La crisis de identidad permanente del jefe de Twitter
El confundador Jack Dorsey busca un nuevo rumbo para la firma y es consciente de los peligros de la redes sociales
Jack Dorsey tiene un problema de identidad. Y eso pese a que el cofundador de Twitter es una persona que se preocupa enormemente de la imagen. Solo hay que ver como se presenta en p¨²blico. Su aspecto f¨ªsico fue, de hecho, mutando con el tiempo, al ritmo con el que trata de transformar la bit¨¢cora de una red social a una plataforma de medios. Pero Dorsey es el primero en admitir que tiene dificultad al articular cu¨¢l es el objetivo personal que tiene y su visi¨®n.
El consumidor suele ver a las grandes corporaciones sin cara y eso plantea un reto para sus gestores, porque detr¨¢s de un servicio como el de Twitter hay gente con opiniones. Dorsey dice que ¨¦l, personalmente, tiene unos valores que miran hacia la izquierda. Es lo com¨²n en Silicon Valley. Pero pese a su partidismo y el de sus empleados, se esfuerza por dejar claro que no controlan el contenido que cuelgan los usuarios en la bit¨¢cora sino el comportamiento que muestran.
Dorsey podr¨ªa haber sido el creador de Uber o Lyft. Le encantaban los trenes de ni?o y se obsesion¨® con las voces de los esc¨¢neres de la polic¨ªa. Empez¨® as¨ª escribiendo programas para despachar taxis. De ah¨ª le vino de la idea de Twitter. ¡°Siempre hablan de d¨®nde van, lo que est¨¢n haciendo y d¨®nde est¨¢n¡±, recuerda. Tambi¨¦n dice que alg¨²n d¨ªa le gustar¨ªa ser alcalde de Nueva York, inspirado por Michel Bloomberg, gu¨ªa para cualquier empresario de la comunicaci¨®n.
Ahora gestiona dos compa?¨ªas cotizadas a la vez, como Elon Musk. Adem¨¢s de dirigir Twitter, es cofundador y consejero delegado del sistema electr¨®nico de pagos Square. Lo cre¨® con Jim McKelvey, para quien trabaj¨® de becario como programador con 15 a?os. Su fortuna, seg¨²n Forbes, supera los 6.300 millones de d¨®lares. Pero el camino que le llev¨® a ser considerado uno de los genios m¨¢s influyentes del sector tecnol¨®gico no est¨¢ siendo f¨¢cil.
Este enigm¨¢tico empresario en serie, de 41 a?os de edad, tuvo que dejar los mandos de Twitter dos a?os despu¨¦s de ayudar a crear la plataforma. Los corrillos en San Francisco empezaron a especular en ese momento con el salto a Facebook. Es conocido que Mark Zuckerberg quer¨ªa adquirir la bit¨¢cora electr¨®nica, como hizo con Instagram y WhatsApp. Pero no encontr¨® la manera de encajarlo en la estructura de mando. Jack Dorsey volvi¨® a retomar las riendas en 2015.
Nada de lo que hizo en su retorno parec¨ªa funcionar y Wall Street le castig¨® fuerte, hasta el punto de que Twitter lleg¨® a perder dos tercios de su valor burs¨¢til. Se cuestion¨®, incluso, si estaba preparado para llevar dos empresas. La tecnol¨®gica est¨¢ sumida en un continuo proceso para redefinirse a s¨ª misma buscando atraer nuevos usuarios que rompan con su estancamiento y hacer crecer sus ingresos. Para eso trata de dejar de ser red social y ser m¨¢s una compa?¨ªa de medios.
Jack Dorsey no es ajeno a la controversia. Est¨¢ en un fuego cruzado permanente. Pero lo que nadie se planteaba hace tres a?os, antes de las presidenciales en Estados Unidos, es que tendr¨ªa que testificar el mismo d¨ªa en dos comit¨¦s del Congreso para dar explicaciones sobre c¨®mo gestiona la informaci¨®n que circula por las redes sociales. El ejecutivo es consciente de que cada vez m¨¢s gente tiene miedo a compa?¨ªas como Twitter, Facebook o Google, por el poder que tienen en sus vidas.
Interferencia en los procesos democr¨¢ticos. Propaganda. Comercio de los datos. Privacidad. Aunque entiende ese sentimiento de temor por los abusos que afloraron durante los ¨²ltimos dos a?os, dice que no se siente tan poderoso. Jack Dorsey s¨ª considera que para generar confianza entre los usuarios deber ser transparente al explicar su visi¨®n.
"Soy muy t¨ªmido"?
¡°Soy muy t¨ªmido¡±, dijo al arrancar su intervenci¨®n ante el comit¨¦ de Inteligencia del Senado, ¡°pero es importante hablar¡± de un problema que representa una amenaza para el proceso democr¨¢tico y su negocio. En la audiencia estaba presente Alex Jones, uno de los l¨ªderes de la ultraderecha que usa las redes sociales para diseminar teor¨ªas de la conspiraci¨®n. Jack Dorsey dio la orden para que se le suspendiera la cuenta.
Es un paso previo, explica, para incentivar un cambio de conducta de los usuarios. Pero Dorsey no es tan ingenuo como para no saber que no siempre se logra. Insiste que Twitter es una plaza p¨²blica en la que se conversa con libertad, pero admite que debe hacer m¨¢s para combatir los abusos. El incidente de Jones es, de hecho, el ejemplo que mejor expone sus contradicciones y la vulnerabilidad del sistema.
La f¨®rmula, insiste, pasa por educar al usuario para que la diseminaci¨®n de informaci¨®n falsa no afecte a sus opiniones. Tener muchos seguidores, dice, no es la prioridad como hace 12 a?os cuando mand¨® el primer tuit. Es la calidad del di¨¢logo. Pero para ello necesita que sus 335 millones usuarios le ayuden a identificar a los malos actores y erradicarlos antes de que el contenido t¨®xico contamine a¨²n m¨¢s una plataforma que es un medio de comunicaci¨®n.
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