Una indemnizaci¨®n de 10.000 euros por un caso de ¡®bullying¡¯: ¡°En el colegio me dec¨ªan que exageraba¡±
Una sentencia condena a un centro concertado madrile?o por un caso de acoso con insultos xen¨®fobos del que la Inspecci¨®n de Educaci¨®n no hall¨® indicios en dos protocolos abiertos a instancia de la madre
La ni?a sali¨® de declarar ante la juez llorando. ¡°Cuando me abrac¨¦ a mis dos mejores amigos, que me esperaban fuera, fue cuando lo solt¨¦ todo¡±, cuenta la adolescente de 15 a?os. ¡°Llevaba demasiado tiempo con un peso encima, quer¨ªa quit¨¢rmelo y olvidarme del tema¡±. El ¡°tema¡± es que desde tercero hasta sexto de primaria, entre los ocho y los 12 a?os, en el colegio la insultaban. ¡°Con todo lo que llevaba detr¨¢s y al llegar a Espa?a se encontr¨® con esto¡±, suspira Rosa, su madre, que la adopt¨® en Vietnam cuando ten¨ªa seis.
¡°China hija de puta¡±, ¡°cerda¡±, ¡°ni?a rata¡±, describe una sentencia de mayo de un juzgado de primera instancia madrile?o que estima que la menor ¡°no solo sufri¨® insultos y vejaciones de connotaci¨®n xen¨®foba, discriminaciones o diversas burlas, sino tambi¨¦n indefensi¨®n por parte del centro¡±. Asegura que el establecimiento adopt¨® medidas ¡°banales¡± y ¡°de poca entidad¡± que no erradicaron la situaci¨®n un curso tras otro. El texto condena por ello al colegio Retiro, un centro de l¨ªnea 1, concertado y laico, a pagar 10.000 euros a la madre de la ni?a. ¡°Esta sentencia no es un ¨¦xito personal¡±, dice ella, ¡°sino un fracaso del sistema¡±.
Esta sentencia no es un ¨¦xito personal, sino un fracaso del sistema¡±Rosa, demandante y madre de una ni?a acosada
Para mostrar lo que no funcionaba, Rosa, entonces empleada de banca, y ahora prejubilada con 58 a?os, se dedic¨® desde ¡°el minuto cero¡± a registrar minuciosa e implacablemente el proceso. En la mesita del sal¨®n de su impoluto apartamento del barrio de clase media donde se ubica tambi¨¦n el colegio, hay un grueso dosier. ¡°Me qued¨® meridianamente claro que todo lo que hiciese no iba a servir para nada, as¨ª que document¨¦ cada paso¡±, dice, al tiempo que muestra mails al centro y al inspector educativo; actas de las reuniones mantenidas (a las que al final iba con una amiga abogada); largas y duras cartas de ida y vuelta con la directora del ?rea Territorial Madrid-Capital (DAT); denuncias ante la Polic¨ªa Municipal, la Fiscal¨ªa de Menores, la de Delitos de Odio, el Defensor del Pueblo¡ ¡°He tocado todas las puertas y con todas me dieron en las narices¡ salvo en la ¨²ltima¡±, explica, al referirse a la sentencia que estima en parte su demanda (ped¨ªa 30.000 euros). ¡°Durante a?os, sent¨ª que me trataban como si estuviese medio loca, pero me subestimaron: hay que estar loca del todo para llevar hasta el final una pelea as¨ª¡±.
Rosa confiaba en que una sentencia favorable ser¨ªa ¡°sanadora¡± para su hija. La menor escoge que se la llame Camelia porque es ¡°la flor de Jap¨®n¡± y ella es ¡°aficionada al anime¡±. Desde hace tres cursos, estudia secundaria en un nuevo centro, en el que al principio le cost¨® ¡°socializar y confiar en la gente¡± pero donde ha encontrado amigos como los que la acompa?aron al juicio y luego a celebrarlo al Taco Bell. No le gustan las matem¨¢ticas. Le encanta el K-pop. En la puerta de su habitaci¨®n hay dibujos pegados y una foto de clase de su antiguo colegio, acosador incluido. ¡°Tambi¨¦n hubo amigos¡±, dice. Sentada con la espalda muy recta, se estira el vestido blanco sobre los muslos, apenas el ¨²nico gesto de nerviosismo en un discurso sereno y sin dramatismos: ¡°Cuando intentaba expresarme en el colegio, me juzgaban con la mirada, parec¨ªa que lo que contaba no era tan grave. Sent¨ªa que me preguntaban por hacerse los interesados, como que me tomaban por mentirosa, que estaba exagerando las cosas por algo que hab¨ªa pasado en casa, pero mi problema era en el colegio, donde un ni?o me insultaba por los pasillos, en el recreo. A m¨ª me preguntaban sobre mi madre y me separaban en el patio, pero a ¨¦l nunca lo expulsaron. No entend¨ªa nada. Y me pon¨ªa mala solo de pensar en pisar la clase. Un mal rollo¡ La primera vez que me sent¨ª escuchada de verdad fue con la psic¨®loga y luego con la jueza, que me dio la raz¨®n¡±.
