Bulos en las redes sociales: ?debemos regular los algoritmos?
El modelo de negocio de los gigantes Facebook y Twitter tiene un fallo de base: la informaci¨®n falsa se expande
La preocupaci¨®n de las sociedades occidentales por la difusi¨®n de bulos (o fake news) por las redes sociales se dispar¨® tras la elecci¨®n hace un a?o de Donald Trump. Descubrimos con asombro que un mill¨®n de americanos vieron la noticia falsa en Facebook de que el Papa Francisco hab¨ªa apoyado la candidatura de Trump y que otro mill¨®n vio la noticia de que Trump hab¨ªa prestado su avi¨®n privado para rescatar a unos marines. Historias absurdas e inveros¨ªmiles adquirieron enorme eco, como que la campa?a de Hillary Clinton encubr¨ªa una red de ¡°trata de blancas¡± centrada en una pizzer¨ªa de Washington.
Los 20 bulos con mayor difusi¨®n (todos menos tres, pro Trump) tuvieron m¨¢s impacto que las 20 noticias de mayor calado de los medios tradicionales. A menor escala, algo similar ha sucedido en la campa?a del Brexit o en la del refer¨¦ndum catal¨¢n del 1-O.
Al principio, las redes sociales, Facebook y Twitter principalmente, respondieron al inter¨¦s de los pol¨ªticos en los bulos centrando la atenci¨®n de las investigaciones en los anuncios pagados. Facebook inicialmente explic¨® que solo hubo 3.000 anuncios falsos en la campa?a americana, por un coste total de 100.000 d¨®lares.
Es conveniente para Facebook, Twitter y Google hablar solo de anuncios, un aspecto relativamente f¨¢cil de tratar, porque desv¨ªa la atenci¨®n del enorme problema que solo ahora empezamos a entender: el modelo de negocio de estos gigantes, que controlan entre ellos el 95% de la publicidad online del mundo, tiene un grave fallo de base: la informaci¨®n falsa se expande a enorme velocidad a trav¨¦s de cuentas ficticias y campa?as ¡°org¨¢nicas¡± (no pagadas) y este fen¨®meno es mucho m¨¢s significativo que los anuncios. En realidad, los anuncios son solo la punta del iceberg.
Por eso el Parlamento brit¨¢nico ha exigido a Facebook una nueva investigaci¨®n, m¨¢s all¨¢ de la publicidad, del impacto de la interferencia rusa en la propagaci¨®n de bulos a trav¨¦s de la red social en el refer¨¦ndum del Brexit, petici¨®n a la que Facebook accedi¨® el pasado mi¨¦rcoles. Por su parte, el Congreso y Senado americanos han abierto varias investigaciones sobre el impacto de estas campa?as de desinformaci¨®n y el papel de Rusia en ellas, incluyendo en el refer¨¦ndum del 1-0 de Catalu?a. El Congreso americano ha dejado claro a Facebook, a Twitter y a Google que no tolerar¨¢ que traten de restringir las investigaciones a los anuncios. Los legisladores quieren entender c¨®mo la informaci¨®n falsa y maligna se propaga con facilidad por las redes para decidir c¨®mo regular su funcionamiento.
Para entender esta propagaci¨®n, es crucial entender los incentivos de los ingenieros y ejecutivos de Facebook, Twitter o Google: se trata de vender publicidad, y para ello es necesario que pasemos mucho tiempo enganchados en sus redes. Nosotros no somos sus clientes, al contrario: nuestra atenci¨®n es el producto que ellos cosechan, y luego tratan de vender a los anunciantes, sus clientes. Como dice el dicho, ¡°si no pagas, no eres el cliente, eres el producto¡±. Los algoritmos que dise?an nos observan, aprenden nuestras preferencias, y se van adaptando a ellas. El ingeniero que progresa es el que formula algoritmos para que las noticias, los v¨ªdeos, las fotos que alguien cuelga se extiendan m¨¢s y mejor por la red, para que se hagan virales, las leamos, las compartamos, las discutamos.
