Entusiasmos y desencantos de la digitalizaci¨®n
El cambio t¨¦cnico es como un potro lleno de energ¨ªa, si se le deja libre provocar¨¢ grandes destrozos
La llamada revoluci¨®n digital vino acompa?ada del optimismo por su capacidad para contribuir no s¨®lo al progreso material, sino tambi¨¦n a una mayor emancipaci¨®n personal y una mejor democracia. Sin embargo, ese entusiasmo ha dado paso al desencanto. Ahora es sin¨®nimo de monopolios, grandes fortunas de muy pocos; elusi¨®n de impuesto; nuevas formas de explotaci¨®n laboral y de la aparici¨®n de trabajadores pobres (a los que se les llama ¡°colaboradores¡±, ¡°aut¨®nomos¡±, ¡°free lances¡±); astutas formas de invasi¨®n de nuestra privacidad y tambi¨¦n de manipulaci¨®n de la democracia.
?Que ha ido mal con la digitalizaci¨®n para pasar de la utop¨ªa a la distopia? ?Qu¨¦ podemos hacer?
No es la primera vez que ocurre. Sucedi¨® ya en los siglos XIX y XX con la primera revoluci¨®n industrial. Las m¨¢quinas de hilar, la m¨¢quina de vapor, la telegraf¨ªa, la electricidad y el motor de gasolina generaron un sentimiento de progreso ilimitado y de ¡°perfectibilidad¡± humana. Las m¨¢quinas iban a liberar a las personas del trabajo penoso. Eran sus nuevos brazos.
Despu¨¦s de los entusiasmos llegaron los desencantos: el uso de la tecnolog¨ªa por el poder pol¨ªtico para nuevas y terror¨ªficas guerras; los grandes monopolios que explotaban a los m¨¢s d¨¦biles; la nueva aristocracia del dinero (¡°robber barons¡±); las desigualdades pavorosas; las nuevas formas de explotaci¨®n de hombres, mujeres y ni?os. Extrema desigualdad y extrema pobreza. ¡°Era el mejor de los tiempos y era el peor de los tiempos¡±, con esta sentencia comienza la novela ¡°Historia de dos ciudades¡± de Charles Dickens, uno de los novelistas que mejor retrat¨® aquella ¨¦poca.
El desencanto con la industrializaci¨®n y el miedo al ¡°paro tecnol¨®gico¡± dio lugar a variadas formas de rechazo. La quema de f¨¢bricas por los luditas, el anarquismo, la aparici¨®n de los sindicatos, los partidos de la clase media y obrera.
?Qu¨¦ fall¨®? Esos rechazos eran la respuesta al ¡°laisssez faire¡±, el dejar hacer, que domin¨® la primera etapa de la industrializaci¨®n. La idea de que el cambio t¨¦cnico traer¨ªa por s¨ª mismo, sin control pol¨ªtico, el progreso social y moral. Algunos fil¨®sofos, desde David Hume y Adam Smith a Bertrand Rusell, hab¨ªan advertido de esa perversi¨®n. Los efectos de la tecnolog¨ªa no est¨¢n predeterminados. La tecnolog¨ªa es una herramienta que requiere un imperativo categ¨®rico, un sentido ¨¦tico en su uso.
Finalmente, despu¨¦s de crisis econ¨®micas y grandes guerras, aparecieron pol¨ªticas de control de los monopolios, leyes que obligaban a separar negocios, nuevos impuestos sobre las grandes fortunas y beneficios, leyes laborales y legalizaci¨®n de sindicatos para equilibrar el poder empresarial y lograr un verdadero ¡°mercado¡± de trabajo, un nuevo Estado social. Y tambi¨¦n una nueva ¨¦tica empresarial. Se embrid¨® el capitalismo del ¡°laissez faire¡± y se logr¨® reconciliar capitalismo competitivo con prosperidad inclusiva y progreso moral y pol¨ªtico.
Ahora est¨¢ ocurriendo lo mismo con la digitalizaci¨®n. Los entusiasmos iniciales tuvieron que ver con el glamour de una nueva cultura digital (en el sentido antropol¨®gico) muy sugestiva, pero embaucadora. Olvidamos que o pagas por los servicios que recibes y eres un cliente con derechos, o te transformas en mercanc¨ªa para las tecnol¨®gicas, que utilizan tus datos privados para nuevas formas de manipulaci¨®n. Han vuelto los monopolios, las grandes fortunas de unos pocos, la elusi¨®n de impuestos. Y ha vuelto el miedo al paro tecnol¨®gico.
Toda nueva tecnolog¨ªa tiene sus peligros. No hubo grandes naufragios hasta que se construyeron barcos. El autom¨®vil provoc¨® lesiones hasta que aparecieron los cinturones. La digitalizaci¨®n tambi¨¦n trae accidentes. Como los nuevos ¡°zombies¡± tel¨¦f¨®nicos (¡°smombies¡±) caminando ensimismados por las calles. No tardaremos a ver se?ales de prohibici¨®n de uso de m¨®viles en las aceras. Algunas ciudades chinas ya han comenzado a hacerlo.
Pero estos ¡°accidentes¡± no deben frenar el cambio t¨¦cnico. La digitalizaci¨®n en general y los robots inteligentes en particular traen una promesa de progreso. No es casualidad que sea en las sociedad m¨¢s longevas (prefiero este t¨¦rmino al de ¡°envejecidas¡±) donde haya m¨¢s robots. Para aprovechar las oportunidades es necesario ver la tecnolog¨ªa como una herramienta que es necesario saber utilizar con sentido ¨¦tico por las empresas y con equidad por los gobiernos. S¨®lo as¨ª lograremos conciliar cambio t¨¦cnico, econom¨ªa inclusiva, sociedad decente y pol¨ªtica democr¨¢tica.
El cambio t¨¦cnico es como un potro joven lleno de energ¨ªa. Si se le deja libre producir¨¢ grandes destrozos. Pero si se le encincha y gobierna contribuir¨¢ de forma extraordinaria al progreso social. Hay que volver a tomar el control social y pol¨ªtico de la tecnolog¨ªa. En este sentido, son francamente interesantes las propuestas surgidas en el debate norteamericano para las presidenciales de 2020. Iremos viendo.
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