La m¨²sica digital sube el volumen
La industria f¨ªa su futuro al consumo ¡®online¡¯ y a las actuaciones en directo
El mayor ¨¦xito de la industria musical esta temporada se titula el ¡°descontento¡±. Suena d¨ªa y noche en todas las emisoras del planeta. Lo hace sobre los antiguos surcos de vinilo y tambi¨¦n en los nuevos soportes electr¨®nicos. Porque el tr¨¢nsito de un negocio f¨ªsico a otro digital est¨¢ resultando un calvario para el sector. La fractura entre la parte fabril (discogr¨¢ficas) y la creativa (artistas) se siente tan profunda que ni siquiera consigue aliviarla las esperanzadoras cifras de 2015. La brecha, claro, surge por el repertorio del dinero.
La Federaci¨®n Internacional de la Industria Discogr¨¢fica (IFPI, por sus siglas inglesas) lleva semanas transmitiendo que el sector sum¨® el a?o pasado los mejores n¨²meros desde comienzos de siglo. Fue capaz de ingresar 15.000 millones de d¨®lares (13.260 millones de euros), un 3,2% m¨¢s que en 2014. Una alegr¨ªa que crece hasta los 45.000 millones de d¨®lares al a?adir la m¨²sica en directo.
La industria discogr¨¢fica mundial factur¨® 15.000 millones de d¨®lares en 2015, un 3,2% m¨¢s que un a?o antes
Pero la esperanza es un sonido caprichoso y, sobre todo, digital. Esto explica que la irrupci¨®n del streaming (consumo online) haya sostenido en buen parte esas cifras. Tanto es as¨ª que la caja procedente de ese canal subi¨® el 45,2% durante 2015 aportando 2.890 millones de d¨®lares (2.560 millones de euros). Adem¨¢s, en una ¨¦poca en la que se impone la cultura gratuita, unos 68 millones de usuarios en el mundo ya pagan por servicios premium (abono de una cuota mensual) a plataformas como Apple Music, Deezer o Spotify. Sin embargo, el streaming no devolver¨¢ a la m¨²sica sus d¨ªas de gloria. Y tampoco la resarcir¨¢ de dejarse m¨¢s de un tercio del negocio desde 2000. ¡°Esa p¨¦rdida jam¨¢s se recuperar¨¢¡±, reconoce Antonio Guisasola, presidente de Promusicae, la patronal discogr¨¢fica espa?ola.
Servicios de 'streaming'
Sin duda la m¨²sica parte desde la derrota y tambi¨¦n desde la frustraci¨®n que produce el reparto de los ingresos digitales. Los servicios en streaming se han convertido en una fuente esencial de ganancias y los artistas se quejan de que reciben migajas. ¡°Es el mayor problema que afrontan int¨¦rpretes y discogr¨¢ficas. El consumo de m¨²sica aumenta por todas partes pero este enorme crecimiento en volumen no se traslada a una remuneraci¨®n justa para creadores y productores¡±, comenta un portavoz de la IFPI.
Adem¨¢s, la opacidad del sector a?ade gasolina al fuego. Las tres grandes multinacionales (Warner, Universal, Sony) han firmado con las plataformas acuerdos secretos (en la jerga legal, nondisclosure agreements) que impiden saber c¨®mo se reparte el dinero recaudado. ¡°A largo plazo esta falta de transparencia es mala para el negocio, mala para los m¨²sicos y mala para los aficionados. Genera un clima de desconfianza y sospecha entre los distintos actores de la industria y deja a los fans sin saber c¨®mo apoyar a los artistas que les gustan¡±, reflexiona Kevin Erickson, miembro de Future of Music, una organizaci¨®n sin ¨¢nimo de lucro que reivindica una distribuci¨®n justa de los ingresos.
