Un pegamento cultural llamado f¨²tbol: ?qu¨¦ significar¨ªa una Superliga?
Cambiar radicalmente el actual modelo basado en competiciones nacionales conllevar¨ªa una serie de ramificaciones a nivel social que deben tomarse en cuenta
Se ha comentado mucho estos d¨ªas la tibieza en la reacci¨®n de rechazo a la Superliga vista en Espa?a en comparaci¨®n con Inglaterra, donde el f¨²tbol adquiere un significado vital a¨²n m¨¢s fuerte que en nuestro pa¨ªs. Quien conozca Inglaterra sabr¨¢ que el f¨²tbol es un elemento que vertebra como pocos la realidad de buena parte de su poblaci¨®n: algo parecido podr¨ªamos decir de Espa?a, con sus diferencias. Una de las m¨¢s notables reside en el ¡®municipalismo¡¯ futbol¨ªstico que caracteriza a los ingleses, por el cual cobra especial importancia el v¨ªnculo entre el club local y la comunidad; por ello, un domingo en cualquier localidad inglesa podemos observar (o pod¨ªamos ¨Cafortunadamente ya queda menos para volver, como ilustran los 7700 espectadores que presenciaron el domingo la final de la EFL Cup en Wembley¨C) c¨®mo miles de personas acuden a animar a su equipo, est¨¦ en la Premier League o en la cuarta divisi¨®n.
En los ¨¢mbitos acad¨¦micos de la sociolog¨ªa y la antropolog¨ªa se manejan conceptos relacionados entre s¨ª que apelan al grado de interacci¨®n y las experiencias compartidas entre las partes de un tejido social. No nos vamos a detener en estos conceptos abstractos: lo importante aqu¨ª es que el f¨²tbol es un elemento sustancial en el tejido social, y a distintos niveles, adem¨¢s.
A nivel local, el caso de Inglaterra ejemplifica a la perfecci¨®n el poder del f¨²tbol para reunir bajo el mismo techo a los miembros de un municipio cualquiera. A nivel nacional, podemos remitirnos sin ir m¨¢s lejos al triunfo de la selecci¨®n espa?ola en el Mundial de Sud¨¢frica en 2010, con el que millones de espa?oles de todas las partes del pa¨ªs se emocionaron y olvidaron por instantes las desgracias de la crisis econ¨®mica y una incipiente crisis territorial [1]. A nivel internacional, ?qu¨¦ tema de conversaci¨®n saldr¨¢ r¨¢pidamente si salimos de Espa?a y nos encontramos en situaci¨®n de entablar di¨¢logo con alguien en la Rep¨²blica Dominicana o en Marruecos? Con un alto grado de probabilidad se mencionar¨¢n a Real Madrid y FC Barcelona, dos de las marcas m¨¢s reconocidas mundialmente y, consecuentemente, grandes activos nacionales en un mundo globalizado.
Con esto volvemos al punto de partida: la Superliga europea anunciada el 18 de abril y enterrada dos d¨ªas m¨¢s tarde, con toda seguridad para resurgir en un futuro no muy lejano. Dejando a un lado los incentivos econ¨®micos y la batalla pol¨ªtica entre los clubes m¨¢s poderosos de Europa y la UEFA, la naturaleza de la competici¨®n propuesta se debe al alcance global de ciertos clubes que acumulan millones de seguidores en lugares remotos al Viejo Continente. Y lo cierto es que, si nos atenemos a este gran p¨²blico global, una Superliga puede tener todo el sentido del mundo.
Tener semanalmente la oportunidad de desconectar de la rutina con un partido entre dos gigantes del f¨²tbol europeo es probablemente una idea que recabe grandes apoyos en Am¨¦rica Latina, Asia o ?frica, m¨¢s all¨¢ del apoyo o rechazo que pueda suscitar aqu¨ª en Europa. Otra cosa es que tener que elegir entre un Real Madrid-Bayern de M¨²nich, un Atl¨¦tico de Madrid-Liverpool o un Barcelona-PSG cada mi¨¦rcoles acabe saturando al p¨²blico, y diluyendo esa sensaci¨®n de estar ante un partido realmente especial que tenemos cuando llegan los cuartos de final de la Champions, devaluando progresivamente lo que ahora vale mucho.
Aparte de ser un factor incomparable de convergencia cultural a nivel global, el f¨²tbol es tambi¨¦n influyente a nivel estatal, configurando en cierta medida la realidad social compartida de sus habitantes
Da la impresi¨®n de que los c¨¢lculos entre los dirigentes de los grandes clubes sal¨ªan favorablemente en este sentido, de que (al menos sobre el papel) el producto de entretenimiento de la Superliga europea ser¨ªa lo suficientemente atractivo como para suscitar inter¨¦s perpetuamente y acabar configur¨¢ndose en una suerte de ¡®fin de la historia¡¯ en lo que respecta al f¨²tbol de clubes. El ¨²nico paso que quedar¨ªa entonces por darse ser¨ªa una Superliga mundial, integrando clubes de China, Estados Unidos y dem¨¢s mercados que puedan contribuir a una lucrativa globalizaci¨®n del f¨²tbol de clubes.
