La ola reaccionaria en la escuela
Los discursos que sostienen que todo va a peor est¨¢n calando entre un profesorado exhausto por la falta de recursos, el trabajo en pandemia y la adaptaci¨®n a los vaivenes normativos
Que vivimos en una sociedad polarizada es real. Solo hace falta echar un vistazo al discurso pol¨ªtico para comprobar c¨®mo aumentan las proclamas populistas hasta convertirse en una ¡°ola reaccionaria¡± que no cesa. Quiz¨¢s no resulte tan evidente, sin embargo, que esta polarizaci¨®n se extiende a otros contextos de una batalla cultural m¨¢s amplia.
La estrategia trumpista invade tambi¨¦n redes sociales, charlas cotidianas y debates educativos. Pero, al igual que el cambio clim¨¢tico no se combate con maceteros en los balcones, el alumnado tampoco aprende m¨¢s por repetir curso. Es un hecho demostrado por la investigaci¨®n, pero no importa: como en pol¨ªtica, lo que importa no es el dato, sino el relato.
Educar en valores, en la construcci¨®n de una ciudadan¨ªa activa, competente y cr¨ªtica, en la igualdad y hasta la accesibilidad para el alumnado con discapacidad se pone en entredicho a golpe discusi¨®n de barra de bar. Se asegura, as¨ª, que se baja el nivel, que ya no se exige, que se extinguen las especialidades o que la pedagog¨ªa es contraria a la calidad educativa. M¨¢s grave a¨²n es que, igual que en pol¨ªtica, estos esl¨®ganes tienen espacios medi¨¢ticos para abrir la puerta a que se extiendan entre la sociedad y qui¨¦n sabe si, en un futuro cercano, en pol¨ªticas educativas: la idea es avanzar conceptos en el imaginario social para que luego no suenen graves al legislar.
La educaci¨®n es, como dec¨ªa Freire, un acto pol¨ªtico: si la pol¨ªtica tiene que ver con la construcci¨®n de un ideal de sociedad, la educaci¨®n no es otra cosa que c¨®mo construirla. De ah¨ª que la posici¨®n sobre la ausencia de ideolog¨ªa en la educaci¨®n y la ¡°objetividad¡± de esta sea parte de una conversaci¨®n falaz en la que, lejos de no haber ideolog¨ªa, esta no se explicita. Cualquier coloquio sobre la educaci¨®n que queremos pasa por dialogar sobre ideas de sociedad y escuela, y esto tiene que ver con tener un posicionamiento ideol¨®gico.
Y, aqu¨ª, la clave: cuando nos llegue un mensaje sobre educaci¨®n, debemos preguntarnos: ?a qu¨¦ perspectiva pol¨ªtica corresponde? ?Qu¨¦ idea de escuela o de sociedad ofrece? Muchas veces, bajo esa asepsia ideol¨®gica, de aparente objetividad para no explicitar la visi¨®n desde la que se habla, campan a sus anchas nuevas versiones del neoconservadurismo que no nos dejan ver que hay ¡°un elefante en la habitaci¨®n¡±: una ideolog¨ªa concreta que nos pasar¨¢ inadvertida si no leemos los discursos educativos tambi¨¦n en clave pol¨ªtica.
Este es el caso de un art¨ªculo publicado en este medio, titulado El derecho a so?ar (estudiando), tildado por algunos como repleto de verdades inc¨®modas. En ¨¦l, no se explicita que la idea de educaci¨®n desde quien escribe tiene que ver con ese ideal conservador o negacionista de los conocimientos y los datos educativos acumulados por la ciencia. Sin embargo, la tesis se centra en cuestiones de sobra desmontadas: cualquier tiempo pasado fue mejor, la dichosa cultura del esfuerzo, lo malvado de la tecnolog¨ªa; un permanente estado de alarma donde se mueve tambi¨¦n una parte del profesorado: todo va mal; todo va a peor. Igual que ocurre con los partidos de ultraderecha que, capitalizando el desencanto, consiguen votos en barrios populares, estos discursos reaccionarios est¨¢n calando entre un profesorado exhausto ante la falta de recursos, el trabajo intenso en pandemia y la compleja adaptaci¨®n ante los vaivenes normativos.