Poco importa, esa bruma se mantiene oscura. David Byrne, exl¨ªder del grupo Talking Heads, intent¨® iluminar ese v¨ªnculo y averigu¨® que el 70% de lo que los suscriptores pagan a Spotify revierte en el propietario de la grabaci¨®n. El negocio resulta tan exiguo para los artistas que Rethink Music ¡ªun think tank de la Universidad de Berklee, la instituci¨®n musical privada m¨¢s prestigiosa del mundo¡ª estima que reciben solo 68 centavos de d¨®lar (0,60 euros) por una suscripci¨®n mensual en streaming de 9,99 d¨®lares (8,77 euros). Esa cantidad hiere a¨²n m¨¢s si se recuerda que durante 2011 se filtr¨® un contrato entre Sony y Spotify por el que la plataforma acordaba pagar a la multinacional unos 40 millones de d¨®lares (35 millones de euros) en adelantos durante tres a?os. Estas cantidades desde luego eluden a los creadores. Y estos se quejan. ¡°La situaci¨®n de los derechos de los artistas en el entorno digital es lamentable y se convertir¨¢ en catastr¨®fica en un futuro muy pr¨®ximo si no se toman las medidas adecuadas¡±, advierte Luis Cobos, presidente de la sociedad de gesti¨®n de Artistas Int¨¦rpretes o Ejecutantes (AIE).
?C¨®mo contratar a Bruce Springsteen?
Roberto ?lvarez es letrista de Bruce Springsteen, U2 y los Rolling Stones. Un letrista, eso s¨ª, distinto. Nunca los ha visto. Al menos en el despacho que este abogado tiene en la sede madrile?a del bufete Cuatrecasas. En cambio conoce muy bien a la pl¨¦yade de expertos que los representan y con los que durante a?os se ha sentado a discutir ¡ªy escribir¡ª cl¨¢usulas, acuerdos y disposiciones de sus conciertos en Espa?a. Un ejercicio de renuncia porque ¡°la capacidad del promotor musical, por ejemplo, para incorporar sus exigencias en el texto es m¨ªnima¡±, observa Roberto ?lvarez. Y tanto. Los contratos se negocian en cifras netas (para evitar hacer uno distinto seg¨²n la tributaci¨®n de cada pa¨ªs), los artistas cobran independientemente de que el concierto se celebre o no (salvo causas que les sean imputables) y disfrutan de libertad absoluta para elegir el repertorio. Como mucho, la promotora o la administraci¨®n p¨²blica pueden exigir una duraci¨®n m¨ªnima del recital o un n¨²mero determinado de canciones. Poco m¨¢s. Los grandes llegan con todo atado y bien atado. Desde los carteles promocionales a la duraci¨®n de la pirotecnia. Y en principio resulta imposible grabar el recital. Solo los 15 o 20 segundos acordados por las televisiones. A partir de esta relaci¨®n a la contra, ¡°los promotores tratan de asegurarse cierta exclusividad: el ¨²nico concierto en Espa?a o, pongamos por caso, en el norte del pa¨ªs¡±, relata el abogado.
En este territorio complejo, fichar a Bruce Springsteen requiere de tres contratos distintos de 40 p¨¢ginas. Uno para la producci¨®n del concierto (tama?o del escenario, seguridad); otro dirigido a la prestaci¨®n art¨ªstica (Madrid, por ejemplo, se compromete a contratar al m¨²sico) y un tercero firmado con la sociedad due?a de los derechos intelectuales y de imagen del m¨²sico. Y aunque nunca aparecer¨¢ la firma del Boss ¡ªsino de las empresas que lo representan¡ª al final har¨¢n falta al menos 120 folios y 100 horas de despacho para que en Madrid, Barcelona o San Sebasti¨¢n suene The River.
En este espacio del desencanto, quien puede le planta cara a las plataformas. Lo hizo Taylor Swift en 2015 con Apple Music. La cantante amag¨® con retirar su disco 1989 de la red musical cuando la firma de Cupertino anunci¨® que regalaba a sus usuarios tres meses de suscripci¨®n y que durante ese tiempo no iba a pagar derechos ni a los m¨²sicos ni a las discogr¨¢ficas. Tras la espantada de Swift, Apple reaccion¨® y cambi¨® la estrategia. Sin embargo el problema sigue ah¨ª: dar prestaciones gratis y luego cobrar por ellas. Este modelo ¡ªdenominado freemium¡ª es en el que conf¨ªan muchas plataformas. ¡°Antes de ofrecer el servicio premium creemos que los usuarios deben probarlo gratuitamente. Si les oblig¨¢semos a suscribirse demasiado pronto ser¨ªa poco eficiente¡±, observa Pablo Skaf, responsable de operaciones de Deezer en Espa?a.