El f¨²tbol, como apunt¨¢bamos, es seguramente el pegamento cultural m¨¢s poderoso hoy en d¨ªa en un mundo globalizado, al ser una de las ¨²nicas experiencias compartidas en todos los rincones del planeta de manera simult¨¢nea. No hay muchas m¨¢s. En este sentido, merece la pena plantearse en qu¨¦ manera podr¨ªa influir en la sociedad internacional esta globalizaci¨®n futbol¨ªstica a nivel de clubes. ?Qu¨¦ beneficios y riesgos conllevar¨ªa tener en la misma liga a clubes europeos, asi¨¢ticos, americanos, incluso del Norte de ?frica o el Golfo? ?Contribuir¨ªa a generar puentes diplom¨¢ticos y culturales, o por el contrario a inflamar la animosidad entre naciones?
Quien escribe estas l¨ªneas es de la opini¨®n de que aparte de ser un factor incomparable de convergencia cultural a nivel global, el f¨²tbol es tambi¨¦n influyente a nivel estatal, configurando en cierta medida la realidad social compartida de sus habitantes y repercutiendo incluso en cuestiones de car¨¢cter nacional (no en vano, una de las cuestiones que m¨¢s impactan al pensar en una hipot¨¦tica independencia de Catalu?a es pensar en una liga espa?ola sin el FC Barcelona).
Es en esta l¨ªnea de pensamiento donde parece que no se han detenido demasiado los ide¨®logos de la Superliga. ?Alguien en las c¨²pulas de estos grandes clubes se ha parado a pensar en las repercusiones que podr¨ªa tener el declive de las competiciones nacionales? Porque no hay duda de que los efectos econ¨®micos para los dem¨¢s clubes de Espa?a ser¨ªan perjudiciales, debido a la inevitable devaluaci¨®n que sufrir¨ªan los derechos televisivos de La Liga. Pero hay que pensar m¨¢s all¨¢ de lo econ¨®mico.
.?Alguien en las c¨²pulas de estos grandes clubes se ha parado a pensar en las repercusiones que podr¨ªa tener el declive de las competiciones nacionales?
Imaginen un futuro en el que la competici¨®n nacional haya pasado a un segundo o tercer plano. Lo cierto es que se perder¨ªa una parte de la realidad que conforma el tejido social y cultural del pa¨ªs, y aunque haya gente a la que le parezca que no se perder¨ªa gran cosa, sino m¨¢s bien lo contrario, una mayor¨ªa perder¨ªa parte de lo que les hace sentirse vivos. No es cuesti¨®n de exagerar, pero son detalles que hay que tomar en serio; como dice el conocido aforismo, ¡°el f¨²tbol es la cosa m¨¢s importante de las cosas menos importantes¡±.
Teniendo en cuenta el estado de las cosas y la impotencia que genera la sensaci¨®n de estar viviendo en una incertidumbre constante, ser¨ªa una irresponsabilidad poner en riesgo algo que da cierto sentido y coherencia a la realidad de tantos. En los tiempos de la modernidad l¨ªquida que describ¨ªa Bauman, la repetici¨®n anual del actual calendario futbol¨ªstico es para muchos uno de los ¨²ltimos reductos de algo medianamente s¨®lido.
Puede que la importancia social del f¨²tbol nacional no se entienda tanto en ciertos sectores de nuestro pa¨ªs como en Inglaterra, donde hasta el primer ministro se comprometi¨® r¨¢pidamente a proteger la liga dom¨¦stica, mientras jugadores se expresaban en contra de la Superliga y aficionados del Chelsea dec¨ªan aquello de ¡°We want our cold nights at Stoke¡±. No hemos visto hordas de aficionados blancos o azulgranas (s¨ª que alzaron un poco m¨¢s la voz los rojiblancos) defendiendo su derecho a pasar fr¨ªo en Valladolid anualmente, pero fuera del ¨¢mbito de estos equipos el rechazo a la Superliga ha sido generalizado, y con raz¨®n, por mucho que existan razones de peso para modificar el statu quo.
Que la pr¨®xima vez que salgan los ricos del f¨²tbol con un plan para cambiar este deporte, que lo hagan explicando c¨®mo van a tener en cuenta todas estas cuestiones: el futuro del f¨²tbol espa?ol no puede depender s¨®lo de los intereses de los grandes clubes, por que las ramificaciones de sus decisiones van mucho m¨¢s all¨¢ de sus finanzas.
* Mateo Peyrouzet Garc¨ªa-Si?eriz es coordinador del Observatorio de Pol¨ªtica Exterior de la Fundaci¨®n Alternativas
[1] Alejandro Quiroga Fern¨¢ndez de Soto (2014). ¡®Goles y banderas: f¨²tbol e identidades nacionales en Espa?a¡¯. Marcial Pons
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