La persistencia de las desigualdades de g¨¦nero (3): Malditos mercados
Parece indudable que existe una relaci¨®n muy estrecha entre las oportunidades que una persona tiene en el sistema escolar y las que le ofrecer¨¢ el mercado de trabajo. A mayor nivel educativo, mejores niveles de empleo y mejores salarios. Las ventajas en materia de ingresos y la calidad de los empleos dependen en buena medida del nivel educativo alcanzado por una persona. Una afirmaci¨®n que tiene plena validez en tiempos de prosperidad y que se pone en evidencia en el contexto de una crisis econ¨®mica como la que vive buena parte del mundo actualmente. Los m¨¢s ¡°preparados¡± para evitar los riesgos del desempleo y la precarizaci¨®n laboral son los que tienen m¨¢s altos niveles educativos y han sido educados en las mejores escuelas.
La relaci¨®n quiz¨¢s sea obvia. Sin embargo, en materia sociol¨®gica, una buena costumbre debe ser siempre desconfiar de lo que parece obvio y ponerlo bajo sospecha, interrogarlo.
Los v¨ªnculos entre educaci¨®n, empleo y bienestar son bastante m¨¢s complejos que los que enuncian buena parte de los analistas del mercado de trabajo.
Tal como hemos afirmado en las notas anteriores, las mujeres fueron el sector de la poblaci¨®n que m¨¢s ha mejorado posiciones dentro del sistema escolar. El aumento en las tasas de escolarizaci¨®n femeninas ha sido extraordinario durante los ¨²ltimos treinta a?os, particularmente en pa¨ªses como Brasil, hoy la sexta econom¨ªa del planeta.
Si la relaci¨®n entre educaci¨®n y empleo fuera todo lo efectiva que se afirma que es, las oportunidades laborales de las mujeres deber¨ªan haber aumentado de forma directamente proporcional a sus logros educativos. Pero no fue as¨ª. El mercado de trabajo es un ¨¢mbito mucho m¨¢s refractario a la igualdad de g¨¦nero que el sistema educativo. Al mundo laboral parece costarle trabajo la idea de que hombres y mujeres deben tener los mismos derechos, las mismas oportunidades y el mismo trato.
Aunque las mujeres tienen hoy niveles educativos iguales o superiores a los de los hombres, sus empleos siguen siendo los m¨¢s precarios; su acceso a los puestos de comando y direcci¨®n sigue siendo muy limitado o absolutamente escaso; sus salarios mucho o much¨ªsimo m¨¢s bajos que los de los hombres, inclusive cuando ejercen los mismos puestos y poseen los mismos niveles de escolaridad.
En muchos pa¨ªses de latinoamericanos, a mayor escolaridad, mayor la diferencia salarial entre hombres y mujeres. Las mujeres con bajos niveles educativos reciben cerca del 70% de la remuneraci¨®n de los hombres que poseen su misma trayectoria escolar. Sin embargo, cuando se trata de mujeres con m¨¢s de 12 a?os de escolaridad, sus remuneraciones suelen corresponder a menos del 60% que las percibidas por los hombres con la misma formaci¨®n.
Parecer¨ªa ser que a las mujeres les va mucho mejor en la escuela que en el mercado de trabajo. Cuanto m¨¢s estudian, el mercado despliega su misoginia con sorprendente eficacia y las recompensa con m¨¢s desigualdad respecto a los hombres, no con menos.
En Brasil, el n¨²mero de j¨®venes entre 18 y 24 a?os cursando estudios universitarios pas¨® del 22 al 48% en 10 a?os. Los principales beneficiarios de este crecimiento fueron los sectores tradicionalmente excluidos de las universidades, como las clases medias emergentes y, dentro de ellas, las mujeres.
