Nigeria, el asesinato como instituci¨®n
Autor invitado: Chido Onumah (*)
Traducci¨®n de Virginia Solans. Ver original en ingl¨¦s aqu¨ª
Pasaron varias semanas hasta que me enter¨¦ de que un antiguo compa?ero hab¨ªa fallecido en el accidente de un avi¨®n de Dana Air que se estrell¨® el pasado 3 de junio. Me caus¨® una gran tristeza pensar que decenas de nigerianos inocentes de todas las clases sociales hab¨ªan muerto en un suceso tan espantoso. Pero a¨²n me result¨® mucho m¨¢s triste saber que una de las v¨ªctimas era alguien a quien hab¨ªa conocido y con quien hab¨ªa trabajado. Al fin y al cabo, ?no somos todos v¨ªctimas? Comentar¨¦ este asunto m¨¢s adelante. Aun se desconocen las posibles causas del accidente. Pero espero que cuando el jurado emita su sentencia y aparezcan posibles evidencias de que el avi¨®n se estrell¨® por culpa de una negligencia de la compa?¨ªa, las autoridades aseguren, por el bien de los fallecidos en aquel fat¨ªdico d¨ªa, que los responsables sean castigados como corresponde.
El presidente Jonathan Goodluck llorando en el lugar del accidente. Fotograf¨ªas de Reuters/AFP.
El accidente del avi¨®n de Dana Air ha provocado tal angustia y empat¨ªa entre los nigerianos como pocos otros sucesos anteriores. Quiz¨¢ ello ha tenido que ver con el perfil de los pasajeros que viajaban en aquel fat¨ªdico avi¨®n. O con la cantidad de historias de inter¨¦s humano que se han conocido. Tal vez ha sido porque hemos sido testigos de un nuevo accidente de avi¨®n despu¨¦s de la racha que padecimos a principios de 2000. Y sin embargo, todo el alboroto que se ha formado desaparecer¨¢. El asunto se olvidar¨¢ y la historia lo borrar¨¢ de su memoria tal como suceder¨¢ con los cuerpos destrozados de las v¨ªctimas del siniestro de Dana.
En Nigeria nos hemos acostumbrado a presenciar la muerte. Aqu¨ª la vida humana no vale nada. Y la muerte, aun siendo algo terrible, se ha convertido en ¡°una de esas cosas¡± con las que tenemos que convivir. El otro d¨ªa sin ir m¨¢s lejos, una torre de alta tensi¨®n se desplom¨® en Ibadan, la capital del estado de Oyo, causando la muerte de siete personas. Cientos de nigerianos han muerto extrayendo queroseno y petr¨®leo de los pozos y los gaseoductos carentes de mantenimiento. Decenas de nigerianos mueren cada d¨ªa por la explosi¨®n de una bomba y en accidentes de tr¨¢fico. Multitud de mujeres mueren cada a?o al dar a luz. Para millones de ni?os nigerianos, ¡°su futuro es un ata¨²d del tama?o de su cuerpo porque no tienen acceso a las vacunas m¨¢s b¨¢sicas¡±.
La esperanza de vida en Nigeria (47 a?os) es, seg¨²n los expertos, la m¨¢s baja entre los pa¨ªses de ?frica occidental. El doctor Abdulsalam Nasidi, profesor de Virolog¨ªa humana y biotecnolog¨ªa y director de proyectos, afirm¨® recientemente: ¡°Uno de cada cinco ni?os muere de polio y otras enfermedades infecciosas antes de cumplir cinco a?os. Nigeria es uno de los cuatro pa¨ªses donde la polio es todav¨ªa una enfermedad epid¨¦mica¡±.
Queda pues claro que todos somos v¨ªctimas. Victimas de un estado que ha institucionalizado el asesinato. Uno de los an¨¢lisis m¨¢s interesantes que he le¨ªdo sobre el accidente del avi¨®n de Dana Air es el del profesor Pat Utomi titulado ¡°Un accidente como s¨ªntoma¡±. La idea central del an¨¢lisis de Utomi es que ¡°el accidente (de Dana) es solamente un s¨ªntoma de una grave enfermedad que, al igual que el c¨¢ncer cuando presenta met¨¢stasis, se ha extendido a cada una de las partes que componen nuestro pa¨ªs. El problema de Nigeria es que vive negando el fracaso del pa¨ªs como estado¡±.
