Educaci¨®n: trabajadores esenciales
Hay que salvar este curso. Como docente, quiero volver a clase a pesar de la ausencia de estrategias claras o eficaces
El pasado 9 de marzo, a ¨²ltima hora de la tarde, la Comunidad de Madrid valoraba suspender las clases en las cinco universidades p¨²blicas del ¨¢rea: Complutense, Aut¨®noma, Polit¨¦cnica, Carlos III y Rey Juan Carlos. Poco despu¨¦s de un c¨²mulo de eventos multitudinarios celebrados en Madrid con la aquiescencia de los responsables sanitarios ¡ªmanifestaciones, partidos de f¨²tbol, conciertos¡¡ª, los casos de covid-19 se dispararon ¡ªcomo ocurre ahora, con el curso escolar pis¨¢ndonos los talones¡ª. Las autoridades madrile?as calcularon el enorme riesgo de contagio en un sitio cerrado en el cual se concentraba un n¨²mero elevado de personas, en las aulas hay ventanas, pero los edificios son tan fr¨ªos que no se abren para no vernos obligados, profesores y alumnos, a trabajar con abrigo.
En mi facultad, la de Geograf¨ªa e Historia de la Complutense ¡ªla mayor universidad presencial de Espa?a con unos 80.000 estudiantes, m¨¢s los profesores y profesoras y el personal adscrito a la administraci¨®n y servicios¡ª se cruzan diariamente en torno a 4.000 individuos. Todos pensamos que era prudente esperar a que los contagios se controlaran para retomar la docencia, sobre todo porque antes del confinamiento total y a los pocos d¨ªas imaginamos que ser¨ªa cosa de un par de semanas. Sin entender lo que estaba ocurriendo ¡ªigual que el resto del pa¨ªs¡ª, de un d¨ªa para otro nos cerraron la facultad a cal y canto: imposible volver al despacho por libros, notas de clase e incluso el ordenador. La facultad pudo reabrir a finales de junio con todas las medidas gubernamentales ¡ªcontrol de entrada y salida, gel, recorridos prefijados¡¡ª y fue la constataci¨®n de una realidad con nada de normal.
Fue el triste desenlace para unos meses de trabajo intenso de profesores y estudiantes sin directrices, teniendo que pasar en 24 horas de lo presencial a lo no presencial sin medios, sin presupuestos adicionales; trabajando desde casa con lo que cada uno ten¨ªa; tratando, docentes y discientes, de salvar el curso, de apoyarnos, de estar en contacto por Meet, Skype, Zoom, el campus virtual¡. Obstinados en ocuparnos de aquello que, en el fondo, parec¨ªa no preocupar al resto: proseguir con el aprendizaje. No se hablaba lo suficiente de los estudiantes sin clases regladas, a expensas de la imaginaci¨®n, y las m¨¢ximas autoridades tardaron semanas ¡ªliteral¡ª en verbalizar lo obvio: c¨®mo se hab¨ªa agudizado la brecha social. ?Qu¨¦ ha pasado con quien no tiene ordenador ni wifi ni una casa capaz de albergar ni?os y teletrabajo?
¡°Las m¨¢ximas autoridades tardaron semanas en verbalizar lo obvio: se hab¨ªa agudizado la brecha social¡±
Pero ah¨ª est¨¢bamos los implicados en la educaci¨®n p¨²blica ¡ªy me consta que fue igual en los colegios y los institutos por parte de profes, estudiantes, padres y madres¡ª. Trabajadores esenciales tratando de compensar el hueco; sufriendo insomnio por el futuro, porque el futuro era ese presente malgastado. La prosperidad de un pa¨ªs depende de la formaci¨®n de sus habitantes. Por eso, cuando la biblioteca de mi facultad nos avisaba del acuerdo con alg¨²n portal de publicaciones online, por un tiempo breve porque el dinero no daba para m¨¢s ¡ªel decano y el personal han tenido un comportamiento ejemplar durante el encierro y tratando de organizar la vuelta- les d¨¢bamos las gracias de coraz¨®n¡ª.
