Historia de un profesor precario portugu¨¦s: ¡°Trabajamos para sobrevivir¡±
La Comisi¨®n Europea tramita un procedimiento de infracci¨®n contra Portugal por discriminar a docentes contratados como Ricardo Oliveira, que lleg¨® a cambiar la ense?anza por la agricultura en Suiza
Nada puede resultar m¨¢s ilustrador sobre la precariedad en la que viven los profesores contratados por el Estado portugu¨¦s que la decisi¨®n que Ricardo Oliveira tom¨® a comienzos de 2022. Despu¨¦s de encadenar 15 a?os de docencias temporales en institutos p¨²blicos, decidi¨® renunciar al contrato de aquel curso para irse a Suiza a trabajar en la agricultura. Dej¨® sus clases de Geograf¨ªa y se fue a podar vi?as. Dur¨® tres meses. El empresario le agradeci¨® las buenas intenciones y el empe?o pero le dijo que no hab¨ªa nacido para el campo. Oliveira regres¨® a Portugal con 12.000 euros por una ocupaci¨®n de tres meses, que es lo que ganar¨¢ todo este a?o como profesor de secundaria en Faro, en el Algarve. La situaci¨®n de los docentes contratados lusos ha alarmado incluso en la Comisi¨®n Europea, que tiene en marcha un procedimiento sancionador contra Portugal por considerar que les discrimina respecto a los que tienen plaza fija en aspectos como los salarios o la antig¨¹edad.
Da igual el tiempo que lleven en las aulas. Un contratado cobra lo mismo en su primer curso que Oliveira, que lleva 16 a?os: 1.120 euros al mes l¨ªquidos. Con eso tiene que pagarse las facturas de su casa en Arouca, en el norte de Portugal, y las facturas del alojamiento que alquile all¨¢ donde trabaje, casi siempre en el sur. En 16 a?os de profesi¨®n solo en una ocasi¨®n estuvo dos cursos seguidos en el mismo centro. Los profesores contratados vagabundean por el pa¨ªs (700 kil¨®metros de norte a sur), yendo all¨¢ donde les haya tocado en suerte el destino decidido por el Ministerio de Educaci¨®n. ¡°Vamos de pueblo en pueblo, con inmensos gastos, ning¨²n profesor contratado puede ahorrar nada. Nuestro objetivo es trabajar para sobrevivir¡±, explica Oliveira por tel¨¦fono pocas horas despu¨¦s de la ¨²ltima movilizaci¨®n. Centenas de colegas suyos se concentraron el viernes en Lisboa, a las puertas del Ministerio de Educaci¨®n, donde los representantes sindicales se sentaban con el ministro, Jo?o Costa, para tratar de llegar a un acuerdo que devuelva la normalidad a los centros educativos. El Gobierno sigue lejos de satisfacer las reivindicaciones. Las movilizaciones prosiguen esta semana, que culminar¨¢ con una manifestaci¨®n en Lisboa el s¨¢bado.
En diciembre comenz¨® a alterarse la vida escolar, pero ha sido sobre todo a la vuelta de las vacaciones navide?as cuando el conflicto se ha recrudecido con varias convocatorias de paros que se superponen y manifestaciones multitudinarias, que no se ve¨ªan desde los tiempos aciagos de la intervenci¨®n del pa¨ªs por instituciones internacionales (la famosa troika). Las asociaciones de padres se quejan de la improvisaci¨®n de las horas de huelga que a veces ha significado el cierre de colegios. Pero Stop, el sindicato que est¨¢ buscando v¨ªas alternativas para perturbar las clases con el menor impacto econ¨®mico posible para el personal, rehus¨® apalabrar unos servicios m¨ªnimos, que ahora ser¨¢n decretados por un comit¨¦ arbitral.
En las ¨²ltima semanas todo el sector (profesores fijos y contratados, personal no docente) se ech¨® a la calle, cada colectivo con sus reivindicaciones propias. Si la demanda principal de los contratados es acabar con esa precariedad e inestabilidad que se eterniza, la de quienes ya disponen de una plaza fija es la recuperaci¨®n de todo lo que perdieron cuando la troika impuso fieros recortes a Portugal, tras recibir un rescate de 78.000 millones de euros en 2011. Una d¨¦cada despu¨¦s los profesores siguen purgando por aquella bancarrota del pa¨ªs. La carrera profesional, que regula los ascensos de categor¨ªa y salarios, no se ha normalizado y el Gobierno sigue sin reconocerle todos sus a?os de servicio.
Pero quiz¨¢s lo que m¨¢s alarma despierta es la situaci¨®n de los casi 20.000 contratados que, de no cambiar, podr¨ªa acabar ante el Tribunal de Justicia de la Uni¨®n Europea. En noviembre la Comisi¨®n Europea dio dos meses de plazo al Gobierno portugu¨¦s para acabar con la discriminaci¨®n de este colectivo. Educaci¨®n ha propuesto crear tres niveles salariales como soluci¨®n, algo que de momento no parece suficiente para los sindicatos, que prosiguen con las protestas.
Ricardo Oliveira volver¨¢ a manifestarse, harto de vivir con la casa a cuestas y de no llegar a fin de mes. Aunque cada a?o prioriza en sus peticiones de trabajo el ¨¢rea geogr¨¢fica del norte de Portugal, casi siempre le destinan al sur del Tajo. ¡°Cada a?o me digo a m¨ª mismo que no concurrir¨¦ lejos de casa, pero cada a?o acabo haci¨¦ndolo porque si no concurro en el sur, s¨¦ que no dar¨¦ clase¡±. En el Algarve y el ¨¢rea metropolitana de Lisboa faltan profesores y es m¨¢s f¨¢cil encontrar un contrato que cubra todo el curso.
Ni estoy casado ni tengo hijos porque mi vida no me lo permite
En 16 a?os el desgaste de este licenciado en Geograf¨ªa que siempre apost¨® por la educaci¨®n como salida profesional ha tocado fondo dos veces. Cuando se fue a Suiza desesperado por la asfixia econ¨®mica y cuando logr¨® un contrato de un a?o en el geoparque de Arouca. Este a?o trabaja en Faro, a 500 kil¨®metros de Arouca, lo que hace disuasorio viajar cada fin de semana a su casa. ¡°Yo no tengo hijos y me lo puedo permitir, pero los profesores que tienen una familia van cada fin de semana a sus casas¡±, expone. ¡°Y no estoy casado ni tengo hijos porque mi vida no me lo permite. Es un proyecto de vida del que he abdicado, es muy triste¡±, dice.
Los bajos salarios repercuten, adem¨¢s, en las condiciones de vida de los profesores contratados, incapaces de pagar viviendas dignas en zonas donde la especulaci¨®n y el turismo han disparado los precios inmobiliarios como el Algarve o Lisboa. ¡°Aunque este a?o yo he tenido suerte, en el Algarve nos sentimos usados por los propietarios que tienen inter¨¦s en nosotros mientras no llega la temporada tur¨ªstica y nos echan el 31 de mayo¡±, reprocha. Ricardo Oliveira ya ha visto de todo. Ha alquilado viviendas donde las cucarachas correteaban por el suelo, lugares sin salida de gases t¨®xicos al exterior que le obligaba a vivir con las ventanas abiertas en verano e invierno, ha residido en un bungalow en un c¨¢mping, ha vivido sin armarios y ha dormido en el suelo de algunos lugares porque le resultaba m¨¢s confortable que la cama.
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