Desigualdades
La redistribuci¨®n por la v¨ªa de impuestos es un camino para reducir los desequilibrios, pero tiene poco recorrido
Una de las paradojas a las que nos tiene acostumbrados la globalizaci¨®n se refleja en su incidencia sobre la distribuci¨®n de la renta en el mundo: se reduce la desigualdad global pero aumentan las diferencias en el interior de muchos pa¨ªses, entre ellos los m¨¢s avanzados.
Este ¨²ltimo resultado contradice las previsiones del gran economista Simon Kuznets, que pensaba que las desigualdades en el interior de los pa¨ªses avanzados aumentaban en los per¨ªodos de r¨¢pido crecimiento, mientras que con la madurez las desigualdades de las primeras etapas del desarrollo tend¨ªan a reducirse. Algo de esto ha sucedido hist¨®ricamente pero la tendencia se ha roto tras la crisis de comienzos de la pasada d¨¦cada. Es conveniente pues interrogarse sobre las causas de lo sucedido y sus posibles remedios.
El indicador m¨¢s utilizado para medir las desigualdades es el llamado ?ndice de Gini, que sintetiza en una sola cifra las desigualdades entre las familias. Su amplitud va de cero (igualdad perfecta) a uno (desigualdad absoluta). Los valores usuales oscilan entre el 0,25 de las sociedades m¨¢s igualitarias hasta el 0,50 de las menos. En Espa?a, por ejemplo, el ¨ªndice Gini calculado por la OCDE (que procede regularmente a la publicaci¨®n de datos comparables en esta materia) era del 0,346 en 2013, el de Islandia (el m¨¢s bajo de los pa¨ªses que componen esta organizaci¨®n) era del 0,244 y el de Chile (el m¨¢s alto) del 0,465. De manera general, los pa¨ªses n¨®rdicos europeos distribuyen mejor la renta que los del sur, a su vez m¨¢s igualitarios que los anglosajones. La distribuci¨®n de la riqueza entre las familias no se corresponde estrictamente con la distribuci¨®n de la renta, aunque en este ¨¢mbito las estimaciones son bastante menos precisas. La posici¨®n de Espa?a en este terreno mejora mucho en relaci¨®n con la de los pa¨ªses avanzados. Ello se debe, esencialmente, a la amplia difusi¨®n en nuestro pa¨ªs de la propiedad inmobiliaria entre las familias. En Espa?a la riqueza est¨¢ mejor repartida que la renta.
La mejora de la distribuci¨®n mundial de la renta se debe, esencialmente, a los progresos de los pa¨ªses asi¨¢ticos, especialmente de China, en los ¨²ltimos a?os. Las elevadas tasas de crecimiento que han sido capaces de alcanzar han permitido a centenares de millones de campesinos salir de la m¨¢s extrema de las pobrezas. Ello es as¨ª incluso si las desigualdades en el interior de esos pa¨ªses han aumentado considerablemente. En realidad, lo que se est¨¢ produciendo es un crecimiento de las clases medias de esas sociedades, al rev¨¦s de lo que ocurre en los pa¨ªses m¨¢s avanzados.
El impacto de la globalizaci¨®n en las clases medias europeas y norteamericanas ha sido muy importante, pero no ha sido el ¨²nico. El progreso t¨¦cnico, las nuevas tecnolog¨ªas, han desempe?ado un papel destacado en su paulatina decadencia. Este fen¨®meno fue previsto hace muchos a?os por algunos soci¨®logos, cuando apuntaron que el desarrollo de la inform¨¢tica destruir¨ªa empleos estables y bien remunerados y los sustituir¨ªa por otros, inestables y de baja remuneraci¨®n; que desaparecer¨ªan cuadros intermedios y que se crear¨ªan, por ejemplo, m¨²ltiples empleos en trabajos de reparto de mercanc¨ªas y servicios personales.
