De propietaria de pisos de Airbnb a temporera de la fresa para pagar las facturas
Cientos de trabajadores se reconvierten en jornaleros para evitar el desempleo. La agricultura suma cerca de 20.000 nuevos contratos entre marzo y abril
La psic¨®loga Mar¨ªa Chamorro es la primera espa?ola que aparece en a?os en la plantaci¨®n de melocotones donde ha ido a parar. Con un master en psicolog¨ªa forense, esta mujer de 27 a?os ha metido una cama en la furgoneta que usaba para las vacaciones y se ha plantado en Osso de Cinca, un pueblo de Huesca de menos de 700 habitantes. All¨ª la ha contratado un agricultor y dedica la jornada de nueve horas, a pleno sol, a aclarear los ¨¢rboles para descargarlos de fruta. Cobra 5,75 euros la hora. ¡°Nunca hab¨ªa trabajado en el campo, pero me ense?¨® el agricultor y dice que lo he aprendido muy r¨¢pido¡±, cuenta. Al otro lado del tel¨¦fono parece una mujer entusiasmada. ¡°Nos sorprendi¨® mucho, pero estamos muy contentos porque es muy trabajadora¡±, asegura Sergio Poy, el hijo del jefe.
Chamorro nunca ejerci¨® como psic¨®loga en Espa?a, pero s¨ª en Per¨², donde viv¨ªa hasta las pasadas Navidades con su novio. Tras pasar las fiestas con la familia en Ejea de los Caballeros, el pueblo zaragozano de 16.000 habitantes donde viv¨ªa, decidi¨® alargar su estancia para sacarse algo de dinero en el restaurante de un campin. Pretend¨ªa trabajar a destajo toda la temporada alta, de abril a septiembre, pero lleg¨® la pandemia. ¡°Al no salirme ese trabajo, decid¨ª echarme a la fruta. Es durete, pero si lo comparo con la hosteler¨ªa gano lo mismo y trabajo igual¡±, explica animada. ¡°La diferencia es abismal si lo comparo con los 50 euros que ganar¨ªa por una hora de consulta, pero en Espa?a nunca he encontrado trabajo como psic¨®loga¡±, lamenta.
La agricultura es el ¨²nico sector que gana empleados en mitad de la pandemia. Espa?a ya ha perdido casi un mill¨®n de ocupados y, mientras el turismo o la hosteler¨ªa se desangran, el campo se ha convertido en un refugio para profesionales que se han quedado sin trabajo y nada saben de cosechas. El sector agr¨ªcola ha registrado 19.558 nuevos contratos del 11 de marzo al 30 de abril, seg¨²n datos del Ministerio de Inclusi¨®n, Seguridad Social y Migraciones.
En el campo, Chamorro faena con dos compa?eros de Guinea Conakry, a los que admira por su esfuerzo. ¡°Alucino con ellos porque est¨¢n pasando el Ramad¨¢n. No comen, no beben y no se quejan¡±, cuenta la psic¨®loga durante su descanso. ¡°Estoy muy contenta porque aunque soy de una zona rural estoy aprendiendo muchas cosas que desconoc¨ªa sobre el campo. Y estoy agradecida de poder trabajar¡±. Al terminar la faena vuelve a su furgoneta, aparcada frente a unos m¨®dulos comunitarios donde cocina y va al ba?o. ¡°Estoy bastante c¨®moda¡±, asegura.
El virus se ha llevado por delante el turismo y los ingresos de ?ngela Rodr¨ªguez, una gaditana, de 45 a?os, que durante los meses de primavera y verano viv¨ªa del alquiler en Airbnb de varias propiedades familiares: un estudio, una habitaci¨®n y una peque?a parcela. Rodr¨ªguez crey¨® vivir ¡°una pel¨ªcula de ficci¨®n¡± durante los primeros d¨ªas del coronavirus. Con la suspensi¨®n de la Semana Santa, decidi¨® que se convertir¨ªa en temporera, y desde el 22 de abril trabaja en la recogida de frutos rojos en Almonte, Huelva. ¡°Quiero echar hasta la ¨²ltima peonada porque no veo que mi sector vaya a facturar mucho. Es la primera vez que trabajo de jornalera, y la verdad es que me gusta¡±, asegura.
