?Hasta pronto, amigo C¨¦sar!
Alierta convirti¨® Telef¨®nica en una gran multinacional y la llev¨® hasta los m¨¢s lejanos rincones
Se ha muerto el maestro y amigo C¨¦sar Alierta, que fue una extraordinaria persona. Cuando cumpl¨ª dos a?os en la c¨¢rcel por hacer publicidad del Partido Socialista, recib¨ª al poco tiempo una llamada de Juan Llad¨®, consejero delegado del Banco Urquijo (el gran banco industrial de aquellos tiempos). Quer¨ªa que fuese a verle a su despacho. Nuestro padre, Luis Solana San Mart¨ªn, ya trabajaba en ese grupo. La oferta que me hizo el n¨²mero uno de aquel extraordinario banco fue organizar el departamento de gesti¨®n de patrimonios.
Previamente, me envi¨® un a?o a Londres y seis meses a Par¨ªs para formarme en esos temas. Con poca diferencia de fechas, la familia Alierta mand¨® a su hijo C¨¦sar a estudiar lo mismo, pero a Estados Unidos. Como la vida muchas veces tiene su l¨®gica, el Banco Urquijo nos reuni¨®, pasado un a?o, a todos los que hab¨ªamos estudiado esas t¨¦cnicas para poner en marcha el departamento de asesoramiento de inversiones.
El primer fichaje hab¨ªa sido el m¨ªo y yo me convert¨ª en jefe de un grupo selecto de t¨¦cnicos en mercado de valores. Entre estos nuevos empleados del banco estaba C¨¦sar Alierta; y tambi¨¦n Zabala, Aznar, Ruiz de As¨ªn, P¨¦rez Pita, P¨¦rez Llorca y otra media docena de j¨®venes profesionales que la memoria hoy no me los despierta. Inform¨¢bamos a los clientes en qu¨¦ invertir y qu¨¦ significaba modernidad en una Espa?a que iba terminando el franquismo.
Nuestros ¨¦xitos fueron tan importantes, que un d¨ªa nos planteamos dejar el banco y montar nuestra propia empresa. Mientras Aznar, Zabala, P¨¦rez Llorca y yo abr¨ªamos un despacho en la Castellana de Madrid, en el n¨²mero 8, C¨¦sar reuni¨® a sus amigos y puso una gran empresa de este mismo sector que le dio fama y muy buenos resultados.
Pero lleg¨® la pol¨ªtica de las manos de la democracia y todos terminamos cerca de la acci¨®n cuando no convertidos en protagonistas. Mientras algunos llegamos a parlamentarios o ministros, C¨¦sar sigui¨® su labor empresarial con la vista puesta en la pol¨ªtica de Zaragoza. Durante uno de los Gobiernos del PP, C¨¦sar pas¨® a presidir Tabacalera. Y ah¨ª deber¨ªa hab¨¦rsele seguido con atenci¨®n porque encabez¨® fusiones, aperturas al mundo, competencia, nombres y marcas nuevas. Pero quiz¨¢s la atenci¨®n no fue suficiente para entender lo que aportaba aquel hombre. Empezaba a dise?arse el futuro de Alierta.
En un momento dado, Telef¨®nica empez¨® a preocupar al Gobierno por la gesti¨®n inquietante del ¡°compa?ero de pupitre¡± de Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar. Y decidi¨® nombrar presidente a C¨¦sar Alierta [en sustituci¨®n de Juan Villalonga]. Esa Telef¨®nica a la que llegaba para evitar desgracias, hac¨ªa tiempo que hab¨ªa empezado su modernizaci¨®n de las manos de su amigo Luis Solana (es decir, quien firma este texto): abierta al mundo y en busca permanente de nuevos sectores donde invertir.
C¨¦sar Alierta no se lo pens¨® mucho y lanz¨® a Telef¨®nica a ser una multinacional hasta los m¨¢s lejanos rincones.
?Y el trato? ?C¨®mo era el trato con este empresario mundial? Era una persona que meditaba mucho las cosas, pero que cuando hab¨ªa tomado una decisi¨®n, mejor no ponerse enfrente. Y esas decisiones pesaban tambi¨¦n en la vida econ¨®mica espa?ola, donde pas¨® a ser un protagonista en las m¨¢s diversas escenas.
Triunfo tras triunfo, un d¨ªa su coraz¨®n anunci¨® cansancio y los ritmos hist¨®ricos a olvidarse. Entonces no tuvo una idea m¨¢s prudente que proponer como su sustituto a su consejero delegado, Jos¨¦ Mar¨ªa ?lvarez-Pallete: era garant¨ªa de continuidad.
No fue exactamente as¨ª. Las circunstancias pol¨ªticas y financieras empezaron a cambiar a m¨¢s complejas y negativas. Y aparecieron grandes inventos que cambiaron todo el ambiente del sector de las telecomunicaciones.
Pero el coraz¨®n de Alierta ya no estaba all¨ª para inventar grandes golpes de tim¨®n como en sus viejos tiempos.
Un equipo brillante est¨¢ ahora al mando de la nave: ¨¦l mismo lo eligi¨®. Amigos, pensad en ¨¦l y seguid otra vez un camino no escrito: se pudo con ¨¦l y se podr¨¢ sin ¨¦l. Pero el modelo sigue siendo el suyo.
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