Es muy dif¨ªcil separar el impacto de las nuevas tecnolog¨ªas del de la globalizaci¨®n, pues ambos se encuentran ligados, pero en t¨¦rminos generales tal vez sea posible conjeturar que la globalizaci¨®n, indisolublemente ligada a la reducci¨®n generalizada de barreras al libre comercio en el mundo, ha afectado m¨¢s a los trabajadores industriales, mientras que las nuevas tecnolog¨ªas han concentrado sus efectos de manera preponderante (aunque no ¨²nica, por supuesto) en las clases medias, ligadas o no a la industria. De manera general, el dise?o de los bienes m¨¢s sofisticados se ha quedado en los pa¨ªses avanzados mientras que su fabricaci¨®n se ha trasladado, total o parcialmente, a los nuevos pa¨ªses emergentes. Al mismo tiempo, las poblaciones de los pa¨ªses avanzados se han beneficiado, como consumidoras, de las mejoras en la eficiencia productiva gracias a la reducci¨®n de las tensiones inflacionistas que erosionan silenciosamente las rentas de las categor¨ªas menos favorecidas.
En el caso de Espa?a, el ¨ªndice de Gini ha pasado del 0,324 en 2007 al 0,346 en 2013. Es cierto que a los fen¨®menos anteriormente mencionados se a?adi¨® el estallido de la burbuja inmobiliaria, con su secuela de un aumento masivo del paro. Al ser el subsidio de desempleo una fracci¨®n del salario percibido, la desigualdad en la distribuci¨®n de la renta aument¨® r¨¢pidamente. Al rev¨¦s, el crecimiento del empleo deber¨ªa tender a reducirla. Es posible pues que poco a poco se produzca una mejora en la distribuci¨®n, si bien la precariedad de los nuevos empleos y la baja remuneraci¨®n de los j¨®venes que acceden al mercado de trabajo no contribuyen a reducir las desigualdades.
Las nuevas tecnolog¨ªas, la liberalizaci¨®n del comercio mundial o la globalizaci¨®n no son los ¨²nicos factores de desigualdad. En las sociedades avanzadas ha crecido la tendencia de los j¨®venes profesionales bien situados a casarse entre ellos, lo que mec¨¢nicamente produce un aumento de las rentas en la parte m¨¢s alta de la distribuci¨®n, mientras que en el otro extremo de la escala el aumento de los divorcios ha producido, especialmente en el caso de las mujeres, peor remuneradas que los hombres, una disminuci¨®n de las rentas de esos hogares.
Reducir las desigualdades no es una tarea simple. El aumento del empleo gracias a la aceleraci¨®n del crecimiento econ¨®mico es uno de los principales remedios, pero para ello es preciso que la calidad de los nuevos puestos de trabajo sea razonable y, adem¨¢s, sostenible, es decir, con unas cuentas exteriores equilibradas. A medio plazo, el remedio m¨¢s importante es la mejora del sistema educativo a todos los niveles: no es una casualidad que las sociedades n¨®rdicas, las que disponen de mejores sistemas educativos, sean al mismo tiempo las m¨¢s igualitarias y las que menos han sufrido de la globalizaci¨®n como bien demuestran sus tasas de crecimiento y los excedentes que registran en sus intercambios con el exterior. A¨²n as¨ª, las desigualdades han crecido ligeramente en alguna de ellas. La redistribuci¨®n por la v¨ªa de los impuestos es, claro est¨¢, un camino para reducir las desigualdades, pero de no muy largo recorrido. La movilidad de las personas y de los capitales hace que los impuestos a los muy ricos produzcan pocos ingresos adicionales.
Las escalas de imposici¨®n en los pa¨ªses europeos son bastante parecidas y no parece que puedan ir mucho m¨¢s all¨¢ de los tramos actuales, lo que no impide que los efectos redistributivos sean muy importantes: en Espa?a, la diferencia entre el ¨ªndice de Gini antes y despu¨¦s de impuestos y transferencias es de 0,18 puntos, (en Francia de 0,21). La mejor manera de luchar contra las desigualdades es, adem¨¢s de mejorar los sistemas redistributivos, dar la prioridad a la educaci¨®n a todos los niveles y promover el crecimiento equilibrado de la econom¨ªa en un mundo que, por el momento, permanece abierto a los intercambios.
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