No la interrumpas
El debate entre jornada escolar continua y partida tiene aristas plagadas de intereses, muchos incluso m¨¢s cercanos a la l¨®gica del mercado que a la b¨²squeda del bienestar de la infancia y su relaci¨®n con el aprendizaje
El debate sobre la idoneidad de la jornada escolar continua frente a la interrumpida, con sus beneficios y perjuicios sociales, familiares y pedag¨®gicos en funci¨®n del ¨¢ngulo desde donde se analice, siempre estar¨¢ sobre la mesa. Es habitual que suscite pol¨¦micas, puesto que la diversidad de situaciones provocar¨¢ un posicionamiento dispar. Y m¨¢s si se tiene en cuenta que en el fondo hay aristas plagadas de intereses, muchos incluso m¨¢s cercanos a la l¨®gica del mercado que a la b¨²squeda del bienestar de la infancia y su relaci¨®n con el aprendizaje.
Lo que est¨¢ claro es que la elecci¨®n de una jornada u otra es parte de la idiosincrasia de los centros y sus proyectos educativos en cuanto a los servicios que ofertan, dentro de esa l¨®gica de intereses mencionada. Eso ocurre cuando la jornada es partida, que antes de la pandemia era m¨¢s habitual que ahora, por ejemplo, en los centros privados: en un modelo mixto como el espa?ol, muchas familias eligen centro en funci¨®n de si ofrece esta forma de organizaci¨®n o no para adaptarlo a diferentes circunstancias, enlazada a otros pluses como el comedor, las actividades extraescolares o el transporte escolar.
Aunque no debiera ser as¨ª, las clases con interrupci¨®n a la hora del almuerzo y continuaci¨®n por la tarde facilitan la adecuaci¨®n a las amplias jornadas laborales, una realidad que no es f¨¢cil cambiar dadas las precarias pol¨ªticas de conciliaci¨®n en nuestro pa¨ªs. Pero si ponemos sobre la mesa los factores pedag¨®gicos, en donde se observa disparidad en las evidencias cient¨ªficas existentes, veremos que hay otros v¨¦rtices: seg¨²n el estudio Panorama de la educaci¨®n Indicadores de la OCDE, de 2021, Espa?a tiene m¨¢s horas de clase que la media de pa¨ªses de la Uni¨®n Europea. Solo en los primeros a?os de la ESO se supera en m¨¢s de 130 horas la media de la OCDE. Con esas cifras, la ampliaci¨®n del tiempo que pasa un estudiante en la escuela pudiera presentar, as¨ª, una elevada incidencia en su agotamiento, lo que influye directamente en su rendimiento, en un pa¨ªs en el que los porcentajes de abandono escolar y repetici¨®n, aunque mejoran, siguen preocupando, adem¨¢s de la sobrecarga de deberes que muchas veces se tiene.
Por otro lado, plantear el asunto solo en t¨¦rminos de derechos laborales del cuerpo docente empobrece la perspectiva y ofrece visiones sesgadas sobre las funciones del profesorado, muy alejadas de las caracter¨ªsticas del trabajo del resto de funcionarios. As¨ª, el mismo informe anterior plantea que en Espa?a m¨¢s de la mitad del horario de un profesional de la educaci¨®n ¨Cel 53%, en concreto¨C no est¨¢ destinado a la impartici¨®n de clases, sino que se distribuye en labores que, en un grueso importante, realiza en su casa u otros espacios, como pueden ser la planificaci¨®n de la docencia, la formaci¨®n o la correcci¨®n de pruebas y trabajos.
Por ello, es arriesgado deducir de forma taxativa que hay intereses exclusivamente gremiales del profesorado para que se mantenga la jornada ininterrumpida, cuando, tras acabar las clases, su trabajo sigue en otras muchas parcelas. A ello se suman los efectos de la educaci¨®n h¨ªbrida, que lleva a que ense?antes y estudiantes pasen en la actualidad un ingente n¨²mero de horas conectados a trav¨¦s de plataformas virtuales. Muy preocupante.
Y es preocupante tambi¨¦n porque, con todo ello, recuperar un planteamiento de organizaci¨®n escolar que se decante de forma unilateral por el turno interrumpido se va a unir a los efectos negativos que la pandemia ha dejado sobre la salud mental infantil y juvenil. En ello tambi¨¦n interfiere, seg¨²n datos del estudio Estado Mundial de la Infancia 2021, de UNICEF, la presi¨®n excesiva de los ex¨¢menes u otras formas de estr¨¦s que se dan en el seno escolar, aspectos que s¨ª deben ocupar una porci¨®n del debate, y no la petici¨®n de un incremento de horario escolar sin garant¨ªas de mejora en el bienestar de los menores y solo porque as¨ª se da en otros lugares de Europa, adem¨¢s con medidas de conciliaci¨®n m¨¢s avanzadas.
Como el debate est¨¢ marcado en gran medida, una vez m¨¢s, por las imposiciones de las estructuras del mercado laboral a los planteamientos educativos, es en ese ¨¢mbito en donde habr¨¢ que buscar soluciones, y no en el terreno de una escuela sobre la que no hay suficientes estudios s¨®lidos, reitero, que avalen las ventajas acad¨¦micas de la actividad lectiva diaria interrumpida. En un pa¨ªs en el que a¨²n abundan las jornadas de trabajo de ma?ana y tarde, las medidas p¨²blicas deben encaminarse m¨¢s al adelanto de la finalizaci¨®n de los horarios laborales o su flexibilizaci¨®n, pol¨ªticas hacia la que avanzan los pa¨ªses m¨¢s desarrollados.
Que reflore, as¨ª, el inter¨¦s por que la escuela interrumpa la jornada diaria para ampliarla por la tarde, debe llevarnos a una reflexi¨®n profunda sobre las intenciones que se mueven detr¨¢s, y hasta qu¨¦ punto estas nos hacen progresar en derechos sociales o, en cambio, retroceder hacia otro tipo de ideolog¨ªa: aquella que reconduce el debate sobre educaci¨®n al territorio de la productividad y no al del beneficio pedag¨®gico, que es de donde nunca debi¨® salir.
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