Rodr¨ªguez vive junto a tres personas m¨¢s en una de las 50 casas que proporciona su empresa. Donde antes solo hab¨ªa jornaleras marroqu¨ªes, que esta campa?a no han podido venir, ahora hay cuadrillas de espa?oles, de profesiones diversas. ¡°Hemos firmado un contrato de 30 d¨ªas de prueba, aunque hay gente que el primer d¨ªa no se adapt¨® y se fue¡±, a?ade. El plan de la gaditana, bregada en oficios diversos como el de responsable del control de calidad en una empresa de venta al por mayor de pescado, es continuar m¨¢s all¨¢ de este primer mes de contrato. ¡°El trabajo es agradable, comienza a las 7.30 y termina a las 14.30. Cogemos ar¨¢ndanos que parecen amatistas comestibles. No es dif¨ªcil de recoger y no es un trabajo muy duro¡±, tercia. Con sus fuentes de ingresos habituales cercenadas, la mujer respira ahora aliviada y ya no solo por lo pecuniario: ¡°La econom¨ªa es importante, yo estoy aqu¨ª para pagar facturas, pero que te den trabajo y sentir que algo se est¨¦ moviendo ya es mucho. Por lo menos aqu¨ª trabajando se te olvida la covid¡±.
Mari Carmen Marote es al¨¦rgica a la fruta, pero ahora vive rodeada de ella. M¨¢s de un tercio de los vecinos de su pueblo, Cieza (Murcia), trabajan en el sector agr¨ªcola, pero ella no hab¨ªa pisado el campo. Siempre fue ama de casa y a sus 53 a?os nunca hab¨ªa estado dada de alta. Su vida laboral se hab¨ªa limitado a echar una mano a su marido en el despacho de ingenier¨ªa que regentaba. Hasta que se divorci¨® y se vio con su hija de 16 a?os y un ex que no le pasa los 500 euros de pensi¨®n decretada por un juez. Marote hizo un curso de hosteler¨ªa en el Ayuntamiento de su pueblo y consigui¨® el primer contrato de su vida, de 900 euros, en febrero. Le dur¨® poco. ¡°Estuve un mes y medio y nos hicieron un ERTE¡±, afirma. ¡°La asistenta social me ha estado dando alimentos, ayud¨¢ndome a pagar la luz, el agua y el gas porque yo no pod¨ªa¡±, lamenta.
En el pueblo han cerrado tiendas, bares y restaurantes, as¨ª que no le qued¨® otra opci¨®n. ¡°Empec¨¦ a echar curr¨ªculums por todas las conserveras de Cieza porque son los ¨²nicos lugares donde se puede pedir trabajo ahora¡±, recuerda. Se emple¨® r¨¢pido empaquetando albaricoques y nectarinas y cuenta que las jornadas son dur¨ªsimas. ¡°Entro a las siete de la ma?ana y no s¨¦ a qu¨¦ hora salgo. Hay varios d¨ªas que echo 15 horas¡±, cuenta resignada. Cobra seis euros la hora. ¡°El trabajo es f¨¢cil, pero es todo el tiempo de pie y estoy reventada. Ya pens¨¦ en dejarlo. Pero si no voy, ?c¨®mo come mi hija?, ?c¨®mo como yo?¡±, pregunta. Para la alergia se toma una pastilla todos los d¨ªas. ¡°No puedo ni tocarla ni comerla. Uso mis guantes gorditos y como ahora llevamos la mascarilla me viene divino porque no respiro¡±.
Del b¨¢dminton a las cerezas
El perfil de desempleado de Ara es precisamente el que pretend¨ªa atraer el Gobierno cuando aprob¨® el pasado 7 de abril un decreto para paliar la falta de mano de obra en el campo, pero las restricciones de movilidad que el texto impone al limitar los contratos a municipios lim¨ªtrofes han bloqueado a trabajadores que viven lejos de las cosechas. Muchas asociaciones de agricultores en Arag¨®n, de hecho, han optado por contratar ¨²nicamente a los vecinos de las localidades donde estaban los frutales. Ara est¨¢ empezando a perder la ilusi¨®n inicial. ¡°Recib¨ª un mensaje de WhatsApp en el que me dec¨ªan que para la recogida de cereza en La Sotonera iban a optar por los residentes de la zona¡±, cuenta. Se inscribi¨® en la bolsa de trabajo de otro Ayuntamiento cercano, pero nada. Sigue esperando. ¡°Creo que hay demasiada burocracia¡±, lamenta. A estas alturas y con el pa¨ªs iniciando la desescalada, el joven ve m¨¢s f¨¢cil reconvertirse en camarero que en agricultor. ¡°La situaci¨®n parece que est¨¢ mejorando y se est¨¢n abriendo otras alternativas laborales. No me importa trabajar al sol, pero en las dem¨¢s opciones seguro que hay aire acondicionado¡±, mantiene. / EVA SAIZ
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