La econom¨ªa de guerra llega a Europa
En estos momentos, proteger a las familias de los aumentos de precios y preservar el sentido de la equidad deben primar

Occidente no est¨¢ exactamente en guerra con Rusia. Sin embargo, tampoco est¨¢ exactamente en guerra. Las armas occidentales han ayudado a Ucrania a frenar la invasi¨®n rusa e incluso a contraatacar, mientras que est¨¢ claro que las sanciones econ¨®micas han creado graves problemas a la industria del invasor.
Rusia ha tomado represalias con un embargo de facto de las exportaciones de gas natural a Europa. La decisi¨®n muestra c¨®mo piensa Putin que va la guerra realmente. El conflicto acabar¨¢ teniendo enormes costes a largo plazo: nadie volver¨¢ a considerar jam¨¢s a Rusia como un socio comercial fiable. Pero Putin parece dispuesto a asumir esos costes en un intento de intimidar a Occidente para que reduzca su apoyo a Ucrania, cosa que no har¨ªa si tuviera confianza en la situaci¨®n militar. En cualquier caso, el embargo ha a?adido riesgo a la apuesta econ¨®mica. Hace seis meses, se hablaba mucho sobre si Europa pod¨ªa o deb¨ªa dejar de importar energ¨ªa de Rusia. Pues bien, Rusia ha tomado esa decisi¨®n.
Y Europa parece dispuesta a responder haciendo lo que siempre hacen las democracias cuando se enfrentan a la inflaci¨®n en tiempos de guerra: gravar los beneficios extraordinarios, controlar los precios y (probablemente) imponer el racionamiento.
Antes de entrar en ello, se?alemos que, al menos por ahora, estamos hablando de un problema espec¨ªficamente europeo. En estos momentos, Estados Unidos est¨¢ viviendo una especie de vacaciones de la inflaci¨®n, en gran medida gracias a la ca¨ªda de los precios de la gasolina, pero que tambi¨¦n es reflejo de otros factores, como el desplome de los costes de env¨ªo. Sin embargo, Europa se ha permitido llegar a ser enormemente dependiente del gas transportado desde Rusia.
Es importante entender la naturaleza del problema que plantea esta interrupci¨®n. La escasez f¨ªsica de gas, aunque es real, no deber¨ªa resultar paralizante: actualmente, Europa tiene almacenada m¨¢s cantidad de gas de lo normal, y entre las medidas de conservaci¨®n y las fuentes de energ¨ªa alternativas, el continente tendr¨ªa que poder pasar el invierno sin congelarse. El problema esencial es m¨¢s bien financiero, y en ¨²ltima instancia, social. Los precios europeos del gas se han disparado y, como los compradores recurren a distintas alternativas, los precios de otras fuentes de energ¨ªa, entre ellas la nuclear, las renovables y el carb¨®n, tambi¨¦n est¨¢n por las nubes.
Europa se enfrenta a un gran d¨¦ficit energ¨¦tico y el aumento de los precios proporciona un incentivo a todo el mundo para paliarlo. Los consumidores tendr¨¢n un aliciente para bajar los termostatos, mejorar los aislamientos y ponerse un jersey, y los productores, para maximizar la producci¨®n y aumentar la capacidad. Dejar que los mercados hagan lo que les corresponde es la pol¨ªtica eficaz.
Tambi¨¦n es tremendamente injusta. Los productores de energ¨ªa cuyos costes no han aumentado obtendr¨¢n enormes beneficios, mientras que a muchas familias y a algunas empresas les espera la ruina econ¨®mica debido a las gigantescas facturas energ¨¦ticas. Sermonear a los perdedores sobre la importancia de los incentivos para la eficacia no los va a apaciguar.
Tambi¨¦n existe un riesgo macroecon¨®mico. Europa sigue teniendo sindicatos poderosos, y algunos de ellos tambi¨¦n estar¨¢n en condiciones de exigir aumentos salariales para contrarrestar el alza del coste de la vida. El resultado podr¨ªa ser una espiral salarios-precios y revertirla saldr¨ªa caro.
As¨ª que limitarse a dejar que los precios de la energ¨ªa suban no es verdaderamente una opci¨®n. ?Y qu¨¦ tal si se entregara un cheque ¨²nico para compensar a las familias por la subida de los costes de la energ¨ªa? En teor¨ªa puede parecer una buena idea, ya que la gente seguir¨ªa teniendo un aliciente para limitar el consumo de energ¨ªa. Pero, en la pr¨¢ctica, familias distintas, aunque tengan ingresos similares, pueden tener facturas energ¨¦ticas muy diferentes, y las personas que viven en una casa mal aislada no podr¨¢n solucionar el problema de la noche a la ma?ana.
Parece que Europa se dispone a hacer lo que hacen siempre las democracias cuando se enfrentan a la inflaci¨®n en tiempos de guerra: intentar proteger a la ciudadan¨ªa de los grandes aumentos de precios, y tambi¨¦n tratar de evitar que se obtengan beneficios extremadamente elevados en una ¨¦poca de sufrimiento para la poblaci¨®n.
El mi¨¦rcoles, Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisi¨®n Europea, realiz¨® una declaraci¨®n sobre la energ¨ªa en la que ped¨ªa ¡°un objetivo obligatorio para la reducci¨®n del uso de electricidad¡± (o sea, racionamiento), un ¡°tope a los ingresos¡± de los productores de energ¨ªa barata (o sea, control de los precios), y una ¡°contribuci¨®n solidaria¡± por parte de los productores de combustibles f¨®siles (o sea, un impuesto a los beneficios excesivos). Von der Leyen no es jefa de gobierno y tiene muy poco poder directo. Aun as¨ª, las medidas que ha propuesto seguramente nos dan una idea bastante ajustada de hacia d¨®nde se dirige Europa.
?Funcionar¨¢? Por supuesto, los detalles ser¨¢n cruciales. Una se?al esperanzadora es que est¨¢ claro que Europa no va a hacer como Nixon y tratar de acabar con la inflaci¨®n con controles a la vez que se estimula la econom¨ªa. Por el contrario, esta clase de controles para tiempos de guerra se aplicar¨¢n al mismo tiempo que el Banco Central Europeo endurece fuertemente la pol¨ªtica monetaria, con un riesgo considerable de provocar una recesi¨®n.
Estamos recibiendo una lecci¨®n sobre la marcha de las realidades de la pol¨ªtica econ¨®mica. No se puede ¡ªde hecho, no se debe¡ª dejar siempre que los mercados se desboqueen. Ser¨ªa malo que los controles de emergencia que Europa parece estar a punto de imponer se convirtieran en permanentes. Pero, en estos momentos, proteger a las familias y preservar el sentido de la equidad deben primar sobre la eficacia del mercado de la que hablan los libros de texto.
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