La cultura del privilegio
El tri¨¢ngulo formado por el Estado, los ciudadanos y el mercado precisa de otro contrato social
Muchos bienes p¨²blicos (la educaci¨®n, la sanidad, el medio ambiente, la seguridad, la habitabilidad del lugar en que se vive, etc¨¦tera) y distintos derechos civiles y sociales (el conjunto del sistema de reglas que garantiza la igualdad de oportunidades) no llegan de igual manera a todos los ciudadanos. A este hecho es a lo que la Comisi¨®n Econ¨®mica para Am¨¦rica Latina (CEPAL), organismo de las Naciones Unidas, ha denominado ¡°la cultura del privilegio¡±. Un ejemplo ser¨ªa el sistema fiscal de muchos pa¨ªses, tan desigual en la aplicaci¨®n de exenciones, elusiones, la evasi¨®n, o el diferente trato que dan a las rentas del trabajo y del capital. Ello se ha agravado en la ¨²ltima d¨¦cada.
Esta ¡°cultura del privilegio¡± est¨¢ desarrollada en uno de los ¨²ltimos estudios de la instituci¨®n que preside la mexicana Alicia B¨¢rcenas, titulado La ineficiencia de la desigualdad, que ha sido presentado en Cuba hace unos d¨ªas con el prop¨®sito de alinearse con la Agenda 2030 para el desarrollo sostenible, en especial con la intenci¨®n de no dejar a nadie atr¨¢s. Una reflexi¨®n oportuna es la de si sus conclusiones y sus tendencias (desde luego no sus datos concretos) valen para el resto del mundo. Entre aquellas se pueden destacar las siguientes:
- Que la desigualdad (de medios, de oportunidades, de capacidades y de procedimientos) no s¨®lo es injusta, sino que genera l¨ªmites al crecimiento, como desde hace alg¨²n tiempo muestran algunos economistas y el propio Fondo Monetario Internacional en alguno de sus informes, en contra de la ¡°gran disyuntiva¡± que defendi¨® en la d¨¦cada de los setenta el economista Arthur Okun (un menor crecimiento es el coste que la sociedad debe pagar para reducir las desigualdades que surgen de los mercados).
- Que hay una creciente desconexi¨®n entre los ciudadanos y las instituciones p¨²blicas por mor de esa desigualdad creciente, que se manifiesta en la ca¨ªda de los niveles de confianza en esas instituciones, en la falta de empleos de calidad (trabajo decente) y en una menor satisfacci¨®n en el funcionamiento de los principales servicios p¨²blicos del Estado de Bienestar como la salud y la educaci¨®n.
Seg¨²n el estudio citado, la desigualdad de renta y de riqueza potencia la desigualdad de oportunidades y limita la sostenibilidad del crecimiento. Nuevos datos sugieren que, en general, la concentraci¨®n de la riqueza (lo que se posee) es superior a la de la renta (lo que se gana). Seg¨²n el Informe de la Desigualdad 2018, en todos los a?os entre 1980 y 2016, el 1% m¨¢s rico concentra entre el 16% y el 22% de la riqueza total, cuando el 75% m¨¢s pobre nunca llega al 10%. En Espa?a, durante el mismo periodo, el 10% de los hogares m¨¢s ricos concentran entre el 50% y el 60% de la riqueza nacional, mientras que la riqueza en manos del 50% no llega al 9% del total.
Esta desconexi¨®n debilita el contrato social existente desde el final de la Segunda Guerra Mundial y apremia a crear uno nuevo entre el tri¨¢ngulo compuesto por el Estado, los ciudadanos y el mercado. La extrema polarizaci¨®n conduce al desastre.
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