Espa?oles todos
Leyendo un art¨ªculo sobre las verdaderas dimensiones del paro juvenil ¨Cm¨¢s o menos, la mitad del que nos dicen las conclusiones oficiales¨C me penetr¨® tal sensaci¨®n de aliento que, desacostumbrada como estoy, hube menester tomar asiento. Como, adem¨¢s, el firmante es William Chislett, que fue corresponsal de The Times en Espa?a, y del Financial Times en M¨¦xico, y que ahora tiene un curro en el Real Instituto Elcano y es un gran defensor de nuestro pa¨ªs en el extranjero, pues fue como que en vez de usar una silla tuve que alcachofarme en una poltrona. Lo cual que me dije: mira t¨², que estos de las estad¨ªsticas, para medir el paro, no ya el juvenil, sino todo en general, al usar la tasa en lugar de la ratio, hacen como si yo dijera por ah¨ª que en casa tengo solo sillas como asientos, cuando adem¨¢s poseo una poltrona. Cu¨¢nta demagogia estamos haciendo con respecto al desempleo, cielo santo.
No me pregunten c¨®mo, porque no lo entiendo, pero si no contamos a los que ni remotamente quieren echar palo al agua, a los maridos de las duquesas, incluso a los duques, a los arist¨®cratas en general, especialmente a ellas ¨Csalvo que consideremos un trabajo salir en las revistas¨C, a los impotentes y a los florecientes, pues resulta que el paro juvenil no est¨¢ en m¨¢s del 50%, sino en un porcentaje muy salado del 22%.
Venga ya, que os quej¨¢is de vicio, pa¨ªs de desagradecidos y de demagogos¡±
Y entonces es cuando yo me pregunto, ?a qui¨¦n le interesa que parezcamos un pa¨ªs pobre, y que hasta los propios interesados, cuando no encuentran trabajo a la altura de sus aptitudes se desmoronen y se vayan al extranjero, o se queden en casa sin clavarla, aumentando la tasa? D¨ªganmelo ustedes, porque no lo s¨¦. Pero lo cierto es que desde que le¨ª el art¨ªculo estoy muy tranquila, y m¨¢s tranquilo debe de haberse quedado don Mariano, que en sus comparecencias ya dec¨ªa yo que ten¨ªa demasiado aplomo, y era por eso, maldici¨®n. ?l piensa todo el rato en la ratio ¨Cque supongo que tambi¨¦n descuenta a los j¨®venes hijos de ministros que estudian en Estados Unidos¨C, mientras que nosotros nos desvelamos con la tasa porque tenemos el hogar lleno de sillas y de hijos llorones.
Esto tiene que terminar.
Es como lo del empleo sumergido, esa otra bendici¨®n en la que piensa la se?ora de F¨¢tima B¨¢?ez cuando se recoge y hace ver que le reza a la se?ora del Roc¨ªo. De larga tradici¨®n en los pa¨ªses del sur, semejante pr¨¢ctica se ha revelado como una de las patas que sostienen a los gobiernos, y da, adem¨¢s de beneficios a los trabajadores, an¨¦cdotas muy jugosas. En Grecia, por ejemplo, han sacado una ley que apoya a quienes exigen factura por su compra o consumici¨®n, y que les permite no pagar si no les dan la notita. Pues bien, un chico se fue sin aflojar la pasta de un establecimiento, despu¨¦s de haberla solicitado repetidamente, y al pobre, con la ley en la mano ¨¦l, y los otros con el palo en alto, lo molieron a hostias. Y claro, baj¨® la ratio una cosa mala, tanto en el apartado trabajo s¨ª que hay, pero es clandestino, como en el de j¨®venes que no buscan empleo porque no pueden ni moverse.
Yo desde ahora mismo no me pienso preocupar nunca m¨¢s en lo que me queda de vida y por los siglos de los siglos, y cuando vea a gente recogiendo comida en un s¨²per con la excusa de que van a repartirla entre los menesterosos, pues me encarar¨¦. A ver, ?qu¨¦ menesterosos? ?Acaso ellos quieren trabajar? ?Y qu¨¦ van a comer? ?Galletas?
Venga ya, que os quej¨¢is de vicio, pa¨ªs de desagradecidos y de demagogos.
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