Angustia popular
Si acaso triunfa la expresi¨®n econom¨ªa enfadada estar¨ªamos ante otro ejemplo de modismo que pretende englobarlo todo y en realidad no explica nada. El t¨¦rmino populismo est¨¢ en la misma onda: sirve para rotos, descosidos o malzurcidos en funci¨®n de la arbitrariedad argumental del momento. Con m¨¢s razones podr¨ªa hablarse de econom¨ªa angustiada, porque angustia es lo que sienten los grupos sociales a quienes se les ha retirado la base sobre la que viv¨ªan o so?aban. Esa angustia se manifiesta no s¨®lo en la p¨¦rdida de empleo en los asalariados, sino en la difusa percepci¨®n de que no volver¨¢n a encontrarlo; para los empresarios, no significa solo que han desaparecido mercados tradicionales, sino que los emergentes y explosivos (los asociados a las nuevas tecnolog¨ªas) han sido copados seg¨²n las mismas reglas de acumulaci¨®n que los tradicionales; y, por fin, resulta que la llamada econom¨ªa colaborativa opera seg¨²n un trade off poco colaborativo, puesto que las ventajas que supone para los clientes est¨¢n tiznadas por la elusi¨®n fiscal. En el fondo, las plataformas responden a la misma l¨®gica de la compraventa de oro: el contribuyente paga las ventajas que percibe el consumidor.
Las lamentaciones por la econom¨ªa airada o angustiada conducen a la nada. Los diagn¨®sticos est¨¢n hechos y ahora se trata de suprimir (o, m¨¢s bien, calcular si los Estados son capaces de hacerlo) el sost¨¦n electoral de quienes se oponen al comercio internacional (Trump) o de quienes socavan la eficacia de las ¨¢reas monetarias (el Brexit). Sabemos que el empleo mundial retrocede en est¨¢ndares de calidad y que quiz¨¢ no vuelvan a darse las condiciones de estabilidad relativa de los mercados laborales antes de la crisis; tambi¨¦n sabemos que una parte del entramado empresarial mundial est¨¢ organizado para minimizar (o suprimir) la carga fiscal a trav¨¦s de los nudos tributarios en para¨ªsos y seudopara¨ªsos fiscales; atribuimos ventajas para el consumidor en la actividad de las llamadas plataformas, pero es evidente que los gobiernos o no comprenden bien su funcionamiento o no saben c¨®mo disciplinar modelos de negocio poco convencionales gestionados desde tecnolog¨ªas que podr¨ªan operar desde la luna y cuya responsabilidad tributaria es dif¨ªcil de aprehender. Tambi¨¦n observamos flujos ingentes de migraci¨®n que ya no est¨¢n bajo el control de autoridades; o la aparici¨®n de la rob¨®tica con su advertencia de destrucci¨®n de puestos de trabajo. El persistente desconcierto del consumidor y de las empresas tradicionales se convierte con el tiempo y una crisis en ira y decepci¨®n.
Si esta convulsi¨®n cayera en el negociado de Mario Draghi podr¨ªan reclam¨¢rsele unas palabras m¨¢gicas, como las que sacaron del pozo de la deuda a Espa?a, Italia y Portugal. En este caso, las palabras ser¨ªan dos: regulaci¨®n y redistribuci¨®n. Por supuesto no se trata de palabras, sino de los programas y decisiones que acarrean. Porque son las dos palabras que la socialdemocracia europea viene pronunciando in illo tempore pero pocas veces se ha preocupado de aplicar al conjunto de la sociedad a trav¨¦s de planes sistem¨¢ticos. La renovaci¨®n socialdem¨®crata tiene un punto de partida claro: aplicar las pol¨ªticas que suelen amueblar sus programas electorales y se arrinconan en el desv¨¢n cuando gobierna. No es que una regulaci¨®n mejor y una redistribuci¨®n menos injusta sean suficientes para resolver los problemas que genera el nuevo orden despu¨¦s de la crisis financiera; pero sin ellas cualquier soluci¨®n posterior ser¨¢ arriesgada.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.