La jueza basa gran parte de su argumentaci¨®n en un ¡°extenso y detallado¡± informe pericial de una psic¨®loga forense presentado por la madre en el que se acredita, con entrevistas y pruebas diagn¨®sticas a la menor, que se trata de un caso de ¡°acoso escolar con da?os cl¨ªnicos constatados¡± (episodios de ansiedad y depresi¨®n, disforia, estr¨¦s y ¡°s¨ªntomas psicosom¨¢ticos severos¡±). No es la ¨²nica profesional que lo vio. En el juicio testific¨® una trabajadora social del hospital p¨²blico Ni?o Jes¨²s que intervino para que el colegio se reuniese con la madre cuando un pediatra que trat¨® a la peque?a por recurrentes picos de fiebre en 2017 estim¨® que eran psicosom¨¢ticos y provocados por la situaci¨®n de acoso relatada por Camelia. En 2019, la pediatra habitual de su centro de salud detect¨® ¡°gran ansiedad y retraimiento¡± durante una visita y la ni?a le cont¨® que llevaba dos a?os siendo insultada, la ¨²ltima vez hac¨ªa unos d¨ªas. En ambas ocasiones, el colegio abri¨® protocolos que luego fueron archivados.
En el centro, donde el equipo directivo atiende a EL PA?S tambi¨¦n con un enorme dosier del caso sobre la mesa, est¨¢n consternados por la sentencia. ¡°Es un mazazo¡±, dicen. Aseguran que ellos detectaron insultos una sola vez y que ¡°entre ni?os tan peque?os, eso no es acoso¡±, ¡°aunque desde hace cuatro o cinco a?os parece que todo lo fuera¡±. La sentencia admite que la actuaci¨®n del colegio no fue ¡°completamente pasiva¡± (hubo ¡°una ligera intenci¨®n de investigar¡±, se vigil¨® a los menores, se los separ¨® en los patios, se dieron charlas y se entrevist¨® a los otros padres y alumnos), por lo que rebaja a un tercio la indemnizaci¨®n pedida. Pero aun sin ¡°desprestigiar absolutamente¡± lo que se hizo, la jueza estima que fue insuficiente y que hay gran riesgo en actuar ¡°a la espera de que ocurra algo m¨¢s grave¡± o de que docentes y responsables normalicen ciertos insultos o situaciones ¡°que ni mucho menos han de ser relativizadas¡±. En el centro explican que seguir¨¢n trabajando para ver d¨®nde mejorar, que ahora cuentan con una orientadora tambi¨¦n en primaria y que han reactivado la mediaci¨®n entre iguales. Y subrayan: ¡°Hicimos todo lo que dictan los protocolos de Educaci¨®n y nos sentimos reforzados porque en dos ocasiones la inspecci¨®n fue favorable¡±.
Hicimos todo lo que dictan los protocolos de Educaci¨®n¡±Responsables del colegio demandado
Tanto el Inspector de Educaci¨®n como la DAT (uno informa y otro resuelve, de forma similar a como funcionan un fiscal y un juez) consideraron que el colegio hab¨ªa sido diligente y se negaron a estimar el informe de la psic¨®loga. La raz¨®n es que proviene ¡°de un tercero ajeno a un protocolo en el que los ¨²nicos profesionales que pueden intervenir son los miembros del equipo directivo y docente¡± (seg¨²n uno de muchos escritos de la DAT a la madre, donde se niega todo indicio de acoso y se da el caso por cerrado). Eugenia Alc¨¢ntara, responsable del ?rea Jur¨ªdica de CC OO e inspectora, afirma que dicho extremo no figura en ning¨²n sitio y que el informe de un perito, aunque sea de parte, es una ¡°prueba pertinente y valiosa¡± que deber¨ªa haber sido contrastada. Tampoco la ¡°presunci¨®n de veracidad de los profesores¡± que esgrimi¨® muchas veces el inspector ante la madre puede ser tomada como inamovible si se presentan pruebas que pueden destruirla, explica la experta. ¡°Falta formaci¨®n jur¨ªdica permanente para los inspectores¡±, dice, ¡°la valoraci¨®n de la prueba es puro derecho procesal civil¡±.