La iniciativa de Jay Z
El rapero Jay Z pens¨® justo lo contrario cuando pag¨® unos 49 millones de euros el a?o pasado por Tidal. Una plataforma que promete un reparto equitativo de las regal¨ªas y que no contiene servicios gratuitos. Pese a las dudas sobre su viabilidad econ¨®mica quiere ser la versi¨®n justa de un negocio injusto para los m¨²sicos. De hecho es el ¨²nico canal en streaming donde suena Prince. Porque ya avisaba el genio de Minneapolis: ¡°Si no posees tus masters, tus masters te posen a ti¡±. Sin embargo alcanzar la independencia es el lujo de unos pocos. ¡°Es un sector estanco y resulta muy complicado autoproducirse. Sobre todo si no eres un nombre reconocido¡±, matiza ?lvaro Bourkaib, abogado especialista en esta industria del despacho Ur¨ªa Men¨¦ndez. Nadie lo pone f¨¢cil, y no ayudan ni la m¨²sica online ni las palabras escritas. ¡°Negociar con las discogr¨¢ficas es complicado porque sus modelos de contratos est¨¢n muy asentados¡±, previene Antonio Mu?oz Vico, experto del bufete Garrigues.
Sometidos a esas limitaciones, el ¨²nico segmento capaz de generar caja con fuerza, como hemos visto, es el streaming. Los analistas del banco Credit Suisse prev¨¦n que durante 2020 este canal ingresar¨¢ 11.200 millones de euros. Una cifra que ser¨ªa inexplicable sin el crecimiento de los tel¨¦fonos inteligentes y el auge de los sistemas inal¨¢mbricos de audio en muchos hogares. El retrato de un p¨²blico nuevo y muy tecnol¨®gico. ¡°Quienes poseen altavoces inal¨¢mbricos est¨¢n dos veces y media m¨¢s dispuestos a pagar por m¨²sica en streaming que la poblaci¨®n normal¡±, detalla David Sidebottom, analista principal de la consultora Futuresource.
El consumo 'on line' o 'streaming' es lo que est¨¢ sosteniendo a la industria
Muy bien. M¨¢s canales, m¨¢s canciones, m¨¢s audiencia; m¨¢s mercado. ?Pero d¨®nde est¨¢ el dinero? A veces repartido entre su propia complejidad. Por ejemplo, los ingresos de la canci¨®n Baby Boy interpretada por Beyonc¨¦ y Sean Paul se distribuyen entre 16 personas f¨ªsicas y jur¨ªdicas. Y eso que no es un prodigio ni de lo musical ni de lo literario: ¡°Chico, est¨¢s en mi cabeza / Llenas mis fantas¨ªas / Pienso en ti todo el tiempo / Te veo en mis sue?os¡±, canta la diva pop. Da igual. Arrastra 55 millones de reproducciones en YouTube.
Porque el canal de v¨ªdeos de Google forma parte de la soluci¨®n y del problema. Peter Mensch, manager de Metallica, dispara a quemarropa contra YouTube. ¡°Es el diablo. No nos pagan nada¡±, se quejaba en una reciente entrevista en la BBC. Bueno, no es as¨ª; pagan, pero poco. Jimmy Iovine, director de Apple Music, explic¨® en octubre pasado que YouTube era responsable del 40% de todo el consumo musical pero s¨®lo generaba el 4% de los ingresos de la industria. Mientras, al fondo, Facebook no escucha a nadie. La red social cada vez tiene m¨¢s poder como distribuidor de v¨ªdeos pero contin¨²a sin pagar.
