La reina de las fiestas

Vivimos, sin duda, tiempos de neomachismo. Y no s¨®lo porque las conquistas que cre¨ªamos irreversibles en materia de igualdad de g¨¦nero corran el riesgo de ser aniquiladas por la crisis y el triunfo del neoliberalismo, sino tambi¨¦n porque el lenguaje moral de nuestra sociedad sigue prorrogando, en muchas ocasiones bajo el disfraz de lo pol¨ªticamente correcto, la diferenciaci¨®n jer¨¢rquica que durante siglos ha determinado el lugar de mujeres y hombres en la sociedad. De esta manera, y aunque es indudable que las mujeres han ido alcanzado determinadas cuotas de autonom¨ªa e incluso de poder, siguen estando condicionadas por un mandato de g¨¦nero que tiende a cosificarlas, a convertirlas en objeto sexual, a someterlas a los dictados de un canon est¨¦tico que las tiraniza y les niega la cualidad de sujetos.

La mayor¨ªa de las culturas, y no digamos de las religiones, han contribuido de manera singular a mantener ese rol subordinado de las mujeres, el cual se ha traducido a lo largo de la historia en rituales e im¨¢genes que han negado su subjetividad y las han mantenido calladas, dispuestas a ser observadas y deseadas, pero sin capacidad para abrir la boca o hacer expresa su inteligencia. En este sentido bastar¨ªa hacer un recorrido por muchas de las tradiciones de nuestros pueblos para descubrir esos ritos, esa simbolog¨ªa, ese papel que se prorroga y se justifica en la historia sin que haya la valent¨ªa de cuestionar su oportunidad en pleno siglo XXI.

En estos meses de agosto y de septiembre, en los que las fiestas se multiplican por nuestra geograf¨ªa, sigue siendo f¨¢cil encontrar rastros de esa cosificaci¨®n de la mujer. As¨ª, no me ha resultado del todo extra?o leer en un peri¨®dico digital que el Ayuntamiento de Estepa recupera este a?o, tras haberse interrumpido en 1982, la tradici¨®n de elegir a una Reina de las Fiestas y a su corte de honor. ¡°Un jurado compuesto por personas de relevancia en el ¨¢mbito de la belleza y la moda, tanto de Estepa como de otros pueblos de la provincia, determinar¨¢ qui¨¦nes van a seguir en su intento de alzarse con el t¨ªtulo de Reina de la Feria 2013 en la primera edici¨®n que se celebra desde que en el a?o 1982 se interrumpiera el certamen¡±, ha dicho el Ayuntamiento estepe?o en nota de prensa.

Una noticia que, insisto, no me ha sorprendido, porque en mi pueblo, Cabra, al sur de la provincia de C¨®rdoba, al igual que en otros muchos de esta Andaluc¨ªa tan patriarcal, esta tradici¨®n se ha mantenido hasta el d¨ªa de hoy y ha sido incluso potenciada por gobiernos municipales que dec¨ªan defender la igualdad de g¨¦nero en sus programas electorales. Las j¨®venes egabrenses, al igual que supongo este a?o las estepe?as, tienen la oportunidad de lucirse durante varios d¨ªas en los que se valora m¨¢s su belleza que su inteligencia, en los que lucir¨¢n varios modelos con los que tratar¨¢n de emular a las top de moda y en los que lo mismo har¨¢n el saque de honor de un partido de f¨²tbol que lucir¨¢n mantilla en actitud de recogimiento delante de la patrona. Ante tal c¨²mulo de desprop¨®sitos, que me retrotraen a los a?os del franquismo en los que eran las se?oritas de buena familia las elegidas para tal honor, no s¨®lo me cuestiono la lucidez de unos equipos de gobierno que amparan estas tradiciones sino tambi¨¦n la misma actitud de unas j¨®venes que siguen estando dispuestas a lucir palmito y a sentirse por unos d¨ªas las princesas del cuento. Algo, sin duda, hemos hecho mal en estas d¨¦cadas en materia de educaci¨®n igualitaria.

Puestos a mantener las tradiciones, y siendo fieles a los objetivos paritarios que nuestro ordenamiento insiste en perseguir, lo suyo ser¨ªa que en todos estos pueblos que siguen empe?ados en mantener ese ritual, fu¨¦ramos tambi¨¦n los chicos incorporados en igualdad de condiciones. De esta manera, reina y rey, y la correspondiente corte de infantas e infantes, compartir¨ªan el brillo de lo superfluo y har¨ªan las delicias de todas y de todos, con independencia de la orientaci¨®n sexual y de los deseos del respetable. En este sentido, la reciente noticia de que una transexual haya sido elegida como dama en las fiestas de Almendral representa, sin duda, una ruptura como m¨ªnimo sorprendente y digna de aplauso. Ahora bien, como yo no entiendo la paridad como la extensi¨®n a la mitad de la humanidad de las mismas tonter¨ªas hechas por la otra mitad, optar¨ªa por la eliminaci¨®n de unas tradiciones que durante d¨¦cadas han convertido a las mujeres en mero objeto expuesto a las miradas del p¨²blico. Y ello porque tambi¨¦n los gestos, las im¨¢genes, los rituales, alimentan un orden cultural que tanto esfuerzo est¨¢ costando erosionar. De ah¨ª que, de la misma manera que somos extremadamente cr¨ªticos con las costumbres de otras culturas que denigran a la mujer, le tapan el rostro o le niegan la palabra, deber¨ªamos empezar por serlo con las que en nuestra propia casa avalan la concepci¨®n de las mujeres como, Amelia Valc¨¢rcel dixit, ¡°el sexo que debe agradar¡±. De lo contrario, las ventanas seguir¨¢n estando rotas y ser¨¢ un peligro para las mujeres. Porque, como bien explica Caitlin Moranen el imprescindible C¨®mo ser mujer, "basta dejar una ventana rota sin reparar en un edificio vac¨ªo para que los m¨¢s v¨¢ndalos empiecen a romper las dem¨¢s. Al final se colar¨¢n en el edificio, y encender¨¢n fogatas o se convertir¨¢n en okupas". De ah¨ª que haya llegado el momento de que las mujeres inicien, como reivindica la brit¨¢nica, "su propia pol¨ªtica de Tolerancia Cero con las Ventanas Rotas de su vida." Una pol¨ªtica de tolerancia cero "con esa Mierda De Ventanas Rotas del Patriarcado".