El proyecto O retorno da educa??o no mercado de trabalho, coordinado por Marcelo Neri en el Centro de Pol¨ªticas Sociais de la Funda??o Get¨²lio Vargas, aporta algunos insumos de gran relevancia para ponerle matices a cualquier euforia triunfalista sobre el fin de las desigualdades de g¨¦nero en nuestras sociedades. En efecto, las investigaciones de Neri muestran con elocuencia que la educaci¨®n genera siempre un retorno econ¨®mico que se incrementa conforme aumentan los a?os de escolaridad. De tal manera, la jerarqu¨ªa salarial se espeja en las jerarqu¨ªas dentro del sistema educativo, siendo m¨¢s amplia cuanto mayor es la distancia que separa los niveles de escolarizaci¨®n de los trabajadores. Por este motivo, es l¨®gico que los pobres aspiren a aumentar su nivel educativo, convencidos de que la permanencia en el sistema escolar les aportar¨¢ un recurso de fundamental valor a la hora de disputar un puesto en el mercado de trabajo. Entre tanto, la suposici¨®n de que las dificultades que enfrentan los pobres en materia de empleo se deben ¨²nicamente a su educaci¨®n, no pasa de una banal simplificaci¨®n. Las informaciones que hemos recopilado de la base de indicadores del Espejo de Educaci¨®n e Ingresos, permite comparar j¨®venes brasileros de centros urbanos y rurales, con la misma edad y diferenciados por g¨¦nero, el color de su piel y su nivel educativo. La informaci¨®n disponible estima los niveles de ingresos promedio derivados del trabajo y las probabilidades de empleo para cada categor¨ªa: hombres y mujeres; blancos y no blancos; urbanos y rurales.
As¨ª, podemos observar que, cuando se comparan los ingresos y las oportunidades de empleo entre un hombre y una mujer blancos, ambos con una edad entre 20 y 24 a?os, que viven en un centro urbano y que poseen s¨®lo estudios primarios completos, el hombre tendr¨¢ un ingreso promedio de € 154 y una probabilidad de 76% de estar empleado. La mujer, un ingreso de € 94 y 41% de chances de estar empleada. En Brasil, las diferencias salariales llegan a 40% a favor de los hombres y las oportunidades de empleo caen dr¨¢sticamente cuando las candidatas son mujeres.
Diferenciales de ingresos y probabilidad de empleo en j¨®venes urbanos con diferentes niveles educativos
Nivel educativo
Categor¨ªa
Ingreso del trabajo promedios (€)
Probabilidad de estar empleado/a
Primaria completa
(20-24 a?os)
Hombre blanco
154
76,2
Hombre negro
119
76,1
Mujer blanca
94
41,0
Mujer negra
73
40,0
Secundaria completa
(20-24 a?os)
Hombre blanco
208
83,7
Hombre negro
161
83,6
Mujer blanca
127
52,7
Mujer negra
120
52,6
Curso de Medicina completo
(25-29 a?os)
Hombre blanco
1.183
96,8
Hombre negro
913
96,8
Mujer blanca
724
87,0
Mujer negra
524
86,0
Curso de Derecho completo
(25-29 a?os)
Hombre blanco
923
92,8
Hombre negro
713
92,7
Mujer blanca
566
73,6
Mujer negra
436
73,5
Curso de Pedagog¨ªa completo
(25-29 a?os)
Hombre blanco
513
94,0
Hombre negro
396
94,0
Mujer blanca
314
77,5
Mujer negra
240
77,4
Nota: € 1,00 = R$ 2,30. Elaboraci¨®n propia sobre informaci¨®n disponible en la base de datos del Espelho de Educa??o e Renda ¨C Retornos da Educa??o no Mercado de Trabalho, Funda??o Get¨²lio Vargas. Sobre microdatos del Censo 2000 / IBGE.
