El sue?o racista, estatalista y residencial de Trump
El movimiento ¡®Black Lives Matter¡¯ ha revelado a muchos blancos que la ley dista mucho de tratar a todos por igual
A los conservadores les encantan sus guerras falsas. ?Recuerdan aquella sobre la Navidad? ?Y la ¡°guerra del carb¨®n¡±? (Donald Trump prometi¨® poner fin a esta ¨²ltima, pero en el tercer a?o de su presidencia la producci¨®n de carb¨®n cay¨® a su nivel m¨¢s bajo desde 1978, y el Departamento de Energ¨ªa estadounidense prev¨¦ que seguir¨¢ cayendo). Y ahora, cuando el equipo de su campa?a electoral busca desesperadamente v¨ªas de ataque pol¨ªtico, estamos oyendo hablar mucho de la ¡°guerra de los barrios residenciales¡±. Probablemente sea un tema que no d¨¦ mucho juego fuera de la base m¨¢s conservadora del Partido Republicano; Joe Biden y Kamala Karris no parecen agitadores dispuestos a liderar las hordas antifascistas en los saqueos a los barrios residenciales de Estados Unidos.
Pero s¨ª es verdad que un Gobierno de Biden y Harris retomar¨ªa y ampliar¨ªa las iniciativas de la era de Obama para aplicar por fin la Ley de Vivienda Justa de 1968, con la intenci¨®n concreta de reparar algunas de las injusticias provocadas por el uso hist¨®rico del poder pol¨ªtico para producir y reforzar la desigualdad racial. Porque lo que Trump denomina el ¡°sue?o del estilo de vida suburbano¡± no ha surgido de la nada; lo crearon las pol¨ªticas estatales. La gran expansi¨®n de las zonas residenciales que se produjo tras la Segunda Guerra Mundial fue posible gracias a enormes subvenciones federales, mediante programas ¨Csobre todo los de la Administraci¨®n Federal de la Vivienda y la Administraci¨®n de los Excombatientes, FHA y VA por sus siglas en ingl¨¦s¨C que proteg¨ªan a los bancos de posibles riesgos asegurando las hipotecas cualificadas sobre las viviendas.
Por supuesto, estas subvenciones no solo ayudaron a los compradores de vivienda. Constituyeron tambi¨¦n una mina de oro para los promotores inmobiliarios, entre ellos uno llamado Fred Trump, que ser¨ªa m¨¢s tarde demandado por discriminar a los inquilinos negros y cuyo hijo ocupa en la actualidad la Casa Blanca.
Pero estas subvenciones solo estaban a disposici¨®n de los blancos. De hecho, solo estaban disponibles en comunidades para blancos. Como explica Richard Rothstein en un libro de 2017 titulado The Color of Law (¡°El color de la ley¡±), las directrices de la FHA descartaban la concesi¨®n de pr¨¦stamos en comunidades en las que los ni?os pudieran compartir aula con otros ni?os que ¡°representen un nivel de sociedad mucho m¨¢s bajo o un elemento racial incompatible¡±. De hecho, la FHA no se limit¨® a favorecer a localidades compuestas solo por blancos; se propuso crearlas. Despu¨¦s de la guerra, cuando promotores como William Levitt se dispon¨ªan a construir nuevas comunidades en tierras de cultivo, presentaban previamente sus proyectos ante la FHA, garantizando as¨ª que los compradores tuvieran acceso autom¨¢tico a hipotecas subvencionadas. Y una de las cosas que la FHA exig¨ªa para aprobar dichos proyectos era una estricta segregaci¨®n racial, supuestamente para garantizar el valor patrimonial.
El racismo descarado que se impuso en la pol¨ªtica de vivienda durante la posguerra proyecta una alargada sombra sobre nuestra sociedad. Porque, aproximadamente durante los 20 a?os posteriores a la Segunda Guerra Mundial, la clase media disfrut¨® de una oportunidad ¨²nica para consolidar su posici¨®n, una oportunidad que se le neg¨® a la poblaci¨®n negra. Y es que las d¨¦cadas de 1950 y 1960 fueron un tiempo de salarios relativamente buenos y de viviendas relativamente baratas. Los salarios se manten¨ªan relativamente altos en parte porque Estados Unidos dispon¨ªa a¨²n de un movimiento sindical fuerte, y las viviendas eran asequibles siempre que el comprador tuviera acceso a esos programas de vivienda federales.
Despu¨¦s, esa ventana de oportunidad se cerr¨®. Los salarios, ajustados a la inflaci¨®n, se estancaron. El precio de la vivienda se dispar¨®, en parte debido a que las restricciones a la construcci¨®n en muchas zonas residenciales prohib¨ªan los edificios de viviendas m¨²ltiples. Y a las familias negras, que hab¨ªan quedado fuera de un mercado en expansi¨®n en una ¨¦poca en la que muchos otros estadounidenses compart¨ªan los frutos del auge inmobiliario, se les hicieron especialmente altos los obst¨¢culos econ¨®micos que deb¨ªan superar para adquirir una vivienda en propiedad. De modo que el ¡°sue?o del estilo de vida suburbano¡± propugnado por Trump es b¨¢sicamente una aldea vallada que el Gobierno hab¨ªa construido para blancos y cuyas puertas se cerraban cuando otros intentaban entrar.
?Qu¨¦ propone Biden para remediar al menos algunas de estas injusticias? Cosas razonables, significativas, pero dif¨ªcilmente revolucionarias, como ampliar los bonos para alquiler y eliminar la zonificaci¨®n excluyente y discriminatoria. Posiblemente Trump afirme que dichas pol¨ªticas ¡°destruir¨¢n las zonas residenciales¡±, pero esa afirmaci¨®n solo tiene sentido para quien piense que la ¨²nica alternativa a la anarqu¨ªa sangrienta es una comunidad exactamente igual a la de Levittown en 1955.
Es importante entender que nada de lo que se dice sobre la guerra contra las zonas residenciales est¨¢ relacionado con la habitual ret¨®rica conservadora sobre la ¡°libertad¡± y lo de que el Gobierno no puede decirles a los estadounidenses lo que tienen que hacer. No son las decisiones individuales y la libertad de los mercados las que han convertido Estados Unidos en una sociedad tan segregada y desigual. La discriminaci¨®n fue una pol¨ªtica estatalista que utiliz¨® el ejercicio del poder para denegar a la ciudadan¨ªa el ejercicio de la libertad de elecci¨®n. Y sigue pasando. Lo que ha hecho el movimiento Black Lives Matter ha sido revelar a muchos estadounidenses blancos que distamos mucho de ser una sociedad en la que la ley nos trate a todos por igual, sin importar el color de la piel. Pero la gran diferencia entre los partidos ahora es que Biden y Harris pretenden mejorar las cosas, intentan que Estados Unidos se parezca m¨¢s al pa¨ªs que supuestamente es. Trump y Mike Pence, en cambio, aspiran b¨¢sicamente a devolver al racismo manifiesto su grandeza.
Paul Krugman es premio Nobel de Econom¨ªa. ? The New York Times, 2020 Traducci¨®n de News Clips
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