El consenso que piden y no dan
Las protestas no han de hacer olvidar la urgencia de dejar atr¨¢s la Lomce, una ley tan regresiva que ni el Gobierno que la promovi¨® se atrevi¨® a aplicarla en su totalidad
El sistema educativo parece abocado a convertirse de nuevo en un campo de batalla. La bronca con la que se cerr¨® la votaci¨®n de la nueva ley de Educaci¨®n, la Lomloe, y las protestas convocadas por los colegios concertados auguran una aplicaci¨®n conflictiva. Pero el ruido no ha de hacer olvidar la urgencia de dejar atr¨¢s el desaguisado de la Lomce, una ley tan regresiva e incongruente que ni el Gobierno que la promovi¨® se atrevi¨® a aplicarla en su totalidad. Primero cayeron las rev¨¢lidas, luego los itinerarios que pretend¨ªan segregar a los alumnos en cuarto de la ESO en funci¨®n del rendimiento y nunca se aplic¨® tampoco la clasificaci¨®n de los centros seg¨²n los resultados, un sistema pensado para favorecer a los centros privados concertados. Si todos los colegios asumieran las mismas cargas sociales, no habr¨ªa ning¨²n problema en publicitar las notas, pero en el actual marco de reparto desigual, el resultado ser¨ªa la estigmatizaci¨®n de aquellos colegios p¨²blicos que, por su ubicaci¨®n y entorno social, asumen mayor proporci¨®n de alumnos con necesidades educativas especiales.
El PP critica ahora que no se haya llegado a un consenso, pero la Lomce fue aprobada con los ¨²nicos votos de sus diputados y entonces no le pareci¨® mal. La Lomloe cuenta con el apoyo de siete formaciones pol¨ªticas y aunque la votaci¨®n fue ajustada, tiene toda la legitimidad. El consenso siempre es deseable, por supuesto, pero tampoco podemos caer en la trampa de quienes dicen buscar el acuerdo pero no est¨¢n dispuestos a concederlo.
Resulta muy dif¨ªcil consensuar una ley educativa con quienes hacen seguidismo de la parte m¨¢s retr¨®grada de la Iglesia cat¨®lica y que a la hora de negociar ponen condiciones tan regresivas que aceptar un t¨¦rmino medio supondr¨ªa imponer a la mayor¨ªa las exigencias particulares de una minor¨ªa. Exigencias tan caducas como eliminar la educaci¨®n sexual o que la Religi¨®n sea una asignatura evaluable. Resulta tambi¨¦n muy dif¨ªcil el consenso cuando el precio que se pide es una regulaci¨®n que debilita a la red p¨²blica de ense?anza en favor de la red privada confesional, reforzando y perpetuando as¨ª su capacidad de condicionar la pol¨ªtica educativa.
La historia de las sucesivas reformas educativas de la etapa democr¨¢tica no es, contra lo que se quiere hacer ver, pendular. Lo que emerge es un patr¨®n de avances progresivos para adaptar la normativa a los est¨¢ndares europeos y a las necesidades de una sociedad en constante evoluci¨®n, jalonados por contrarreformas puntuales cada vez que el PP ha llegado al Gobierno. No es un sistema de mutuas exclusiones en las que podamos repartir culpas de forma sim¨¦trica. La equidistancia siempre es un triunfo de quienes tensan la cuerda hacia uno de los extremos.
Quienes ahora reclaman consenso son precisamente aquellos que menos dispuestos est¨¢n a hacerlo posible. De manera que podemos lamentar que no se haya alcanzado, pero es un lamento est¨¦ril. Lo importante es que la nueva ley permitir¨¢ dar un salto en la calidad educativa reforzando al mismo tiempo la equidad. Lo contrario de lo que hac¨ªa la Lomce, que persegu¨ªa la calidad, pero a costa de la igualdad de oportunidades. Quienes se oponen a ella en nombre de la libertad, lo que reclaman en realidad es la libertad de las ¨¦lites para emanciparse del resto de la sociedad.
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