El abandono de la escuela p¨²blica
Nuestras Administraciones educativas se han lavado las manos. No sab¨ªan qu¨¦ hacer y han optado por la dejaci¨®n de funciones
Hemos necesitado una pandemia para reconocer las insoportables desigualdades en el derecho a la educaci¨®n. Dispositivos m¨®viles y conexi¨®n a Internet se han erigido en dolorosas met¨¢foras de las condiciones de pobreza material que impiden la educabilidad de muchos ni?os y ni?as. Maestras y maestros hemos tratado de llegar a cada rinc¨®n, a cada hogar, y nos hemos asomado a entornos de cuya existencia algo sab¨ªamos y en los que es imposible reclamar concentraci¨®n, trabajo y esfuerzo. Ni?os que burlaban la vigilancia de la polic¨ªa para poder acudir al hogar de un familiar que s¨ª contara con un ordenador. Ni?as que deb¨ªan aguardar a que todos en casa durmieran para poder disponer del silencio que reclama el estudio.
Para paliar esto no basta con la provisi¨®n de una tableta. No basta tampoco con la aprobaci¨®n del ingreso m¨ªnimo vital ¨Dpese a ser una buen¨ªsima noticia¨D. Porque las desigualdades de capital cultural de las familias son tales que ni?as y ni?os parecen tener marcado a fuego en su c¨®digo postal cu¨¢l habr¨¢ de ser su futuro acad¨¦mico y profesional. El determinismo se agrava en un sistema escolar tan segregador como el nuestro sin que nada apunte ¨D?ni siquiera ahora!¨D a un golpe de tim¨®n en las pol¨ªticas educativas. Veremos en qu¨¦ acaban los 2.000 millones de euros cuyo destino debiera ser, seg¨²n el presidente S¨¢nchez, la educaci¨®n p¨²blica.
Maestras y maestros, con mayor o menos acierto, nos hemos dejado la piel en esto. Claro que hemos cometido errores, y mucho habremos de trabajar para enmendarlos. Pero hemos estado solos. Nuestras Administraciones educativas se han lavado las manos. No sab¨ªan qu¨¦ hacer y han optado por la dejaci¨®n de funciones. Primero fue el silencio. Luego, el frenes¨ª de instrucciones contradictorias. Ahora, pretenden la vuelta a las aulas como si nada hubiera ocurrido, imaginando una escuela en que sea posible respetar las distancias a que la pandemia obliga sin reducir ratios, aumentar las plantillas o dotar de infraestructuras.
Al abandono institucional hemos sumado el maltrato en los medios. Se ha llegado a responsabilizar al profesorado del cierre de las escuelas, cuando ni el estado de alarma permit¨ªa su apertura ni las condiciones de los centros ¨Dde los centros p¨²blicos que yo conozco y en los que llevo 30 a?os trabajando¨D lo hacen posible. Tampoco los diagn¨®sticos de los expertos parec¨ªan apuntar a la ra¨ªz del problema, al menos desde la percepci¨®n de quienes estamos a pie de aula.
Nuestro malestar y nuestro estupor son ya insoportables cuando escuchamos a los responsables pol¨ªticos hablar del curso pr¨®ximo. Su propuesta es ¨Dy ah¨ª la propia ministra¨D ¡°optimizar espacios¡±, ignorando al parecer que, en el escuela p¨²blica, hace a?os que bibliotecas, laboratorios y aulas de usos m¨²ltiples se utilizan como aulas convencionales. Que centros construidos para 600 estudiantes pasan ya de los 1.000. Que no cabe un alfiler ni en aulas ni en pasillos ni en patios, y que estos nada tienen que ver con los fastuosos polideportivos que nos ense?an en los telediarios. De eso hablamos cuando hablamos de los recortes que llevan asfixi¨¢ndonos curso tras curso.
Durante estos meses maestras y maestros hemos tratado de acompa?ar a nuestros estudiantes supliendo la falta de educadores sociales ¨Den muchos casos fulminantemente despedidos al comienzo de esta pandemia all¨ª donde los hab¨ªa¨D sin escatimar ni medios ni tiempos ni energ¨ªas. El desmantelamiento de los departamentos de Orientaci¨®n y el menosprecio por las labores de tutor¨ªa amenazaban con dejar a ni?as, ni?os y adolescentes abandonados a su suerte. Hemos dedicado ma?anas, tardes y noches, d¨ªas laborables y festivos, periodo escolar y vacacional a acompa?ar educativamente a nuestros 100, 200 o 300 estudiantes tratando de atender, en primer lugar, a su situaci¨®n personal: ¡°Esta noche muri¨® mi pap¨¢¡±. Que en esta ocasi¨®n ¨Dcomo en tantas otras¨D hayamos tenido que suplir a psic¨®logos o trabajadores sociales no puede enmascarar la apremiante urgencia de que unos y otros pasen a formar parte, en n¨²mero suficiente, de las plantillas de los centros. Y que la tutor¨ªa reciba al fin en la jornada laboral docente el reconocimiento que merece. Ojal¨¢ sea ya ineludible con la Ley Integral de la Infancia.
Hemos hecho todo lo posible por proponer escenarios de aprendizaje pese a la desaparici¨®n de la clase como espacio y tiempo compartido, como grupo humano. Y lo hemos hecho con nuestros propios equipos y pese a la ausencia de plataformas institucionales ¨¢giles y seguras. Cuando las ¡°autoridades¡± discut¨ªan acerca de c¨®mo evaluar, lo que a nosotros nos agobiaba era qu¨¦ hacer para que el alumnado aprendiera. Claro que nos hemos equivocado en muchos momentos. Y por ello estos dos meses que restan para el comienzo del pr¨®ximo curso debieran ser un tiempo ganado y no perdido, en que toda la comunidad educativa trabajara codo con codo. En que nos escuch¨¢ramos.
Pero es tambi¨¦n la hora de la pol¨ªtica. Autoridades ministeriales y auton¨®micas no pueden seguir jugando a esconderse. Cuando debieran estar tambi¨¦n ellos preparando el pr¨®ximo curso ¨Dconstrucci¨®n de nuevos centros, mejora de infraestructuras, reducci¨®n de ratios, ampliaci¨®n de plantillas, dotaci¨®n de recursos, reestructuraci¨®n de la jornada laboral docente, replanteamiento curricular, provisi¨®n de entornos virtuales que aseguren la privacidad de los datos all¨ª alojados¨D, los vemos dando todo por perdido, desplazando la responsabilidad al que est¨¢ ¡°por debajo¡±. En esto ha venido a parar ¡°la autonom¨ªa de los centros¡±. En un s¨¢lvese quien pueda.
Necesitamos sumar voces y el concurso de toda la comunidad educativa, de economistas y soci¨®logos, de polit¨®logos y periodistas, de cuantos est¨¢n opinando de educaci¨®n en los medios para exigir una escuela p¨²blica a la altura de la de los pa¨ªses en que pretendemos mirarnos. Una escuela que vele por la equidad educativa y la justicia social, por los derechos de los m¨¢s vulnerables y por la mejora del bienestar y la calidad de los aprendizajes de todo nuestro alumnado.
No hay tiempo que perder. En septiembre ser¨¢ tarde.
Guadalupe Jover es profesora de educaci¨®n secundaria
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