Esa es una brecha en la que nadie quiere caer. El canal ha lanzado su propia web de pago en Estados Unidos: YouTube Red. Convertido el dinero en un imperativo kantiano, a la plataforma se le reprocha ser un coladero de contenido ilegal. ?Podr¨ªa hacer m¨¢s por evitarlo? ¡°YouTube tiene un sistema de identificaci¨®n del usuario muy sofisticado que puede utilizar para rechazar contenido que se haya subido sin el permiso del artista. Al igual que bloquea la pornograf¨ªa¡±, indica Jonathan Taplin, director del Laboratorio de Innovaci¨®n Annenberg de la Universidad del Sur de California (USC). Sin embargo la compa?¨ªa est¨¢ blindada en Estados Unidos por la Digital Millennium Copyright Act (DMCA), que otorga al portal la condici¨®n de puerto franco y le exime de responsabilidad frente a cualquier contenido il¨ªcito.
YouTube es el responsable del 40% de todo el consumo musical, pero s¨®lo genera el 4% de los ingresos de la industria
La amenaza de la pirater¨ªa
Otro derrota m¨¢s procede de la pirater¨ªa. Para algunos un intento de demolici¨®n de la industria desde dentro. Precisamente ese hundimiento es el que relata el periodista Stephen Witt en C¨®mo dejamos de pagar la m¨²sica (Editorial Contra), que se acaba de publicar en Espa?a. Un texto redactado con la vibraci¨®n de una novela negra que describe c¨®mo se invent¨® el formato MP3, un est¨¢ndar de audio comprimido y f¨¢cil de compartir, y c¨®mo una sola persona, Dell Glover, un empleado de la planta que PolyGram ten¨ªa en Kings Mountain (Carolina del Sur), filtr¨® durante una d¨¦cada el contenido de 20.000 discos compactos antes de su lanzamiento oficial. La impunidad con la que actu¨® este ¡°paciente cero¡± de la pirater¨ªa en Internet revela mucho de la permisiva sociedad de aqu¨¦l tiempo. ¡°Hoy la pirater¨ªa est¨¢ en declive, pero la industria sigue estancada¡±, analiza Stephen Witt. Y a?ade: ¡°El verdadero culpable es la desagregaci¨®n del single de ¨¦xito del ¨¢lbum. Desde que el consumidor tiene la posibilidad de comprar canciones a la carta, la rentabilidad del sector est¨¢ mutilada¡±.
Esta revolucionaria capacidad de selecci¨®n se explica porque la m¨²sica se ha convertido en un negocio digital. La duda es si los artistas podr¨¢n seguir viviendo de ella. ¡°Mis estudiantes buscan de manera activa formas distintas de vivir de la m¨²sica. Pues la mayor¨ªa piensa en las discogr¨¢ficas como un ¨²ltimo recurso, y si lees uno de sus contratos est¨¢ndar resulta dif¨ªcil poner alg¨²n pero a ese razonamiento¡±, relata Mike Errico, int¨¦rprete y profesor en el Clive Davis Institute of Record Music de la Universidad de Nueva York.
Esas voces y esos ¨¢mbitos diferentes llegan, como un eco aplazado, a la m¨²sica espa?ola. Por ahora el consumo digital est¨¢ igualando al f¨ªsico. Pero a partir de este a?o, lo inmaterial deber¨ªa acumular m¨¢s peso. Los n¨²meros de 2015 de la IFPI hablan de unos ingresos por descargas y streaming de 67,6 millones de euros mientras las ventas de discos (tanto en compact disc como en vinilo) alcanzan los 66,3 millones. Sobre esta contabilidad, el reparto transcurre entre los surcos del mercado f¨ªsico (37%), el espacio digital (38%), las televisiones y radios (24%) y la parte minoritaria (1%) de las sincronizaciones (fonogramas en pel¨ªculas y anuncios). Con todo, la fotograf¨ªa general de la m¨²sica grabada deja una canci¨®n de 161,5 millones de euros. Desde luego a a?os de luz de los 605 millones de 2001 y, adem¨¢s, con la r¨¦mora de estar cegada por sus propias carencias. ¡°Es un sector construido por francotiradores¡±, critica David Jim¨¦nez-Zumalac¨¢rregui, director de la promotora Heart of Gold. ¡°No hace falta ning¨²n tipo de formaci¨®n concreta¡±, se lamenta. Porque este licenciado en Publicidad que lleva 25 a?os organizando conciertos sabe que trabaja en un negocio que boxea a la contra. Algo que tambi¨¦n siente Carlos Mari?o, manager de Kiko Veneno, Enemigos y Lori Meyers, quien reconoce que el suyo es un oficio ¡°dif¨ªcil¡± refugiado en algunas Arcadias. ¡°El directo es el ¨²ltimo reducto de ingresos del artista despu¨¦s de que, con pr¨¢cticas abusivas, le hayan despojado de casi todos los dem¨¢s¡±, admite Sabino M¨¦ndez, alma mater de Loquillo y los Trogloditas.
