?Hemos terminado el curso escolar siendo un poco m¨¢s racistas?
El hist¨®rico cambio de tendencia en los flujos migratorios no ha conllevado un reparto igualitario de alumnado entre centros p¨²blicos y privados, absorbiendo los primeros a su mayor¨ªa
Hace un par de meses Javier Milei, en una especie de guerra fr¨ªa contra el gobierno de Espa?a, lanzaba un comunicado donde espetaba que el ejecutivo nacional ¡°ha puesto en riesgo a las mujeres espa?olas permitiendo la inmigraci¨®n ilegal de quienes atentan contra su integridad f¨ªsica¡±.
Las posiciones de determinados medios de comunicaci¨®n, la difusi¨®n masiva en redes y la pol¨ªtica neofascista que se expande por todos los rincones han desvirtuado el asunto de la migraci¨®n internacional, cuando este fen¨®meno afecta s¨®lo a un 3% de la poblaci¨®n del planeta, como recuerda el soci¨®logo Hein de Haas en Los mitos de la inmigraci¨®n (Pen¨ªnsula, 2024). Muchas fuentes de informaci¨®n alimentan la idea de un planeta en emergencia por un ¨¦xodo masivo de personas con tintes b¨ªblicos, cuando la realidad con datos nos dice que ser¨¢ m¨¢s o menos preocupante seg¨²n de qu¨¦ contexto estamos hablando.
Con respecto a ¨¦pocas pasadas, es cierto que la Europa actual se ha convertido en fuente receptora de movimientos migratorios. Aqu¨ª s¨ª que ha ocurrido un gran cambio, fruto de desigualdades mundiales estructurales, las mismas que nos llevaron en el pasado a una migraci¨®n a la inversa, del viejo continente a Latinoam¨¦rica.
Nuestra mirada euroc¨¦ntrica nos ha llevado, sin embargo, a una radicalizaci¨®n del debate sobre la inmigraci¨®n, en una especie de disputa polarizada Norte-Sur o Este-Oeste. En ella, el verdadero problema es la posici¨®n occidentalista de que la fuente de desdichas y miseria no la trae el migrante, sino el migrante no blanco y pobre. Un inmigrante estereotipado que, adem¨¢s, no se adapta supuestamente ni a nuestra cultura ni a nuestra lengua, como aquel hilarante personaje comunista de la pel¨ªcula Uno, dos, tres (1961), de Billy Wilder, sometido a un proceso de adiestramiento hasta convertirse a los requerimientos del imperio capitalista occidental.
Nuestras aulas son una fuente de convivencia intercultural. Se configuran como recept¨¢culos de disparidades sociales que nos llevan a buscar matices a cada sentencia vertida sobre la inmigraci¨®n, en el continuo juicio popular que vivimos. A pesar de que la diversidad y las relaciones entre personas enriquecen y cohesionan las comunidades ¡ªtambi¨¦n educativas¡ª, la viralizaci¨®n del lenguaje antiinmigraci¨®n llega a las mentalidades de los j¨®venes actuales a trav¨¦s de su alta exposici¨®n a v¨ªdeos cortos repletos de fakes. Es ah¨ª cuando se produce aquello que ya anunciaba Eduardo Galeano en pleno esplendor de la industria televisiva: ¡°la televisi¨®n muestra lo que ella quiere que ocurra y nada ocurre si la televisi¨®n no lo muestra¡±.
A pesar de los intentos de las compa?¨ªas por limitar los tiempos de uso, los estudios alertan de que, de media, los adolescentes pasan cerca de dos horas al d¨ªa viendo v¨ªdeos de Tiktok. Si cada v¨ªdeo corto durase treinta segundos, podr¨ªamos calcular que un menor de edad consumir¨ªa m¨¢s de doscientos mensajes audiovisuales diarios de diverso contenido, con el influjo algor¨ªtmico que ello supone para sucumbir ante ideas racistas que incitan el discurso de odio. La situaci¨®n no es muy diferente en el p¨²blico adulto, rendido ante las sensaciones negativas que atraen los titulares e im¨¢genes m¨¢s llamativas.
