El demonio de los pisos tur¨ªsticos
Madrid acoge la ¨²ltima pol¨¦mica a cuenta de la segunda oleada de gentrificaci¨®n de los centros urbanos
El Ayuntamiento de Madrid aprob¨® hace unos d¨ªas, en medio de una fuerte pol¨¦mica, la conversi¨®n de un edificio de oficinas en el c¨¦ntrico barrio de Malasa?a en un complejo de pisos tur¨ªsticos.?Da igual que el Gobierno de Manuela Carmena jure y perjure que legalmente no le ha quedado m¨¢s remedio que dar el visto bueno a un proyecto que le vino dado por el anterior equipo del PP y recuerde que hace apenas un mes tumb¨® un plan similar porque all¨ª s¨ª hab¨ªa un resquicio para hacerlo. Una parte de sus votantes lo han sentido como una aut¨¦ntica traici¨®n, hasta el punto de que un concejal de su propia formaci¨®n vot¨® con la nariz tapada (literalmente, se coloc¨® sobre las fosas nasales los dedos ¨ªndice y pulgar de una mano mientras levantaba la otra) y otros cuatro abandonaron el pleno para no tener que apoyar el proyecto. Pero ?es para tanto? ?Cu¨¢ndo los pisos tur¨ªsticos comenzaron a causar casi tanto rechazo vecinal como en otros tiempos pudieron causar los centros de dispensaci¨®n de metadona?
En este caso, hay un motivo simb¨®lico de ¨¢mbito local ¡ªel edificio estuvo okupado por el centro social Patio Maravillas, que representa a una parte importante de la base social de Ahora Madrid¡ª y otro com¨²n a tantas y tantas ciudades de todo el mundo cuyos centros est¨¢n sufriendo el ya famoso proceso de gentrificaci¨®n. Este consisti¨® en un primer momento en lo siguiente: una zona degradada se pone de moda y revive a base de nuevos vecinos, cada vez m¨¢s pudientes, que atraen nuevos y modernos comercios (cada vez m¨¢s caros) y acaban echando a los antiguos lugare?os. Pero hace ya alg¨²n tiempo, y de la mano precisamente de esos pisos tur¨ªsticos con plataformas como Airbnb a la cabeza, el proceso pas¨® a una segunda fase que se ha llamado turistificaci¨®n y que amenaza con echar a la gran mayor¨ªa de los vecinos (los nuevos, los viejos y los que se pongan por delante) para sustituirlos por visitantes que van y vienen. No solo turistas, sino los habitantes de otros barrios y otras ciudades de los alrededores que quieren disfrutar de esos aut¨¦nticos espacios de ocio que re¨²nen un sinf¨ªn de tiendas, restaurantes, bares y, encima, museos y monumentos.
El peligro de que eso se convierta, sin vecinos, en un cascar¨®n sin vida, una especie trampantojo de ciudad, resulta evidente. Y contra ¨¦l se han levantado voces en Barcelona, en Par¨ªs, en Roma, en Venecia¡ Sin embargo, mientras algunos expertos del mercado inmobiliario relativizan el impacto real de los alquileres tur¨ªsticos (al menos en el precio general de la vivienda y el alquiler), otros hablan de fatalidad socioecon¨®mica, de un imparable proceso de oferta y demanda en el que lo mejor que puede hacer la administraci¨®n es pensar en qu¨¦ hacer con los vecinos expulsados, sobre todo aquellos con menos recursos.
Conviene recordar que el incontestable ¨¦xito del modelo no sale de la nada, sino de millones de personas que, cuando viajan, prefieren alojarse lo m¨¢s cerca posible de la zona que desean visitar (el centro) y lo m¨¢s barato que puedan (distintos estudios calculan que un alojamiento contratado a trav¨¦s de plataformas como Airbnb cuesta entre un 20% y un 50% menos que uno tradicional). De hecho, muchos de los vecinos de Malasa?a que rechazan un piso tur¨ªstico en su edificio seguramente lo usan sin dudar al viajar a Par¨ªs o a Roma.
El Ayuntamiento de Ahora Madrid es de los que cree, y as¨ª lo ha defendido una y otra vez, que s¨ª existe un grave problema y que s¨ª se pueden hacer cosas para, si no arreglarlo, por lo menos evitar que se siga avanzando. Por ejemplo, prohibiendo la llegada de m¨¢s actividades cuya saturaci¨®n maltrata la vida diaria de los habitantes del centro (bares y restaurantes) y les puede acabar echando de sus casas (con el cambio del uso de los inmuebles de residencial a terciario hotelero). Adem¨¢s, ha planteado que ¨²nicamente los particulares, y no las empresas, puedan ofrecer alquileres tur¨ªsticos y con una limitaci¨®n anual del n¨²mero de d¨ªas que se pueden arrendar. Por eso es tan dif¨ªcil de explicar a sus votantes, por muchos condicionantes legales que tenga (la finca en cuesti¨®n ya era de uso terciario), la decisi¨®n del Consistorio sobre el edificio de Malasa?a.
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