El Gran No
Como a todo buen ateo (sobre todo si adem¨¢s es anticlerical y espa?ol), siempre me han interesado mucho los asuntos del Vaticano, y por eso he seguido con puntualidad la renuncia de Benedicto XVI y la elecci¨®n de Francisco. Casi sobra decir que la primera me ha parecido mucho m¨¢s importante que la segunda. Soy partidario ac¨¦rrimo de papas belicosos, desmesurados y a ser posible broncas, as¨ª que fui un gran fan de Juan Pablo II, mientras que nunca me convencieron las finuras teol¨®gicas y las vacilaciones intelectuales de Benedicto XVI. Est¨¢ claro que comet¨ª un error. Me gustar¨ªa explicar por qu¨¦.
El a?o pasado, un festival literario organizado por Le Monde en Lyon nos pidi¨® a un grupo de escritores que eligi¨¦ramos la palabra que mejor defin¨ªa lo que escrib¨ªamos y que razon¨¢ramos nuestra elecci¨®n. Inmediatamente eleg¨ª mi palabra: No; inmediatamente escrib¨ª lo que sigue: ¡°?Qu¨¦ es un hombre rebelde?¡¯, se pregunt¨® Albert Camus. ¡®Un hombre que dice no¡¯. Si Camus tiene raz¨®n, la mayor¨ªa de mis libros tratan de hombres rebeldes, porque tratan de hombres que dicen no (o que lo intentan y fracasan). Esto en algunos de mis libros no es muy visible; en otros resulta imposible no verlo: Soldados de Salamina gira en torno al gesto de un soldado republicano que al final de la guerra civil espa?ola debe matar a un jerarca fascista y decide no matarlo; Anatom¨ªa de un instante gira en torno al gesto de un pol¨ªtico que, al principio de la actual democracia espa?ola, se niega a tirarse al suelo cuando los ¨²ltimos golpistas del franquismo se lo exigen a tiros. Las palabras de Dante (Infierno, III, 60) que sirven de ep¨ªgrafe a Anatom¨ªa podr¨ªan quiz¨¢ servir de ep¨ªgrafe a la mayor¨ªa de mis libros: ¡®Colui che fece (¡) il gran rifiuto¡¯. Aquel que dijo el gran no: Dante se refer¨ªa al papa Celestino V, que renunci¨® al papado, pero siglos m¨¢s tarde Constantin Cavafis entendi¨® que pod¨ªa referirse a todos los hombres. ¡®A cada uno le llega el d¨ªa¡¯, escribe Cavafis, ¡®de pronunciar el Gran S¨ª o el Gran No¡¯. De eso trata la mayor¨ªa de mis libros: del d¨ªa del Gran No (o el Gran S¨ª); es decir, del d¨ªa en que uno sabe para siempre qui¨¦n es. Por lo dem¨¢s, tambi¨¦n la literatura es un Gran No (que es un Gran S¨ª): escribir consiste en negar con palabras el mundo de la experiencia para afirmar otro mundo que s¨®lo existe a trav¨¦s de la experiencia de las palabras¡±.
El d¨ªa del Gran No; es decir, el d¨ªa en que uno sabe para siempre qui¨¦n es¡±
Sabemos por qu¨¦ renunci¨® al papado Celestino V, un monje con propensi¨®n al ascetismo que fue incapaz de sobrellevar durante m¨¢s de unos meses las luchas de poder del Vaticano; no muy distintas en apariencia han sido las razones de la abdicaci¨®n de Benedicto XVI: viejo y acosado por su mala salud, traicionado por sus m¨¢s pr¨®ximos y fracasado en sus intentos de purgar la Iglesia de cl¨¦rigos pederastas y banqueros corruptos, el Papa decidi¨® abrir paso a un sucesor con la energ¨ªa suficiente para realizar las reformas que ¨¦l no hab¨ªa podido realizar. Dante abomin¨® del Gran No de Celestino V (y por eso lo conden¨® al infierno), pero Cavafis entendi¨® que, a menudo, quien dice S¨ª parece salvarse, pero en realidad se condena, mientras que quien dice No parece condenarse, pero en realidad se salva. Es lo que ha ocurrido con Benedicto XVI. De entrada, su gesto es, como dice Claudio Magris, un gesto de gran libertad e inteligencia, porque no hay prueba mayor de libertad e inteligencia que ¡°darse cuenta, abiertamente, de la propia debilidad e inadecuaci¨®n¡± para llevar a cabo una tarea. Tambi¨¦n es un gesto parad¨®jico, porque es una paradoja que el Papa que ha culminado el giro tradicionalista iniciado por Juan Pablo II haya realizado el acto m¨¢s revolucionario de los ¨²ltimos tiempos, un acto que rompe con las normas del Vaticano y acaba con la imagen semidivina del Papa. Sobre todo es un gesto supremo de coraje, de lucidez y de convicci¨®n: hace falta un coraje y una lucidez excepcionales para renunciar a uno de los cargos con m¨¢s poder del mundo, pegando as¨ª un tremendo pu?etazo en la mesa y d¨¢ndoles la ¨²nica lecci¨®n que ya pod¨ªa darles a sus enemigos del Vaticano. A ellos y, de paso, a todos los dem¨¢s. O dicho de otro modo: este te¨®logo que estaba destinado a ser un Papa de circunstancias le ha devuelto a la Iglesia una seriedad que hasta los ateos y anticlericales hab¨ªamos olvidado.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.