En la p¨²blica damos las gracias por casi todo, protestamos por casi nada, entre otras cosas porque sabemos que es lo que hay: al no ser ocio nocturno ni un bar, nadie va a escucharnos. Desde tiempos inmemoriales, las autoridades de este pa¨ªs y, por tanto, sus habitantes sienten un desprecio absoluto hacia el conocimiento. En una llamativa actitud cortoplacista no entienden c¨®mo la formaci¨®n de las personas tarda en producir beneficios, pero es el dinero mejor gastado. Por eso, imagino, gobierne qui¨¦n gobierne, se invierte poco en educaci¨®n e investigaci¨®n y ahora se est¨¢n notando las consecuencias.
Adem¨¢s, vivimos en un pa¨ªs de improvisaciones, sin estrategias a medio y largo lazo ¡ªy siento recurrir al t¨®pico¡ª. Se ha demostrado esta falta de previsi¨®n a todos los niveles desde que se ¡°abri¨®¡± la vida de nuevo. Porque somos cigarras ¡ªen todo el Estado y gobierne quien gobierne¡ª, hemos basado nuestro modelo productivo en los servicios, sin comprender que la educaci¨®n es prosperidad a largo plazo. Y es l¨®gico que mientras ha durado el primer embate de la epidemia ¡ªnos dirigimos, tal vez, peligrosamente al segundo, pese al disimulo¡ª, mientras ha habido que proteger a hospitales y sanitarios ¡ªpor eso y no para salvar vidas hemos sido confinados, por cierto¡ª, no se haya podido pensar en otras cosas. Sin embargo, en el ¡°regreso¡± no he o¨ªdo hablar m¨¢s que de bares, peluquer¨ªas, discotecas, f¨²tbol ¡. y poco de la vuelta al curso escolar. Y cuando se ha hablado ha sido con esl¨®ganes y sin estrategias claras o eficaces, sin medios para implementarlas. Entre otras cosas, la campa?a informativa de los responsables sanitarios entre los j¨®venes ha sido desastrosa: no se trata de proteger a los ¡°vulnerables¡± ¡ªqu¨¦ cansinos con la misma muletilla¡ª, sino de preservar el futuro, de que los ni?os y ni?as y los y las j¨®venes se puedan seguir formando. La ecuaci¨®n es sencilla: cuanto m¨¢s contagios, menos clases.
¡°Como docente me considero personal esencial y quiero volver a clase, a pesar de estar segura de que ning¨²n pol¨ªtico ha dedicado dos minutos a pensar en mi seguridad¡±
El curso pasado se ha perdido, en especial en el caso de los m¨¢s peque?os que en sus colegios aprenden no solo conocimientos: aprenden diversidad, negociaci¨®n con lo diferente, sociabilidad, disciplina como convivencia¡ Cosas, en suma, que es m¨¢s complicado aprender en familia. Hay que salvar este curso. Como docente me considero personal esencial y quiero volver a clase, incluso si me juego la vida, igual que en un tren hasta los topes, con un se?or tosiendo sin parar todo el viaje, a mi lado. Y quiero volver, a pesar de estar segura de que ning¨²n pol¨ªtico ha dedicado dos minutos a pensar en mi seguridad ¡ªocurri¨® con el personal sanitario en lo peor de la epidemia¡ª. Una vez m¨¢s me buscar¨¦ la vida: abrir¨¦ la ventada cada hora durante 10 minutos, como dicen los alemanes que s¨ª llevan meses planteando la vuelta a las clases ¡ªy volviendo¡ª.
Hace una semana, Amy Davidson Sorkin comentaba en The New Yorker c¨®mo Trump, en un pa¨ªs con un sistema educativo muy diferente del nuestro, hab¨ªa perdido tres meses sin establecer un planning claro para el regreso a las aulas. Entiendo que es un momento delicado, nada sencillo, pero presiento que aqu¨ª nos ha pasado lo mismo, de modo que otra oportunidad hist¨®rica perdida en materia educativa, al menos como colectividad.
Estrella de Diego es catedr¨¢tica de Historia del Arte de la UCM y Acad¨¦mica de Bellas Artes de San Fernando
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