Algo va mal con el capitalismo corporativo
Directivos como Bot¨ªn o Prado aconsejan al Gobierno no caer en el cortoplacismo, el pecado del que se los acusa a ellos
"Los grandes ejecutivos del Ibex ganan 79 veces m¨¢s que sus empleados¡±. Este era el titular de la portada de este suplemento de hace dos domingos. Seg¨²n la misma informaci¨®n, la media de los sueldos de los principales ejecutivos del Ibex fue de 4,32 millones de euros en 2018, con diferencias importantes. A estos sueldos hay que a?adir los derechos de pensi¨®n, con los 79 millones del anterior presidente del BBVA como estrella de las ¡°pensiones de oro¡±.
?Deben preocuparnos estas elevadas retribuciones? Pienso que s¨ª. Pero, enti¨¦ndanme bien, no es por envidia, ni resentimiento contra las grandes corporaciones. Este tipo de empresas han hecho grandes contribuciones a la prosperidad econ¨®mica. Pero ahora se las asocia a las crecientes desigualdades econ¨®micas y sociales. Por tanto, algo va mal con el capitalismo corporativo.
Mi preocupaci¨®n surge de tres motivos. El primero tiene que ver con la falta de justificaci¨®n econ¨®mica de estas elevadas retribuciones. Responden a conductas de p¨¦rdida de autocontrol. Conductas que se apoyan en una cultura corporativa fundada en una idea equivocada sobre las fuentes del dinamismo empresarial, como m¨¢s abajo explicar¨¦. En todo caso, ?no deber¨ªan beneficiarse tambi¨¦n los empleados? Ser¨ªa lo equitativo. Pero los salarios medios de las empresas del Ibex en 2018 han descendido un 3,36% respecto a 2017, de 55.756 euros de media en 2017 a 53.882 euros en 2018. Esta brecha salarial es una amenaza para la legitimidad del capitalismo.
El segundo motivo proviene de que esas elevadas retribuciones tienen que ver con el hecho de que muchas corporaciones se mueven en actividades reguladas o en sectores con comportamientos monopol¨ªsticos. Esto es algo que se aprecia viendo las retribuciones mucho m¨¢s razonables de los directivos de las empresas cotizadas no pertenecientes al Ibex que act¨²an en mercados competitivos, retribuciones que se mueven en una brecha salarial con un m¨²ltiplo entre 10 y 20, que era la que exist¨ªa en la etapa del buen capitalismo de posguerra.
La tercera preocupaci¨®n es la m¨¢s importante por su impacto en la legitimidad del capitalismo. Tiene que ver con la cultura y la ¨¦tica corporativa de las ¨²ltimas d¨¦cadas. Esa cultura sostiene que el ¨¦xito de las corporaciones se basa en la ¡°excelencia¡± y en el ¡°talento¡± de sus l¨ªderes. Las elevadas retribuciones ser¨ªan la retribuci¨®n de ese talento. Es un error.
La riqueza que genera una gran corporaci¨®n ¡ªlo mismo que cualquier otra empresa u organizaci¨®n social¡ª es el resultado de la innovaci¨®n que aportan todos los actores involucrados: trabajadores, directivos, proveedores, clientes y tambi¨¦n las comunidades donde act¨²an. Se ha prescindido de la idea de que toda persona posee la imaginaci¨®n necesaria para aportar valor y concebir nuevos bienes y m¨¦todos. La creaci¨®n de riqueza es una tarea colectiva.
Los elevad¨ªsimos sueldos de los principales ejecutivos tienen un efecto perverso a?adido. Producen desapego respecto del resto de la sociedad. Adam Smith lo llam¨® ¡°corrupci¨®n de los sentimientos morales de los muy ricos¡±. Se aprecia, por ejemplo, cuando algunos de estos altos directivos con pensiones de oro, pagadas por las empresas, cuestionan las pensiones p¨²blicas de los trabajadores. O cuando, con arrogancia, aprovechan las juntas generales para dar consejos a los Gobiernos. Un ejemplo reciente es la presidenta del Banco Santander, Ana Bot¨ªn, o el presidente de Endesa, Borja Prado, recomendando al Gobierno no caer en el ¡°cortoplacismo¡±. Precisamente el pecado del que se los acusa a ellos y que tanto da?o causa a sus empresas y a la sociedad.
Las elevadas retribuciones, el cortoplacismo y los crecientes esc¨¢ndalos protagonizados por grandes multinacionales est¨¢n creando rechazo social y una creciente demanda para reinventar la corporaci¨®n. Esta nueva visi¨®n sostiene que el prop¨®sito de las corporaciones no es s¨®lo retribuir a sus inversores, sino ser concebidas como instrumentos de compromiso con los intereses de sus empleados, clientes y las comunidades en las que se insertan. Con el bien com¨²n. Esto requiere pasar de la ¨¦tica utilitarista, consistente en ¡°maximizar el valor para los accionistas¡±, a una ¨¦tica de la responsabilidad, basada en el criterio de maximizar el valor para el conjunto de la sociedad.
En esta reinvenci¨®n de la corporaci¨®n las humanidades tienen un importante papel. Adam Smith fue cuidadoso al equilibrar la defensa de los mercados competitivos en La riqueza de las naciones con la defensa de la moralidad y la virtud del autocontrol en La teor¨ªa de los sentimientos morales. Ese equilibrio se ha perdido. Es necesario volver a conjugar eficiencia econ¨®mica con equidad social. De lo contrario, la p¨¦rdida de confianza en las corporaciones acabar¨¢ deslegitimando al sistema capitalista.
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