La m¨²sica en vivo manej¨® el a?o pasado en Espa?a 194,6 millones de euros
Pues bien, ese espacio a¨²n esperanzador que es la m¨²sica en vivo manej¨® el a?o pasado en Espa?a 194,6 millones de euros. Una cantidad que en la aritm¨¦tica supone un 12,1% m¨¢s frente a 2014 y en lo psicol¨®gico representa alcanzar n¨²meros similares a los de 2011, antes de que el IVA escalara al 21%. Esta alegr¨ªa se justifica por ¡°la recuperaci¨®n de grandes giras internacionales [AC/DC, U2, Madonna], sobre todo en estadios y a un precio alto, junto a la consolidaci¨®n de los festivales¡±, describe una nota de la Asociaci¨®n de Promotores Musicales (APM). Aunque tambi¨¦n asoma el riesgo de morir de ¨¦xito. ¡°Es un buen momento para estos cert¨¢menes pero estamos a punto de matar la gallina de los huevos de oro. No puede haber uno en cada ciudad y encima cl¨®nicos: con id¨¦ntico cartel¡±, alerta Javier Ajenjo, director del festival Sonorama Ribera. Y como en la m¨²sica todo son notas entrelazadas, la inflaci¨®n de festivales est¨¢ orillando hacia la econom¨ªa de subsistencia a las salas de conciertos. Un motor peque?o pero que aportaba su melod¨ªa a los 5.058 millones de euros que la m¨²sica ¡ªsumando impacto directo e indirecto¡ª gener¨® en 2012. El 0,49% de la riqueza del pa¨ªs.
Inmersos en un sector que sufre una reputaci¨®n dolorida es conveniente reivindicar el valor de las discogr¨¢ficas, que se han instalado en el imaginario social como un lastre entre el talento y el dinero. Una industria de contratos leoninos, atada a los artistas del mainstream y sorda al genio de lo minoritario. Algo injusto. Las disqueras invierten al a?o ¡ªseg¨²n la IFPI¡ª en la promoci¨®n de artistas y su repertorio unos 3.800 millones de euros, el 27% de todos los ingresos del sector. Y afrontan unos gastos elevados. Lanzar a un artista pop le cuesta a una multinacional entre 440.000 y 1.760.000 euros. N¨²meros de un negocio en busca de autor cuyo futuro ser¨¢ digital o no ser¨¢. ¡°Dentro de poco es posible que tengamos toda la m¨²sica de la historia en nuestro m¨®vil y solo paguemos por acceder a las novedades¡±, vaticina Francesc Carreras, profesor de Esade. Vendr¨¢n, entonces, tiempos alentados por la realidad virtual, el streaming, la gesti¨®n online de los derechos y el big data. Un sonido nuevo con el que averiguaremos si la m¨²sica sigue desliz¨¢ndose hacia la irrelevancia social o si de verdad a¨²n puede cambiar el mundo.
Pino Sagliocco: ¡°Los conciertos son clave para la industria¡±?
