna vez, muy buenos motivos para elevar el salario m¨ªnimo y, en general, para promover una subida del sueldo de los trabajadores estadounidenses; y hay motivos a¨²n mejores para defender una regulaci¨®n financiera eficaz.
Incluso hay motivos para intervenir ocasionalmente a fin de apuntalar los precios de los activos. Hace tres a?os, la promesa del Banco Central Europeo de hacer ¡°lo que fuese necesario¡± para proteger el euro ¡ªfrase que suele interpretarse como una promesa de comprar t¨ªtulos de deuda soberana si no quedara m¨¢s remedio¡ª hizo maravillas. All¨¢ por 1998, la Autoridad Monetaria de Hong Kong compr¨® grandes cantidades de acciones para responder al ataque de un fondo de inversi¨®n contra su moneda, y se apunt¨® un buen tanto.
Pero se trataba de medidas temporales, tomadas en momentos en que los mercados parec¨ªan haber perdido el norte. El personal de la Reserva Federal suele referirse a estas intervenciones con el nombre de ¡°bofetadas¡±. Es algo muy diferente de esa clase de intervenci¨®n prolongada y determinaci¨®n pol¨ªtica de los precios que China parece suponer que puede sacarse de la manga. ?Es posible que los dirigentes del pa¨ªs no entiendan por qu¨¦ eso no puede funcionar?
Si de verdad no lo comprenden, hay motivos para preocuparse. China es una superpotencia econ¨®mica, a¨²n no tan enorme como Estados Unidos o la Uni¨®n Europea, pero lo bastante grande para ser muy importante. Y se enfrenta a momentos dif¨ªciles. De modo que si sus l¨ªderes tienen de verdad tan poca idea como ¨²ltimamente parece, la cosa no pinta bien, no solo para China, sino para el mundo en general.
Paul Krugman es premio Nobel de Econom¨ªa de 2008.
? The New York Times Company, 2015.
Traducci¨®n de News Clips.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.