Crema de avellanas turcas con sabor a explotaci¨®n infantil
Los trabajadores que recogen avellanas en Turqu¨ªa, en su mayor¨ªa kurdos y sirios, trabajan en unas condiciones laborales p¨¦simas. Los principales clientes de este producto son multinacionales como Nutella, Nestl¨¦ o Godiva
La estampa es t¨ªpica del verano en las carreteras de la Anatolia interior: mujeres, hombres, ni?os, con sus mantas y edredones, lonas, palanganas, cacerolas, amontonados en la caja de viejas camionetas o en furgonetas atestadas, cargadas de bultos sobre su techo. Son jornaleros kurdos -¨²ltimamente, tambi¨¦n refugiados sirios- y se dirigen al norte, a recoger la avellana.
Turqu¨ªa es una potencia del sector: concentra el 70 % de la producci¨®n mundial de avellanas, entre 500.000 y 750.000 toneladas, seg¨²n el a?o. As¨ª que las grandes empresas de reposter¨ªa, como Ferrero, Nestl¨¦ y Godiva, dependen de la producci¨®n turca. ¡°Es una cuesti¨®n de tradici¨®n. Aqu¨ª producimos avellanas desde el a?o 1300 y nuestra calidad es excelente¡±, asegura Levent Agca, presidente de la empresa procesadora Fiskobirlik EFIT: ¡°Las grandes empresas chocolateras no est¨¢n dispuestas a renunciar al aroma y al sabor de nuestras avellanas¡±.
La mayor¨ªa de avellanos se halla en la regi¨®n del Mar Negro. En terrenos escarpados que se elevan nada m¨¢s salir del mar, lluviosos y verdes como Galicia. La costumbre es repartir las tierras equitativamente entre los herederos de la familia, as¨ª que la mayor¨ªa de avellanares no superan la media hect¨¢rea y el sector se divide en 400.000 peque?os productores, a excepci¨®n de las nuevas plantaciones, que pueden tener m¨¢s de una hect¨¢rea.
Hasta hace dos d¨¦cadas, el Estado fijaba los precios de compra y los agricultores entregaban toda su cosecha a Fiskobirlik, la empresa p¨²blica que se encargaba de ponerla en el mercado para su exportaci¨®n. Pero las reformas exigidas por la Uni¨®n Europea y el FMI en la d¨¦cada de 2000 liberalizaron el sector. ¡°Las pol¨ªticas del gobierno han debilitado a las cooperativas y han dejado al productor a merced de la iniciativa privada¡±, se queja Agca. Las ¨²nicas ayudas del Estado que reciben los agricultores se pagan una vez al a?o: aproximadamente 250 euros por hect¨¢rea plantada.
Oligopolio privado
Uno de los ingredientes principales de la Nutella es la avellana. En 1946, el racionamiento en la Italia de la posguerra, hac¨ªa muy dif¨ªcil de conseguir y muy caro el cacao, por lo que un pastelero del Piamonte, Pietro Ferrero, modific¨® una receta local para crear la que se convertir¨ªa en la m¨¢s famosa crema de chocolate y avellanas del mundo. Hoy vende 35.000 tarros al d¨ªa y Ferrero -que ha incluido las marcas Kinder y diversas l¨ªneas de bombones como Ferrero Rocher- ingresa cada a?o 10.000 millones de euros en ventas.
Obviamente, las avellanas del Piamonte ya no le bastan: Ferrero necesita un tercio de todas las avellanas turcas para exportaci¨®n. As¨ª que cuando la producci¨®n turca se resiente, la Nutella peligra. Ocurri¨® en 2014 cuando una helada redujo considerable la cosecha y dobl¨® los precios. Ferrero decidi¨® entrar directamente el mercado de la compra de avellanas y adquiri¨® Oltan, la distribuidora turca que le suministraba hasta entonces el producto.
