Prejuicios
Esta semana ha dado inicio en la localidad de Suances (Cantabria), en el marco de la iniciativa Cantabria Pago Digital impulsada por la Vicepresidencia del Gobierno, un interesante experimento social. Diez ciudadanos de la localidad, de forma voluntaria, ¡°intentar¨¢n sobrevivir¡± una semana completa realizando todos sus pagos cotidianos ¡ªestos que realizamos en la calle a diario¡ª de forma electr¨®nica, con una pulsera prepago cargada con 150 euros. Son ¡°embajadores y embajadoras sin efectivo¡±, cuya experiencia desvelar¨¢ cu¨¢n f¨¢cil o dif¨ªcil es superar dicho reto, teniendo en cuenta que el acto de pagar depende de dos partes: la que paga y la que cobra. En este caso, la parte pagadora tiene un objetivo claro, pero cumplirlo depender¨¢ de la otra parte, la que cobra. Cuando quien cobra ofrece un servicio que compite con otros cercanos, cumplir el reto supondr¨¢ cierta incomodidad para el embajador/a, algo asumible. Sin embargo, si para el producto o servicio ofrecido no existen alternativas cercanas, cumplir el reto s¨ª puede suponer enfrentarse a problemas m¨¢s all¨¢ de la incomodidad de caminar varios metros m¨¢s hasta el siguiente establecimiento que s¨ª acepte el pago electr¨®nico.
Los pagos cotidianos en Espa?a, estos que realizar¨¢n exclusivamente de forma electr¨®nica los y las ¡°embajadoras sin efectivo¡±, persisten en su modalidad anal¨®gica (monedas y billetes), hecho que estudios ad hoc1 y estad¨ªsticas oficiales2 avalan. Especialmente aquellos de menor importe, para los que utilizar medios de pago alternativos al efectivo, como la tarjeta de pago ¡ªde la que disponen cerca de nueve de cada diez adultos en dicha localidad¡ª resulta hoy en d¨ªa, para la mayor¨ªa de ciudadanos y establecimientos, impensable. Los titulares de tarjeta de pago (sea en su modalidad f¨ªsica o virtualizada en el m¨®vil) afirman de forma generalizada que pagar peque?os importes con ella ¡°est¨¢ mal visto¡±, que ¡°da verg¨¹enza hacerlo¡±, a pesar de reconocer en la misma frase que ser¨ªa m¨¢s c¨®modo y seguro poder realizar todos los pagos cotidianos ¡ªaquellos que hacemos ¡°en la calle¡±¡ª con tarjeta. Pareciera que estamos ante un prejuicio, y muy arraigado, por cierto.
Cuando uno/a sale de casa por la ma?ana dejando all¨ª el monedero, se da cuenta de que superar la cotidianeidad no es una misi¨®n f¨¢cil ni exenta de fricciones. Ello, porque el pago con tarjeta de importes peque?os (digamos, menores a 10 euros) no son a¨²n bienvenidos en Espa?a. Aunque nos aventuramos a afirmar que por poco tiempo.
1. Diagn¨®stico sobre pr¨¢cticas de pago en Suances, en www.cantabriapagodigital.es. 2. Estad¨ªsticas Banco Central Europeo sobre sistemas de pago.
Ver¨®nica L¨®pez Sabater y Diego Vizca¨ªno son profesores de Afi Escuela de Finanzas.
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