Resulta duro decirlo pero la realidad es que Nigeria es un estado desmoronado. Y cuando un estado fracasa como Somalia, por ejemplo, ya nadie se preocupa de si las leyes funcionan bien o mal. Solamente tenemos que observar el d¨ªa a d¨ªa para apreciar el colapso de la ley y el orden. Algunas personas se sienten inc¨®modas cuando se compara a Nigeria con otros pa¨ªses. Sin embargo, yo no comparto esa apreciaci¨®n. Creo que Nigeria ha sido bendecida con recursos humanos y materiales y no hay ninguna raz¨®n por la que el pa¨ªs tenga que encontrarse en una situaci¨®n como la actual. Pero parece como si el resto de ?frica estuviera manteniendo a nuestra querida naci¨®n y estuvi¨¦ramos a la cola del resto de los pa¨ªses de ?frica.
Recientemente estuve en Kenia en un viaje de estudios organizado bajo el patrocinio de la John Hopkins University School y la Fundaci¨®n Bill & Melinda Gates. El viaje fue muy instructivo en muchos aspectos. Kenia y Nigeria tienen muchas cosas en com¨²n especialmente cuestiones como la corrupci¨®n, la violencia pol¨ªtica y el terrorismo, as¨ª como profundas divisiones ¨¦tnicas y culturales. Sin embargo Kenia es un pa¨ªs que reconoce que tiene serios problemas y parece realmente comprometido a enfrentarlos.
Una de las tardes la dediqu¨¦ a buscar grupos electr¨®genos en Nairobi y mi gu¨ªa keniata, un redactor de Nation, el mayor peri¨®dico de ?frica central y oriental, no pod¨ªa contener su perplejidad. Mi gu¨ªa me dijo que en Kenia no tienen problemas de cortes de luz por lo que no necesitan grupos electr¨®genos. Cuando le expliqu¨¦ la situaci¨®n por la que atraviesa Nigeria, lo ¨²nico que pudo mascullar fue: ¡°amigo m¨ªo, tendr¨ªais que echar a alguien¡±. ?Ojala que nuestro ¨²nico problema fuera simplemente echar a alguien! Al parecer, a los habitantes de Kenia los avisan si se produce un corte de luz durante al menos una hora. Algunas de las cosas que me explicaron sobre Kenia me hicieron pensar que tengo raz¨®n cuando pienso en mi teor¨ªa sobre el desmoronamiento de Nigeria como naci¨®n.
Durante los diez d¨ªas que permanec¨ª en Kenia no escuch¨¦ un solo sonido de sirenas. La ley solo permite al presidente del pa¨ªs utilizarlas. Otros de los grupos que tienen permiso para ello son las ambulancias y los veh¨ªculos de emergencia como los camiones de bomberos. Esta es la primera lecci¨®n que los keniatas aprenden cuando van a la autoescuela. Algo as¨ª es inconcebible en Nigeria. Sus habitantes tienen que soportar todo tipo de brutalidades. Adem¨¢s, se producen numerosas muertes causadas por los innumerables convoyes que conducen a una velocidad suicida.
Al presidente de Kenia, Mwai Kibaki, la universidad Makerere University de Uganda le ha concedido recientemente un doctorado honoris causa. Fue all¨ª donde se licenci¨® en Econ¨®micas en 1955 con un expediente acad¨¦mico brillante pero en ning¨²n caso hace ostentaci¨®n de su ¡°doctorado¡±. En Nigeria, cualquier payaso que puede pagar sus estudios es ¡°licenciado en cualquier cosa¡±. El presidente Kibaki pilota aviones comerciales como los de las l¨ªneas a¨¦reas de Kenia, una de las compa?¨ªas lideres de ?frica con m¨¢s de sesenta destinos a todo el mundo. En Kenia, el alumbrado p¨²blico funciona, las carreteras son transitables y sin embargo, abunda la corrupci¨®n. La diferencia estriba en que cuando en Nigeria los pol¨ªticos y los funcionarios roban fondos p¨²blicos lo hacen como si no hubiera un ma?ana. Como si fueran los colonizadores.