Se ha pasado as¨ª de un monopolio estatal a un oligopolio privado: las empresas que suministran a Ferrero y Nestl¨¦ acaparan m¨¢s de la mitad de la producci¨®n y los agricultores les acusan de fijar los precios a la baja. De las 11,5 liras de media que se pagaban por kilo de avellanas en 2015 (3,81 euros de entonces), se ha pasado a las 10 liras del a?o pasado (1,77 euros). ¡°Antes, la avellana daba de comer a millones de personas. Ahora cada vez menos pueden vivir de ella. Lo dejan y se marchan a las grandes ciudades a buscar trabajo¡±, sostiene Seyit Torun, exalcalde de Ordu, la provincia que m¨¢s avellana produce. Orhan Saribal, responsable de pol¨ªtica agraria del partido opositor CHP, coincide: ¡°Debido a la crisis de la lira, la gasolina, el abono y los pesticidas, todos los cuales son importados, se han puesto por las nubes. As¨ª que muchos agricultores no cuidan lo suficiente sus huertos, porque no les renta. Cada a?o tenemos m¨¢s enfermedades, hongos y plagas, y la productividad ha bajado¡±. En 2018, por ejemplo, la cosecha de avellanas fue de 515.000 toneladas, 160.000 menos que el a?o anterior.
El mayor gasto para los agricultores lo supone la recolecta, que se inicia a mediados del verano. Dado que los avellanos se sit¨²an mayormente en terrenos dif¨ªciles, resulta imposible mecanizarla: se varean los ¨¢rboles o se recogen una a una. En las fincas m¨¢s peque?as, son las propias familias y los vecinos quienes lo hacen, pero para las m¨¢s grandes entran en juego los temporeros. Decenas de miles acuden cada a?o.
Los m¨¢s preciados, explica la soci¨®loga Kezban ?elik, que ha trabajado largamente sobre el tema, son los georgianos, usualmente varones j¨®venes y fuertes. Cruzan la frontera con un visado de turista y trabajan durante el mes o mes y medio que se prolonga la campa?a. Es ilegal emplearlos, pero todo el mundo lo hace. ¡°Aproximadamente el 40 % de los jornaleros son georgianos, otro 40 % son kurdos del sudeste de Turqu¨ªa y un 20 % son refugiados sirios¡±, apunta la experta.
¡°Los trabajadores m¨¢s caros son los locales, luego los georgianos y, por ¨²ltimo, los kurdos y sirios¡±, confiesa un productor. El jornal var¨ªa as¨ª seg¨²n la procedencia, si un local cobra entre 70 y 80 liras por doce horas de trabajo con apenas hora y media de descanso, un temporero kurdo cobra 50 ¨® 60 (menos de 10 euros). Y a todo ello hay que deducir el 10 % que les cobran los capataces por conseguirles empleo. Ahora, los kurdos se quejan de que hay refugiados sirios que aceptan trabajar incluso por 35 liras, lo que empuja los jornales hacia abajo. La lucha del ¨²ltimo contra el pen¨²ltimo.
Tradicionalmente, la mano de obra de la avellana han sido los jornaleros de las provincias kurdas: los m¨¢s pobres de la parte m¨¢s pobre del pa¨ªs, sin estudios y desconocedores de sus derechos laborales (muy pocos trabajan con contrato). Acude toda la familia y se instalan en tiendas de campa?a en medio del campo. ¡°Van de provincia en provincia durante ocho meses al a?o, trabajando en la remolacha, el algod¨®n, el albaricoque, la avellana...¡±, relata ?elik: ¡°En los campamentos no tienen agua corriente ni electricidad ni calefacci¨®n. Han de buscar le?a para hacer la comida. Es algo alejado de la era moderna¡±.
Ni?os en el campo
La ley turca proh¨ªbe a ni?os de menos de 16 a?os trabajar en la agricultura, si bien para el empleo de temporero, por su mayor dificultad, el l¨ªmite legal est¨¢ fijado en 18 a?os. Sin embargo, el Instituto de Estad¨ªstica cifraba en 893.000 los menores de edad empleados en Turqu¨ªa en 2012, de ellos casi 300.000 de entre 6 y 14 a?os, y la mitad en tareas agr¨ªcolas. Desde entonces, el instituto no ha vuelto a publicar estad¨ªsticas del tema, pero en ese tiempo Turqu¨ªa ha vivido un importante influjo de refugiados sirios: 3,6 millones, de los que casi la mitad son menores de edad. Y seg¨²n el sindicato DISK, la cifra actual de ni?os y adolescentes trabajadores se acerca a los 2 millones.