Como en todos los discursos populistas, plantean ideas simples, apelan a lo conocido, a lo emocional y a la experiencia para ofrecer seguridad, de forma que sus ideas se puedan asimilar f¨¢cilmente en el imaginario social, aunque se limiten a ofrecer culpables o echar balones fuera. Ante problemas complejos, m¨¢s autoridad, m¨¢s repetici¨®n, m¨¢s deberes y m¨¢s meritocracia sin tener en cuenta posiciones marginales de partida: son algunas de sus reclamaciones permanentes, ignorando las conclusiones de las investigaciones y como si esas recetas no se hubieran probado ya.
Todo el mundo opina sobre educaci¨®n desde su sesgo del superviviente (¡°pienso as¨ª porque, a m¨ª, as¨ª me fue bien¡±), con lo que se invisibiliza a todos esos compa?eros que abandonaron en el sistema educativo de entonces. En ese territorio, los estragos de los mensajes alarmistas de tono conservador da?an el pilar de la escuela p¨²blica como palanca de progreso y baluarte de la diversidad. As¨ª se ha defendido en multitud de ocasiones desde estudios e investigaciones que, adem¨¢s, ponen de relieve la capacidad de supervivencia de esta ola, en la resistencia ante cualquier dato que se presente.
La mejora de la escuela p¨²blica, como pilar esencial del estado del bienestar, merece ser construida desde la disonancia cr¨ªtica hacia las exigencias de la sociedad neoliberal y capitalista que nos eclipsa. Pero esta mejora tiene que trascender el marco de falacias dicot¨®micas que ofrecen disyuntivas disparatadas: conocimiento o pedagog¨ªa, digitalizaci¨®n o culturizaci¨®n, emoci¨®n o racionalidad. ?Es necesario elegir entre ordenador o libro de texto? ?La relevancia de la educaci¨®n emocional excluye el rigor acad¨¦mico en las aulas? ?Que se haya demostrado que la repetici¨®n perjudica a los m¨¢s vulnerables conduce a una bajada de nivel? En definitiva, ?en qu¨¦ datos se apoyan estos mensajes alarmistas?
Las oleadas reaccionarias parecen llevarnos a elegir entre dos modelos educativos presuntamente antag¨®nicos: una nueva y una vieja escuela, en un dualismo absurdo que allana el camino a la alianza neocon, aumentando el negacionismo contra los avances cient¨ªficos. Aqu¨ª es donde ganan, al plantear una estrategia que construye una frontera pol¨ªtica que divide y confronta a la sociedad, como cuenta Steven Watson en su art¨ªculo New Right 2.0: Teacher populism on social media in England (2020).
El cataclismo en las aulas es una invenci¨®n para dinamitar la versi¨®n m¨¢s progresista de la educaci¨®n p¨²blica, como trampantojo del opinador de sof¨¢. Los centros actuales son diversos, pero el barco fantasma de docentes disfrazados, purpurina y kahoots no es la nota dominante, sino un espejismo puntual en comunidades que sobreviven a¨²n ¡ªcomo cualquier lector o lectora con adolescentes en casa podr¨¢ comprobar¡ª a golpe del canon de la escuela cl¨¢sica, pese a que algunos viven de defender que la escuela se ha convertido en un parque de atracciones.
Los colegios e institutos, en su autonom¨ªa, avanzan a ralent¨ª, marcados por los efectos de la segregaci¨®n y de una libertad educativa orquestada para que solo elijan las ¨¦lites. Mientras, los vencidos del pasado siguen condenados al ostracismo, como demuestra nuestra todav¨ªa elevada tasa de repetici¨®n (un 25 % de estudiantes llegan al final de la ESO con alg¨²n curso perdido, seg¨²n estad¨ªsticas del Ministerio).
Pero la oleada del populismo pedag¨®gico prosigue, espoleada por v¨ªtores que sortean la inequidad, para defender que cada vez se aprende menos. En cambio, todos los datos indican que el saber nunca lleg¨® a tantos como lo hace ahora, en la escuela m¨¢s universalista de nuestra democracia. Pero, al igual que con los indicadores econ¨®micos, en campa?a electoral seguiremos escuchando el ¡°todo mal¡± y veremos otra vez augurar el apocalipsis escolar. Ya se sabe que las profec¨ªas no hace falta demostrarlas y, ante su falta de realizaci¨®n, siempre puede retrasarse su fecha de cumplimiento. Y, mientras esperamos, la ola reaccionaria prospera como una corriente que arrastra logros educativos que ha costado d¨¦cadas conseguir.
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