A pesar de que el idioma oficial de Kenia es el ingl¨¦s, tienen adem¨¢s una lengua nacional (swahili) y una constituci¨®n completamente nueva cuyo esp¨ªritu es incluir los numerosos desaf¨ªos de la sociedad keniana incluyendo seguros para un 35% de sus habitantes. Kenia exporta t¨¦ y flores. Gran parte de sus ingresos dependen del turismo as¨ª que los kenianos se preocupan por cuidar lo mejor posible su pa¨ªs. Nigeria est¨¢ en la otra cara de la moneda. Es el primer productor de petr¨®leo de ?frica subsahariana y sin embargo tiene que importar productos refinados del petr¨®leo porque las cuatro refiner¨ªas del pa¨ªs est¨¢n paralizadas.
Cuando mi gu¨ªa y yo terminamos con las comparaciones entre Nigeria y Kenia llegamos a la conclusi¨®n de que ¡°son dos pa¨ªses diferentes dentro de todo el continente africano¡±, lo que significa que a los ojos de ?frica occidental, puede ser que seamos ¡°los pa¨ªses m¨¢s desarrollados¡±. No podr¨ªa estar m¨¢s de acuerdo. Si bien es cierto que algunos otros han hecho progresos importantes. Kenia es un pa¨ªs moderno. Y una sociedad en la que existen unas reglas de compromiso entre los ciudadanos y entre el gobierno y sus ciudadanos. Todo lo cual confirma dichas cualidades.
Aun as¨ª y aunque hay que estar muy seguro para hacer una afirmaci¨®n como esta, no puedo decir lo mismo sobre Nigeria. Las cifras hablan por s¨ª solas y estos son algunos de los ejemplos: el mantenimiento de la flota de aviones del presidente nigeriano costaba cien millones de euros mientras que el presupuesto total para la industria de la aviaci¨®n era de casi ciento diez millones de euros. ?No resulta pues sorprendente que se destine a la aviaci¨®n comercial una cantidad tan peque?a? Recientemente cay¨® en mis manos un documento de la Comisi¨®n nacional de universidades en el que se publicaba una lista de las cuarenta y cuatro ¡°universidades falsas¡± que hay en el pa¨ªs. Es decir, en total representaban un tercio de las universidades ¡°aut¨¦nticas¡±. ?Y solamente en Nigeria!
Creo recordar que fue el revolucionario cubano Fidel Castro quien en cierta ocasi¨®n dijo ¡°en un pa¨ªs donde no hay leyes, no es legal ser respetuoso con la ley¡±. Me parece que Nigeria ha hecho suya esa frase. Nuestro presidente afirma que no tiene ninguna intenci¨®n de declarar p¨²blicamente sus propiedades y que le importa un bledo el derecho de los nigerianos a conocer el valor de los mismos, a pesar de que un gesto tan sencillo como ese pudiera aumentar la transparencia pol¨ªtica y cambiar nuestra forma de pensar sobre la corrupci¨®n.
Y tal como ocurre con la educaci¨®n, lo mismo pasa con la sanidad. Aunque contemos con la NAFDAC (Agencia Nacional para la Administraci¨®n y Control de los alimentos y los medicamentos), sus informes confirman que entre el 70 y el 80 por ciento de los medicamentos que se venden en Nigeria son falsos. Y en este sentido, son numerosas las historias que nos cuentan sobre presuntos ¡°m¨¦dicos¡± indios que operan en cl¨ªnicas de lujo de la capital, Abuja, a mujeres nigerianas asustadas y estafadas a las que les hab¨ªan ¡°diagnosticado¡± un tumor. Si se instalan m¨¦dicos y hospitales en nuestras calles sin ning¨²n tipo de trabas, podemos por tanto deducir que tambi¨¦n los legisladores, los profesores, los polic¨ªas, los jueces, los contratistas, los funcionarios, etc. son falsos. En resumidas cuentas, no hay nada que funcione en Nigeria. Ni un gobierno de ahora o uno del pasado. Ni tampoco ninguna instituci¨®n, desde la presidencia a los ayuntamientos.
Cuando un pa¨ªs act¨²a con negligencia y asesina a sus propios ciudadanos, ese pa¨ªs no es otra cosa que un estado fallido.
(*) Chido Onumah es periodista nigeriano y autor del libro ¡°Time to reclaim Nigeria¡±. Ensayos 2001-2011. Es uno de los doce periodistas internacionales que particip¨® este a?o en el proyecto del International Reporting Project en Kenia, al que tambi¨¦n estuvo invitado El Pa¨ªs Semanal. Onumah dirige el African Centre for Media & Information Literacy (AFRICMIL).
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