Con todo ello, introducir la mentalidad descolonial y antisupremacista en la ense?anza no es tarea sencilla. Tampoco ayudan unos planes de estudio construidos de forma hist¨®rica desde una posici¨®n etnoc¨¦ntrica. Adem¨¢s, la escuela segrega desde la configuraci¨®n de mapas de distribuci¨®n de centros para crear entornos donde hay infrarrepresentaci¨®n migrante y otros con justo lo contrario; en ambos casos, sostenidos con fondos p¨²blicos, lo cual es sangrante.
El hist¨®rico cambio de tendencia en los flujos migratorios no ha conllevado un reparto igualitario de alumnado entre centros p¨²blicos y privados, absorbiendo los primeros a su mayor¨ªa. La riqueza ¨¦tnica y cultural que esto puede conllevar no se corresponde con las precarias pol¨ªticas basadas en la equidad que reciben aquellos centros que suman a su alta complejidad la inevitable consecuencia de que tengan m¨¢s huecos libres para matricular estudiantes reci¨¦n llegados durante un curso: en unas ratios m¨¢s bajas, habr¨¢ m¨¢s posibilidad de que sea escolarizada mayor cantidad de alumnado inmigrante.
Todo ello me lleva a preguntarme inevitablemente sobre si hemos acabado el curso siendo un poco m¨¢s racistas. No solo por no haber sido capaces de frenar el diluvio de (des)informaci¨®n al que est¨¢n sometidos nuestros j¨®venes en una convulsa aldea digital ante la que no podemos permanecer al margen. Creo que no hemos estado a la altura porque seguimos sin entender la magnitud de las consecuencias de la mirada colonial sobre el sistema, una mirada que lo impregna todo. Tampoco se puede decir que nos haya cogido de sorpresa el latente problema de la escolarizaci¨®n de chavales inmigrantes llegados en pateras a Canarias, por mucho que este a?o se haya agudizado una situaci¨®n que no es nueva pero que, por su magnitud, ha destapado las verg¨¹enzas de la Ley de Extranjer¨ªa.
La necesaria revisi¨®n que vengo a defender pasa tambi¨¦n por una reorganizaci¨®n de las pr¨¢cticas escolares que en muchos casos no ha logrado darse. En Sobreviviendo al siglo XXI (Debate, 2023), el activista mexicano Sa¨²l Alvidrez logr¨® unir en una conversaci¨®n a Jos¨¦ Mujica y a Noam Chomsky. En uno de los momentos de la entrevista, Chomsky cuenta que hace no mucho visit¨® una escuela de primaria en Arizona con alto ¨ªndice de poblaci¨®n migrante mexicana, as¨ª como elevados porcentajes de absentismo y problem¨¢tica en el pasado. Un programa que introduc¨ªa huertos y cr¨ªas de animales en sus secuencias did¨¢cticas, con un modelo pedag¨®gico y organizativo en el que los ni?os aplicaban estudios cient¨ªficos a una organizaci¨®n comunitaria de cosechas, logr¨® bajar las tasas de deserci¨®n y la conflictividad del colegio a m¨ªnimos.
?Son estas pr¨¢cticas habituales en la preponderante forma de entender la ense?anza en nuestras escuelas? ?Nuestros centros escolares pueden ser lo suficientemente aut¨®nomos para organizarse en torno a este tipo de estrategias, o todo est¨¢ encorsetado en un modelo burocratizado en el que resulta casi imposible salirse de la norma imperante?
No, la inmigraci¨®n no es el problema, por mucho que nos repitan esa narrativa las voces m¨¢s medi¨¢ticas, como tampoco es la soluci¨®n. Simplemente es una condici¨®n humana que caracteriza hist¨®rica y culturalmente la evoluci¨®n de nuestras sociedades y, por ende, la composici¨®n de nuestras escuelas. Una condici¨®n a la que no hemos sabido dar respuesta.
En definitiva, homogeneizar centros y aulas mediante estrategias segregadoras que hacen invisibles o separan a quienes son considerados menos por su diferencias nos hace un poquito m¨¢s racistas. Junto a otras pr¨¢cticas heredadas, allana el camino a posiciones reaccionarias cuyo discurso hip¨®crita tienta a los m¨¢s j¨®venes en internet, a la vez que muchos seguimos deseando que fecunde otra sensibilidad transformadora, la misma que anunciaba Garc¨ªa Lorca en sus versos de Poeta en Nueva York, hace pronto cien a?os: ¡°que un ni?o negro anuncie a los blancos del oro / la llegada del reino de la espiga¡±.
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