El a?o pasado, el Departamento de Trabajo de EEUU incluy¨® la avellana turca en su lista de productos ¡°obtenidos mediante trabajo infantil o forzado¡±. En la campa?a avellanera, se calcula que uno de cada diez trabajadores son ni?os, si bien algunos estudios han hallado hasta un 40 % de menores de edad en algunas plantaciones. Kutsi Yasar, presidente del sindicato de productores de avellana (Findik-Sen), estima que, de los 350.000 jornaleros que participan en la recolecta, unos 100.000 tienen entre 15 y 18 a?os y otros diez o quince mil, menos de 14 a?os. ¡°Aunque en los ¨²ltimos a?os se ha reducido algo el n¨²mero de ni?os empleados, tambi¨¦n nos hemos encontrado con edades cada vez m¨¢s bajas. De 13-14 a?os en el caso de los kurdos, y hasta de 9 a?os en el caso de los sirios¡±, explica Berivan ?ite, de la ONG Hayata Destek. A menudo, a los ni?os se les paga la mitad del jornal, pues su capacidad de trabajo es inferior a la de un adulto.
¡°Las familias lo justifican en que, si los ni?os no trabajan, no les sale a cuenta el viaje¡±, a?ade ?ite: ¡°Nosotros tratamos de ayudarles y les damos clases de concienciaci¨®n sobre los efectos nocivos que provoca el trabajo infantil¡±. Un estudio de Kalkinma At?lyesi descubri¨® que el 71 % de los ni?os empleados en la recogida de la avellana sufren constantes dolores de cabeza, el 54 % de espalda, el 64 % experimentan mareos. Uno de cada dos no ha recibido todas las vacunas preceptivas para su edad. Y la mayor¨ªa no acude a la escuela excepto en los meses de invierno.
Para las adolescentes es a¨²n peor. ¡°Despu¨¦s de trabajar en los campos, deben cocinar, cuidar de sus hermanos y limpiar¡±, dice la soci¨®loga ?elik: ¡°Se les separa de la escuela y no tienen forma de escapar a esta forma de vida. A los 16 ¨® 17 a?os se las casa con otros parientes, contin¨²an trabajando durante el embarazo y algunas dan a luz durante la cosecha¡±.
En 2011, la campa?a Stop Child Labor sac¨® los colores a las multinacionales por emplear productos en los que explota a ni?os para su obtenci¨®n. Empresas como Nestl¨¦ iniciaron entonces un programa piloto de la mano de Fair Labor Association y actualmente, sostiene en su web, el 80 % de las avellanas que compra han sido obtenidas siguiendo criterios de ¡°agricultura responsable¡±. Ferrero -que no ha respondido a las peticiones de entrevista hechas por este diario- asegura conocer el origen del 25 % de sus avellanas, y espera que en 2020 la ¡°trazabilidad¡± pueda ser completa.
Para Saribal, la soluci¨®n pasa porque el Estado intervenga con decisi¨®n y fije precios de compra a los productores m¨¢s altos, de manera que los agricultores puedan incrementar tambi¨¦n el pago a los jornaleros: ¡°Ahora trabajan en condiciones de casi esclavitud, inhumanas. Pero es que incluso esos jornales son demasiado elevados para el bolsillo del productor¡±.
De momento, el Estado est¨¢ ausente, lamenta ?ite: ¡°Cuando denunciamos la situaci¨®n, los ministerios no nos responden. A veces viene la Gendarmer¨ªa, y por unos d¨ªas, las familias no env¨ªan a los ni?os a trabajar. Pero luego regresan. ?C¨®mo van a funcionar las inspecciones si incluso hemos visto a alcaldes de aldea, que son la autoridad encargada de aplicar la ley, empleando a menores?¡±. Tampoco son suficientes, seg¨²n esta experta en protecci¨®n a la infancia, las iniciativas de ¡°responsabilidad social¡± que parten de las propias empresas: ¡°Necesitamos mayor presi¨®n internacional¡±.
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