En parte, este esfuerzo por maximizar el inter¨¦s es positivo para nosotros, los usuarios. Si soy fan del Betis, me ense?ar¨¢n noticias sobre el Betis, y esto me satisface. Pero hemos descubierto que tambi¨¦n tiene un lado muy oscuro. El trabajo que investiga este lado oscuro tuvo su origen en un grupo de activistas que llevan a?os indagando en la propagaci¨®n de bulos por Internet. Su historia nos sirve para entender el problema al que nos enfrentamos.
La pionera de estos activistas se llama Renee DiResta y es directora de marketing de una empresa. Descubri¨® el poder de los bulos por casualidad, de una forma que nos resultar¨¢ familiar: los bulos sobre las vacunas. Cuando naci¨® su hijo, estudiando sobre vacunaciones, descubri¨® que tras entrar de forma casual en los sitios de los chiflados de las conspiraciones anti-vacunas, Facebook la ¡°empujaba¡± a leer otras historias de otros anti-vacunas. El universo se ampliaba siempre en la misma direcci¨®n. Cuantos m¨¢s chiflados le¨ªa, m¨¢s se le presentaban, en un universo homog¨¦neo de (si me permiten) idiotez auto-confirmada por las historias conspirativas de los dem¨¢s.
No solo eso. Cuando el algoritmo descubri¨® que ella era sensible a las teor¨ªas conspiratorias de los antivacunas, Facebook le presentaba nuevas teor¨ªas conspiratorias en otras ¨¢reas¡ªgente que cree, por ejemplo, que las nubes blancas que dejan los aviones en el cielo son esprays qu¨ªmicos para manipularnos. Gente que en el pasado ser¨ªa el ¡°tonto del pueblo¡± en la esquina de un bar contando sus alucinaciones, ignorado por todos, y que ahora encuentra un p¨²blico similar a ¨¦l o ella y dispuesto a colaborar en extender estas noticias¡ª.
Noten que no se trata de que alguien en Facebook publique noticias falsas, o quiera que leamos noticias falsas. Simplemente el mismo algoritmo que ¡°aprende¡± que nos gusta el Betis, aprende que las historias raras que cuenta X nos gustan, y nos busca otras similares. La desinformaci¨®n, las noticias falsas peligrosas, se extienden de persona a persona. No hace falta que un gobierno malvado nos manipule, porque si creemos en los ovnis, veremos historias sobre gente que vio ovnis, o, por dar un ejemplo m¨¢s cercano a casa, si creemos que Espa?a es un Estado represor parecido a Turqu¨ªa, nos presentar¨¢n otras historias de otros chiflados que crean lo mismo, hasta que vivamos en un burbuja de falsedades.
Facebook, o Twitter, nos dir¨¢n ¡°es el problema de nuestros usuarios si buscan historias falsas, no nuestro. Nosotros somos una empresa de tecnolog¨ªa y solo facilitamos que la gente se comunique con quien quiera, no somos un medio de comunicaci¨®n¡±.
Pero esto no es correcto. El algoritmo no distingue verdadero o falso, y nos presenta lo falso como verdadero, porque est¨¢ dise?ado con un objetivo, y solo con un objetivo: maximizar el impacto, la viralidad. Si el algoritmo buscara otras cosas (por ejemplo, balancear el impacto con la veracidad) nos presentar¨ªa otras noticias.
Revertir esta situaci¨®n nos exige poner fin a la impunidad de estas redes sociales. Las sociedades occidentales deben dejar claro que son responsables de las noticias que sus algoritmos propagan y dan relevancia las redes propietarias de estos algoritmos. Cuanto antes se convenzan Facebook, Twitter, Google y el resto de que no son empresas tecnol¨®gicas, sino editores y medios, y por tanto responsables del contenido que propagan, antes conseguiremos recuperar una visi¨®n positiva y optimista del papel de Facebook, Google y Twitter.
Luis Garicano es Profesor de Econom¨ªa y Estrategia en el IE Business School y responsable de econom¨ªa y empleo de Ciudadanos.
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