Tambi¨¦n faltan medios y recursos humanos, dice Isabel Galv¨ªn, secretaria general de la Federaci¨®n de Ense?anza de Madrid de CC OO ¡ªorientadores, coordinadores de bienestar, bajadas de ratio, actuaciones que permitan la atenci¨®n individualizada¡ª que carga contra la Administraci¨®n Regional: ¡°En Madrid hay mucho protocolo, muchos papeles a coste cero, mucha burocracia y poca eficacia¡±. Por ¨²ltimo, se?ala al cambio cultural al que apuntaban en el colegio: ¡°Los docentes son parte de la sociedad y esta cambia, lo que se pasaba por alto hace unos a?os ya no se puede tolerar, valga el caso Rubiales como ejemplo. Somos m¨¢s sensibles a ciertas cosas y en el acoso est¨¢ demostrado que las v¨ªctimas m¨¢s vulnerables siempre lo son por su diversidad¡±.
Las posibles causas para que un caso as¨ª se cuele por las grietas del sistema y sea un juez quien acabe vindicando a una ni?a acosada y su madre son muchas. Vicent Ma?es, miembro de la asamblea de la federaci¨®n de directores de colegios p¨²blicos de infantil y primaria (FEDEIP) se?ala que en ¡°los centros p¨²blicos los protocolos son m¨¢s claros y estrictos que en los centros concertados¡±. Para la profesora y presidenta de la Asociaci¨®n No al Acoso Escolar, Carmen Cabestany, ¡°hay problemas, falta de formaci¨®n, desidia y desinter¨¦s por arreglar las cosas en todo tipo de centros¡±.
En lo que coinciden la media docena de fuentes consultadas es en que una sentencia como esta, que ve acoso donde ni el centro ni la Administraci¨®n lo identificaron (en concertados y privados el responsable es el primero, en los p¨²blicos, la segunda) es ¡°muy poco frecuente¡± (nadie lleva la cuenta y en medios aparecen solo seis desde 2009). Aunque son raras por razones distintas, dependiendo a qui¨¦n se pregunte. Para Demetrio Fern¨¢ndez, presidente de la Asociaci¨®n de Inspectores de Educaci¨®n en Madrid, pocas demandas ¡°se admiten a tr¨¢mite¡± porque ¡°los protocolos son muy garantistas¡±, aunque, concede, ¡°luego haya inspecciones mejor y peor llevadas¡±. Para Mar¨ªa Jos¨¦ Fern¨¢ndez, presidenta de la Asociaci¨®n Madrile?a Contra el Acoso Escolar, las familias no llegan a juicio porque ¡°meterse en un proceso civil es costoso y complicado¡±: ¡°Hay que aportar un mont¨®n pruebas mientras a los colegios les basta con decir que no han visto nada; los protocolos est¨¢n ideados para desalentar a las v¨ªctimas, proteger a los centros, bajar las cifras de las consejer¨ªas y tapar el problema¡±. En el ¨²ltimo informe de la de Educaci¨®n de Madrid, 2021-2022, se registran tan solo 151 casos de acoso aceptados por la Inspecci¨®n, de 1.013 denuncias recibidas en una poblaci¨®n de m¨¢s de un mill¨®n de alumnos. Aunque parece solo la punta de un iceberg, es un 48% m¨¢s que el a?o anterior. La consejer¨ªa no contesta a ninguna pregunta espec¨ªfica sobre la sentencia a favor de Rosa y Camelia, ni sobre otra que hubo en marzo (en Aranjuez, tambi¨¦n por un caso insultos xen¨®fobos en un concertado que el ¨¢rea territorial archiv¨®). Seg¨²n los inspectores consultados, aunque este tipo de decisiones jur¨ªdicas deber¨ªan ser al menos objeto de reflexi¨®n por parte de los centros y la administraci¨®n, no existe un procedimiento reglado de actuaci¨®n. ¡°Nadie va a hacer nada, por eso pienso seguir pidiendo reuniones con todos los colaboradores necesarios para que mi hija pasase por lo que pas¨®, pero ahora con la sentencia en la mano¡±, amenaza Rosa.
¡°Mi madre me parec¨ªa muy pesada porque cuando iba al colegio a quejarse a m¨ª se me complicaban las cosas¡±, dice Camelia. ¡°Pero luego me hice mayor y comprend¨ª por qu¨¦ lo hac¨ªa¡±. El pasado mayo, el Ministerio de Educaci¨®n public¨® la mayor encuesta hasta el momento sobre convivencia en Educaci¨®n Primaria (de seis a 12 a?os) donde un 9,5% de los alumnos asegura que ha sufrido acoso escolar y uno de cada 10 asegura haber presenciado situaciones de acoso a otros ni?os. Es un acoso percibido, no comparable con los casos finalmente identificados por la Administraci¨®n, pero la diferencia es abismal. Es por esos ni?os que podr¨ªan estar bajo el radar, esos que ¡°lo est¨¢n pasando mal sin dec¨ªrselo a nadie¡±, explica Camelia, que ella ha querido contar su historia.
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