Pino Sagliocco (Carinaro, Italia, 1959) representa en la promoci¨®n musical espa?ola algo similar a lo que signific¨® Carmen Balcells para su literatura. Es verdad que no descubri¨® a Freddie Mercury, Michael Jackson, Madonna o Mike Jagger. Pero los trajo a Espa?a cuando sus nombres sonaban tan m¨ªticos y tan lejanos como Macondo. Tras cuadro d¨¦cadas de oficio, es uno de los principales promotores de Europa y desde 2006 opera con Live Nation. Un coloso del entretenimiento que cotiza ¡ªcomo Live Nation Entertainment¡ª en el neoyorquino mercado del Nasdaq y que vende, a trav¨¦s de su distribuidor de entradas Ticketmaster, toneladas de espect¨¢culos. Algunos, Rock in Rio, Barcelona Beach Festival o Hard Rock Rising, est¨¢n entre los m¨¢s sonados.
Pregunta.??Por qu¨¦ la industria musical es tan opaca?
Respuesta.?En este sector he visto muy poca oscuridad. Y llevo en ¨¦l 40 a?os.
P.?Me refiero a saber lo que cobra un artista de una discogr¨¢fica o lo que recibe, por ejemplo, de las reproducciones en streaming (escuchar m¨²sica a trav¨¦s de Internet sin necesidad de descargarla).
R.?No aireamos los cach¨¦s porque tampoco le interesan a nadie. Al igual que en su peri¨®dico. Se conocen las cuentas globales pero no lo que cobra usted como periodista.
P.?En un tiempo en el que se imponen el streaming y las descargas, ?cree usted que los conciertos seguir¨¢n teniendo relevancia?
R.?Es la luz al final del t¨²nel para las discogr¨¢ficas. Los conciertos en directo son ahora m¨¢s s¨®lidos que nunca. Jam¨¢s se hab¨ªan visto tantos. Se han convertido en la pata m¨¢s importante, la parte clave de la industria y de sus ganancias.
P.??Un IVA del 21% dificulta traer m¨²sicos a Espa?a?
R.?Sea cual sea el IVA, los artistas siguen cobrando sus cach¨¦s, y si a eso le a?ades el 21% entonces se encarecen much¨ªsimo los tiques. Al final el perjudicado es el consumidor.
P.??El estallido de la m¨²sica digital ha encarecido esos cach¨¦s?
R.?Yo creo que ha contribuido a una mayor difusi¨®n y ha conseguido ampliar mucho m¨¢s el p¨²blico. Antes para llegar a tanta gente ten¨ªas unas v¨ªas de promoci¨®n que eran la radio, la prensa y la televisi¨®n. No hab¨ªa m¨¢s. Ahora el soporte online lo multiplica todo. Este boom supone llegar a m¨¢s audiencia y m¨¢s r¨¢pidamente. La industria ha crecido de una manera incre¨ªble.
P.?Pero este espacio digital genera muchos problemas. Taylor Swift, por ejemplo, amagaba con retirar su ¨¢lbum de estudio 1989 de Apple Music porque, a su juicio, la retribuci¨®n era injusta.
R.?Estamos en lo de siempre. Todo el mundo tiene derecho a reclamar lo que cree que le corresponde. Antes era m¨¢s sencillo cuantificar todo esto. Hac¨ªas un directo, una televisi¨®n y cada uno pagaba a los autores la parte correspondiente. Hoy en d¨ªa est¨¢n buscando el camino de comunicarse con el consumidor y orientar su negocio.
P.?El cantautor estadounidense Mike Errico se queja de que muchos artistas para suplir la ca¨ªda de sus ingresos se embarcan en giras extenuantes poniendo en riesgo su salud. Sam Smith, Black Keys, Axl Rose; el l¨ªder de los Foo Fighters¡ Todos han sufrido accidentes.
R.?Es lo contrario. Se cuidan m¨¢s que nunca, tienen entrenadores personales, una dieta espec¨ªfica. Nunca hubieras pensado que un Mike Jagger de 71 a?os estuviera trotando en un escenario. El rock de los sesenta y setenta era mucho m¨¢s destroyer. Ahora el riesgo es bastante menor.
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