Educaci¨®n y memoria: fragmentos de un poema
El 12 de septiembre de 1973, un d¨ªa despu¨¦s del golpe de Estado que asolar¨ªa al pa¨ªs por m¨¢s de 16 a?os, V¨ªctor Jara ingres¨® como prisionero clandestino al Estadio de Chile. Desde el comienzo, supo que pronto lo matar¨ªan. La brutal dictadura que se iniciaba bajo el mando del General Pinochet, no perdonar¨ªa su impertinencia de poeta popular, de juglar inmenso de la libertad, de la justicia social y de la igualdad. V¨ªctor Jara, uno de los m¨¢s grandes artistas latinoamericanos, sab¨ªa que ser¨ªa asesinado en pocas horas, aunque su risa no se despegaba un segundo de su rostro de trovador m¨¢gico, de campesino humilde, de militante incansable. Ni bien ingres¨® al Estadio que a?os m¨¢s tarde llevar¨ªa su nombre, V¨ªctor fue golpeado ferozmente. A pesar que ten¨ªa sus manos destrozadas por los garrotazos de fusil, consigui¨® escribir un poema que entreg¨®, en fragmentos, a sus compa?eros de martirio. Quer¨ªa que lo hicieran llegar a Joan, su mujer amada. Distribuirlo en peque?os pedazos de papel impedir¨ªa que fuera interceptado por sus carceleros. El 15 de septiembre, V¨ªctor Jara fue asesinado. Su poema, como su risa, consigui¨® transponer los muros grises y helados de ese estadio de muerte y espanto.
Augusto Pinochet, dictador chileno.
A?os m¨¢s tarde, los diferentes fragmentos de ese desconsolado poema fueron recuperados. Un impactante mural del artista Jorge Tacla lo inmortaliza en el acceso al Museo de la Memoria y los Derechos Humanos de Chile.
Un poema en fragmentos, sobreviviendo a la brutalidad de una dictadura que pens¨® ingenuamente que los juglares de la libertad mueren cuando se les cortan las manos o se les calla la voz. Pedacitos de papel m¨¢s fuertes que el tronar de las balas que destrozaron los cuerpos, aunque nunca las almas, de millares de chilenos y chilenas que, como ¨²nico delito, se hab¨ªan animado a so?ar con un pa¨ªs m¨¢s justo. Pedacitos de papel, fragmentos de un poema, sobreviviendo al tiempo, como la risa de V¨ªctor Jara.
Inmortales, como todo canto de libertad.
El derecho a la memoria, en Chile y en toda Am¨¦rica Latina, puede interpretarse como un ejercicio de recuperaci¨®n de los fragmentos de una historia dispersa. Una historia que, para ser contada, precisa ser reconstruida, expurgada del silencio a que se la someti¨® por medio de la violencia, la tortura, la desaparici¨®n y el asesinato. La historia latinoamericana est¨¢ marcada por esta violencia y por los esfuerzos de sus ¨¦lites en ocultar y silenciar las razones que explican por qu¨¦, en nuestros pa¨ªses, los derechos humanos han sido sistem¨¢ticamente despreciados.
El derecho a la memoria es siempre, ineludiblemente, el derecho que los pueblos tienen a conocer su pasado para tener la oportunidad de construir su emancipaci¨®n.
Se trata de tener derecho a rechazar el calendario de efem¨¦rides y de silencios que nos han tratado de imponer. Se trata de rechazar el olvido y de aceptar que el fardo del pasado s¨®lo podr¨¢ ser superado cuando seamos capaces de mirar hacia adelante sin las antiparras del miedo o de la apat¨ªa. Hay que recordar para poder avanzar. Hay que juntar los fragmentos de todos los poemas que a¨²n permanecen perdidos. Y hay que hacerlo porque un pueblo que no puede pensar su pasado, no puede pensar su futuro.
Desaparecidos chilenos. La dictadura como proyecto del olvido.
La memoria no es s¨®lo recuerdo, evocaci¨®n o registro nost¨¢lgico de un tiempo ya transitado. Es una gu¨ªa para la acci¨®n, para el movimiento en el itinerario del porvenir. La memoria es ese imperativo categ¨®rico que nos propone Theodor W. Adorno, cuando afirma que recordar es actuar para que Auschwitz no se repita. Mediante la met¨¢fora dolorosa de Auschwitz, Adorno establece los v¨ªnculos entre memoria, pensamiento y acci¨®n. Que la barbarie no se repita es el imperativo categ¨®rico de la humanidad. Tenemos derecho a la memoria, porque tenemos derecho a hacer del nuestro, un futuro mejor.
En Am¨¦rica Latina, recordar es una obligaci¨®n moral. O sea, una obligaci¨®n pr¨¢ctica, pedag¨®gica, educativa; una obligaci¨®n para la intervenci¨®n y el compromiso. Por eso, en este rinc¨®n del mundo, la educaci¨®n es tan importante. No creo que la escuela p¨²blica deba encontrar las causas que la justifican en otro fundamento que no sea el de contribuir con la defensa y ampliaci¨®n de los derechos humanos. Parece tan importante esta misi¨®n comparada con las perspectivas educativas que nos proponen los que consideran que la transmisi¨®n de las competencias del mercado y la formaci¨®n profesional son los ¨²nicos destinos que le cabe al sistema educativo en una sociedad democr¨¢tica.
Aqu¨ª, en Latinoam¨¦rica, no podemos darnos el lujo de que la educaci¨®n no sea una pr¨¢ctica de la libertad.
El derecho a la educaci¨®n y el derecho a la memoria funden y confunden sus fronteras, sus sentidos, su raz¨®n de ser. La educaci¨®n es un bien p¨²blico fundamental porque de ella depende la posibilidad de que el pasado se vuelva legible, se vuelva un mapa, una gu¨ªa que nos permita explicar porque llegamos hasta aqu¨ª. En este sentido, no cabe duda que una educaci¨®n de calidad ser¨¢ aquella que tenga la capacidad de contribuir a evitar que los errores del pasado vuelvan a repetirse.
Aqu¨ª, en el Sur del planeta, deberemos seguir juntando los fragmentos de una historia que casi siempre ha sido mal contada. Y tendremos que hacerlo porque la educaci¨®n es, al igual que el poema de V¨ªctor Jara, un desaf¨ªo a la barbarie, un inmenso acto de amor.
Canto que mal me sales Cuando tengo que cantar espanto Espanto como el que vivo como el que muero, espanto. De verme entre tanto y tantos momentos del infinito en que el silencio y el grito son las metas de este canto¡
(V¨ªctor Jara, 14 de septiembre de 1973)
(Desde Buenos Aires)
V¨ªctor Jara, poeta de la libertad.
Recomendados:
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