Los datos son elocuentes y reafirman que a mayor nivel educativo mejores salarios. Sin embargo, tambi¨¦n ponen en evidencia algunos de los factores que operan en los procesos de discriminaci¨®n y segregaci¨®n en el mercado de trabajo que la propia educaci¨®n no consigue superar o limitar. En efecto, cuando se compara transversalmente en una misma categor¨ªa los retornos econ¨®micos obtenidos por la educaci¨®n (por ejemplo, en los hombres blancos), los avances son progresivos. Mientras tanto, cuando la comparaci¨®n se realiza entre categor¨ªas, las desigualdades son notables. En Brasil, un hombre blanco de 20 a 24 a?os con escolaridad primaria completa tiene un ingreso superior al de una mujer negra con nivel universitario incompleto (€ 154 y € 132, respectivamente). N¨®tese que, en el cuadro presentado, la diferencia salarial entre un hombre blanco con estudios secundarios completos y una mujer negra con curso universitario de pedagog¨ªa completo es s¨®lo de 16% a favor de la mujer (€ 208 en el hombre, € 240 en la mujer). O sea, una mujer negra que ha superado todas las barreras de la discriminaci¨®n, abri¨¦ndose paso con un enorme esfuerzo hasta concluir sus estudios universitarios, ganar¨¢ en promedio € 32 m¨¢s que un hombre blanco que ha concluido sus estudios secundarios. Esto, claro, si la mujer negra consigue un empleo, ya que sus chances de estar empleada ser¨¢n menores que las de un hombre blanco con estudios secundarios. 8 de cada 10 hombres blancos con estudios secundarios completos est¨¢n empleados, mientras que 7 de cada 10 pedagogas negras lo est¨¢n.
La educaci¨®n parece ser una buena inversi¨®n si las mujeres negras se comparan consigo mismas en situaciones de menor escolaridad. Cuando ellas lo hacen con el desempe?o que tienen los hombres blancos en el mercado de trabajo, el resultado puede ser un poco desalentador.
Dicho en otros t¨¦rminos, es verdad que para obtener mejores ingresos en el mercado de trabajo hay que tener m¨¢s educaci¨®n. Sin embargo, si se ha nacido hombre y de piel blanca, el beneficio econ¨®mico de la educaci¨®n es mucho mayor que cuando se ha nacido mujer y negra. De manera general, los hombres blancos ganan el doble que las mujeres negras con los mismos niveles educativos y un poco menos que el doble que las mujeres blancas.
?Mala suerte femenina?
Estimo que no. M¨¢s bien, me inclino a pensar que aunque las mujeres y la poblaci¨®n negra mejoraron significativamente sus posiciones dentro del sistema escolar, los mercados de trabajo se han mantenido tan sexistas y racistas como lo eran hace algunas d¨¦cadas atr¨¢s.
En Brasil, parece que el mercado de trabajo ha aceptado antes la diversidad racial que la de g¨¦nero, ya que la matriz hombre-mujer opera como un mecanismo de discriminaci¨®n mayor que la matriz blanco-negro. Es curioso que, en el sistema escolar, ocurre lo contrario: la discriminaci¨®n racial sigue siendo un mecanismo de exclusi¨®n y discriminaci¨®n m¨¢s intenso que el g¨¦nero, aunque esto ser¨¢ motivo de otra nota.
Por m¨¢s que las personas mejoren sus posiciones en el sistema educativo, lo que definir¨¢ sus salarios no ser¨¢ s¨®lo su nivel de conocimientos ni el tipo de escuela en la que han estudiado, sino, fundamentalmente, el color de su piel y su g¨¦nero. En otras palabras, m¨¢s all¨¢ de su escolarizaci¨®n, cuando las personas llegan al mercado de trabajo ser¨¢n clasificadas en virtud de criterios sexistas, racistas y discriminadores que limitar¨¢n de manera clara sus m¨¦ritos educativos.
M¨¢s que seguir machacando si la escuela responde o no a las demandas del mercado de trabajo, deber¨ªamos tratar de comprender por qu¨¦ las relaciones laborales actuales, no s¨®lo en los pa¨ªses de bajo desarrollo sino tambi¨¦n en los m¨¢s ricos, acaban obturando los avances educativos, haciendo con que el trabajo precario y la discriminaci¨®n laboral sepulten muchas de las justas aspiraciones de progreso y bienestar que los sectores m¨¢s pobres pretenden construir a partir de la educaci¨®n.
La escuela sigue siendo, en todo el mundo, un lugar bastante m¨¢s hospitalario que el mercado de trabajo.
Oswaldo Guayasam¨ªn, Maternidad.
(Desde Buenos Aires)
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